Malditas plumas trata sobre "la historia de una muerta bellísima, de una muerta vivísima, de una muerta inteligentísima". Así nos lo explica Sol Picó en el inicio del espectáculo mientras baila intentando levantar el vuelo, rodeada de plumas blancas suspendidas en el aire y con la presencia de un muñeco que reproduce a la bailarina en medidas y vestimenta. Un cuerpo inerte y colgado. ¿Un alter ego? ¿O quizás es la muerta de la que nos hablaba? En todo caso, una presencia con quien más tarde bailará consiguiendo un juego de espejos donde realidad y ficción o vida y muerte pueden llegar a confundirse o incluso ser la misma cosa.

La escenografía de Joan Manrique divide la escena en dos partes bien diferenciadas. En la primera, la cortina de plumas blancas; un espacio ideal y onírico. En la segunda, una construcción semicircular hecha con cajas de madera de frutas y verduras que evocan un gallinero. Destacan una plataforma central, otra escena dentro de la escena, y unos peldaños practicables. Un espacio que en principio ocupa el otro actor y músico del espectáculo: Roger Julià. El gallo de un corral que hará bailar a la protagonista al ritmo de su música. Él también luce plumas en su cabeza, único rasgo en común de los dos espacios, aunque las suyas son negras y están sujetadas a un casco. Son plumas muertas que nunca podrán volar.

Escapar de la gravedad

Esta contraposición de espacios ya se adivina en el mismo título del espectáculo. ¿Quién podría calificar a las plumas de malditas? Sólo quién las conoce. Y en este caso la autora, directora e intérprete nos muestra la cara oscura de este objeto etéreo y poético. De un mundo de lentejuelas y brillo pleno de sombras e incertidumbres. Para hacerlo nos sitúa en el Paralelo de los años 20 y nos explica la historia de una chica que quiere ser vedette. Una joven que no cumple los cánones establecidos de la época y que, aún así, lucha por conseguir su sueño.

Sol Picó deconstruye la pluma, la revista y sobre todo a ella misma. Hace uso de una serie de números que se acercan a las varietés. Evidentemente, baila y hace muchas puntas que la acercan al cielo, pero también canta, hace monólogos, habla con el público... Y todo lo acompaña con una gran dosis de humor. Es capaz de separarse de sus preciadas piernas, ya veréis cómo, e incluso de hacer un striptease.

Una joven que no cumple los cánones establecidos de la época y que lucha por conseguir su sueño

Porque lo que hace la Picó sobre todo es un ejercicio de desprenderse de todas aquellas plumas que no sirven de nada. Se muestra tal como es. Con todas sus imperfecciones, dudas y frustraciones para acabar confundiéndose con sus sueños: danzar con las plumas hasta ser una de ellas. Escapar de la indefectible gravedad. Id a ver a esta vedette denominada Sol Picó en la Sala Beckett (hasta el día 28 de noviembre). No le hacen falta puntas, ni grands battements, ni "coño a tierra" para dejarnos ver su grandeza; su fragilidad. La bailarina que nunca será. La bailarina que es. Sus malditas plumas.