Hace unos meses, charlando con Silvia Ómedes, una de las responsables de que la exposición World Press Photo pase 30 días en Barcelona, me insistía en que el fotoperiodismo sí que le interesa a la gente aunque haya sido expulsado de los medios. ¿Cómo se explica si no que más 40.000 personas visiten una exposición de fotografía y que paguen una entrada?
Voy un sábado por la mañana pensado que encontraré menos gente. Pero son las 12 de la mañana pasadas y para mi sorpresa me encuentro a más de 300 personas haciendo cola para comprar su entrada. Hace años que empecé a visitar esta exposición y nunca deja indiferente. ‘Ver para Entender’ es el lema de este año. Pero en esta ocasión no he venido tanto a mirar yo, sino a ver a los otros mirar.
Entrar en este espacio del CCCB es como entrar en un templo, en una especie de lugar sagrado. Luces bajas, focos dirigidos sólo a las fotografías y gente que se susurra a los oídos como si hubiera que mostrar respeto a los protagonistas de las historias. Los visitantes se reúnen en torno a cada fotografía y al panel que contiene una pequeña descripción. Miran con detenimiento las fotos, con concentración, en silencio. Sus caras van tomando un gesto serio y, sólo al cabo de un minuto largo, cuando han entendido la historia, se giran a su acompañante y comparten sus ideas o sensaciones. La escena se repite una y otra vez.
En este mundo de ruidos y continuas alertas de móvil, la existencia de un espacio como este, ayuda a que no haya más distracciones y a que la gente pueda, no sólo ver, sino tratar de entender realidades más cercanas que su aparente lejanía física. Este año es el Ébola, la inmigración, Ucrania, siempre Gaza, Irán, China, Siria... Siempre son historias de personas. Historias que hacen que los visitantes se reconozcan en ellas, que puedan ponerse en la piel del otro. Quizá por eso gente de todo tipo, de todas las edades, sin ser ni periodistas ni amantes de la fotografía pasan por la exposición todos los años aunque sepan que la exposición es de todo menos pacífica.
Al salir hojeo el libro de visitas. “Impresionante” y “conmovedor” son las dos palabras que más se repiten. Y leo la siguiente frase: “Qué maravilloso es nuestro mundo y qué horroroso es el ser humano”.