Durante mucho tiempo eran de color rosa o azul; Decoradas con dibujos, con papeles, con cenefas o ilustraciones. Disfrutando de luz o de oscuridad. Algunas son pequeñas y otras grandes. Individuales, o puedes tener la mala suerte de tener que compartirla... Las habitaciones pueden ser de mil y una forma diferentes, pero si algo suelen tener en común son los cambios a los que están sometidas, en relación normalmente a la evolución de las personas que las ocupan.

La habitación a la que os invitamos a entrar es diferente a las demás. Se mantiene con las mismas tonalidades de color rosa con que se pintó en su día. Un espacio intacto y congelado en el tiempo que contiene una historia íntima y familiar, que ahora Gemma Capdevila (Almacelles, 1994) presenta en un fotolibro que relata una historia que se da a conocer a través de los descubrimientos y capturas que la autora ha recopilado a lo largo de dos años de estudio y de trabajo.

La habitación que presenta Gemma en este fotolibro era de Teresa, su tía, quién murió después de arrastrar durante 5 años un linfoma de Hodgkin, ahora hace 38 años, cuando justo había cumplido la mayoría de edad. Antonieta, la madre de Teresa, quiso preservar la habitación intacta de su hija hasta el día de hoy. Una habitación que ha quedado congelada desde 1983, con todos sus objetos y todas sus dimensiones de aquella época.

La habitación de Teresa se mantiene intacta desde 1983, cuando murió ahora hace 38 años

Ahora Gemma ha entrado allí y rinde homenaje de esta forma a su abuela, Antonieta, haciendo un recorrido por la vida de su hija. "Suerte que no conocí a Teresa, si no, no habría podido hacer el fotolibro", dice Gemma, que recuerda cómo la idea nació a partir de un trabajo académico. La autora tenía que presentar tres temas para hacer un seguimiento fotográfico y este no estaba entre sus posibilidades. "Era una cuarta opción, pero enseguida, el profesor me dijo: '¡No busques más, aquí tienes el tema!'".

Foto: Sergi Alcàzar

Gemma no recordaba haber entrado nunca antes a la habitación de Teresa, que se encuentra en Almacelles (Lleida), el pueblo donde nació. "Cuando iba a casa de la abuela, aquella era una puerta cerrada", y reconoce que "la culpa juega un factor importante en esta historia. Sacar las cosas de la habitación es el miedo al olvido. Manteniéndola intacta haces que el tiempo se congele, y no hay un proceso de cura ni de luto por parte de los que la rodean".

Entrar en la habitación por primera vez

"La primera vez que entré recuerdo que me impactó mucho. Dentro hay silencio, oscuridad, el olor... Con el tiempo, todo lo que hay dentro ha adquirido valor, es como un museo. Recuerdo que me daba apuro sentarme en la cama", explica Capdevila, que al principio sólo entraba para observar y sin la cámara. "Una vez hecha la primera observación, cierro la puerta y empiezo un proceso de removerlo todo". Gemma recuerda cómo se pasaba mañana, tarde y noche fotografiando elementos, tocando, oliendo, mirando y pensandon cómo poder enfocar la historia para su trabajo.

¿Sin embargo, qué hay dentro de la habitación? "Desde ropa, joyas, escritos, su diario, cartas que se enviaban con las amigas, muñecas, paquetes de tabaco que coleccionaba, pósteres...". La habitación de Teresa se quedó congelada en una etapa adolescente, decorada tal como la tenía ella. La autora dice sin embargo, que lo que más le impactó, fue encontrarse un kimono japonés de color rojo enfundado que nunca llegó a estrenar, un hecho que asocia mucho a aquel espacio que se ha mantenido intacto con el paso del tiempo.

 

Con este fotolibro interactivo, Capdevila hace un recorrido a través de elementos que identifican los 18 años que vivió su tía. Sin ir más lejos, la portada ya "abraza y recoge" a Teresa, y así lo quería reflejar su autora, quien escogió el mismo diseño del vestido que su tía estrenó para su cumpleaños, días antes de morir. "Es también el vestido de cuadros con el que la enterraron. Teresa era muy morena y este rojo le favorecía mucho".

El fotolibro contiene sólo una imagen que hizo Teresa

A lo largo de todo el fotolibro, "sólo hay una fotografía hecha por Teresa, colocada en un momento clave de su vida, cuando empieza su enfermedad". Un relato que se cierra con una fotografía esperanzadora y con un mensaje muy claro: "La protagonista es la abuela, Antonieta, quien ha mantenido la habitación cerrada durante estos 38 años".

Foto: Sergi Alcàzar

Sanar y entender la muerte como un proceso natural

La presentación del libro —que fue a puerta cerrada y con el círculo más íntimo de Teresa—, aparte de dar a conocer su historia ha servido para que desde la familia se empezara a hablar de un hecho que "se había quedado allí". Capdevila apunta que con la publicación del fotolibro pretende ayudar a hablar de la muerte como proceso natural. "Es un libro sanador, terapéutico, que ayuda a gente que no ha afrontado la pérdida a asumirla y a hablar abiertamente".

La autora dice que "ver a la familia llorar", ha sido lo más impactante que le ha pasado, y recuerda como también ella misma acabó llorando delante de su tío cuando le reconoció que después de 38 años, este fotolibro le había sido de ayuda para sacarse el tapón que llevaba dentro.

Unas reacciones emocionantes que también han vivido los primeros lectores que han tenido en las manos La habitación, que le han escrito a Gemma preguntándole qué tienen que hacer con las habitaciones o espacios que ocupaban sus seres amados que han perdido la vida.

 

¿Qué futuro le espera a la habitación?

[Silencio]. "No creo que Antonieta la toque. No está preparada, y así es como una forma de seguir teniéndola cerca", explica Capdevila, que reconoce como ahora ha iniciado un proceso de cura y de hablar del tema, pero que a pesar de que se lo ha regalado, "todavía no lo ha podido abrir y lo guarda dentro de la misma habitación".

Un 5% de los beneficios de las ventas irán destinados a la Fundación Josep Carreras, que desarrolla proyectos de investigación con la finalidad de conseguir la cura de la leucemia. Un fotolibro que se puede encontrar en la Llibreria de la Imatge (Barcelona), en la Llibreria Caselles (Lleida) o en la Librería Buil (Almacelles). "Dejar el libro en las librerías me ha costado mucho, hasta ahora no podía", reconoce Gemma, ya que, para ella, es a Teresa a quien tiene entre sus manos.