Esta es la historia de un dedo, pero no de un dedo cualquiera, sino del dedo de un cadáver que nadie ha osado encontrar. No se sabe donde están de los despojos de Pedro Calderón de la Barca, pero en cambio sí que podemos afirmar con certeza que los únicos restos mortales conocidos de uno de los mayores escritores de la historia de la literatura castellana no se encuentran en Madrid, sino en Barcelona: un dedo de la mano derecha conservado en el Centro de Documentación Teatral del Institut del Teatre. ¿Qué hace en Catalunya, medio escondida en una sala, una de las falanges con las cuales el dramaturgo más importante del barroco español escribió hace cinco siglos aquello de "toda la vida se sueño, y los sueños, sueños sueño", sin embargo?
"Operación Calderón": una búsqueda de película
Empezamos por el principio. Cuando a finales de junio un equipo arqueológico del CEU San Pablo anunció que este verano se iniciaría la segunda fase del proyecto con el cual se pretende encontrar al cuerpo de Calderón de la Barca, la Operación Calderón parecía encarar una prometedora fase definitiva en esta fascinante historia llena de misterios que tiene en el 30 de octubre de 1902 una fecha clave: es el día en el cual se depositó el cuerpo del autor de El alcalde Zalamea en una arqueta de mármol en la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, en Madrid.
Tres décadas más tarde, sin embargo, en los días posteriores al inicio de la Guerra Civil, los milicianos prendieron fuego a la parroquia, que quemó entre el 21 y el 23 de julio de 1936: aparte de los nueve sacerdotes asesinados, los techos se desplomaron, los archivos se calcinaron y los retablos se convirtieron en cenizas. Y, evidentemente, los restos mortales de Calderón se dieron por perdidos. No es hasta treinta años más tarde, en 1964, cuando el padre Vicente Mayor -el mosén de la parroquia después de la guerra- afirma antes de morir que los restos del escritor no se encontraban dentro de la arqueta, sino en un nicho hecho expresamente dentro de los muros, los únicos supervivientes del incendio de 1936.
La revelación del sacerdote es el hilo de donde los responsables de lo Operación Calderón estiran todas las pistas posibles para encontrar el cuerpo de uno de los grandes nombres de la literatura castellana, los restos mortales del cual han dado más vueltas que una noria desde el día de su defunción, el 25 de mayo de 1681: enterrado primero en la iglesia de El Salvador –la más antigua de Madrid-, a principios del siglo XIX el templo fue derribado y el cuerpo sin vida del dramaturgo empezó un periplo por cinco parroquias hasta que el año 1902 ecaló en Nuestra Señora del Dolores, donde después de que el padre Pilón intentara encontrar los despojos entre los muros con un péndulo hace más de treinta años, en la actualidad un equipo coordinado por Luis Ancestral trata de averiguar con localizadores georradares dónde se encuentra el cadáver.
Una tensa relación con Catalunya
Cuando el año 1640 Calderón de la Barca llegó a Catalunya para combatir con el ejército castellano la sublevación catalana iniciada durante el Corpus de Sang, existía la posibilidad de que el dramaturgo encontrara en nuestro país la muerte. No fue así, ya que sobrevivió a todas las batallas en que participó durante los dos años que combatió en la compañía de coraceros del ejército felipista, pero lo que poco se podía imaginar es que algún día, siglos más tarde, la única parte conocida de sus restos mortales acabara todavía no se sabe como en Catalunya.
Tal como explica Ana Vázquez Estéves en Fetiches o reliquias teatrales: el dedo de Calderón de la Barca conservado en el Centro de Documentación Teatral del Instituto del Teatro de Barcelona, el año 1840, durante el traslado del cuerpo de Calderón de la parroquia de El Salvador a la Sacramental de San Nicolás, una persona entregó un dedo del cadáver al cardenal Antolín Monescillo, que lo guardó en su biblioteca hasta que el año 1923 la reliquia acabó en el Institut del Teatre, nadie sabe como ni por qué. El dedo de Calderón de la Barca conservado todavía hoy en Barcelona, pues, no tiene nada que ver con su participación en la Guerra de los Segadors, donde contribuyó activamente al triunfo español en la Batalla de Cambrils, en la ocupación de Tarragona y en la posterior Batalla de Martorell, en enero de 1641, escasos días después de que la Junta de Brazos catalana presidida por Pau Claris proclamara la República Catalana bajo la protección de Francia.
"Aquí la necesidad/ no se infamia; y, si se honrado,/ pobre y desnudo un soldado,/ tiene mejor cualidad/ que el más galán y lucido;/ porque aquí, a lo que sospecho,/ no adorna el vestido el pecho,/ que el pecho adorna en el vestido.", escribió el año 1650 a Comedia famosa. Para vencer a amor, querer vencerle, quizás rememorando los episodios vividos como soldado en Catalunya, donde acabó su carrera militar después de resultar herido el año 1642 en el asedio de Lleida, volviendo así a Madrid con una pensión vitalicia de 30 escudos mensuales y poniendo fin a su carrera militar. Un año antes, el 26 de enero de 1641, el dramaturgo más conocido del Siglo de Oro había llegado a las puertas de Barcelona, donde las tropas españolas comandadas por el Marqués de los Vélez fueron derrotadas por las tropas catalanas, con la ayuda de la caballería francesa, en la Batalla de Montjuïc. Fue la vez que Calderón de la Barca estuvo más cerca de Barcelona, la ciudad a la cual ya no volvió nunca más y, sin embargo, el único lugar del mundo donde se conservan los restos mortales de la mano con la cual se escribieron algunas de las mejores obras de la historia de la literatura universal.