Puigcerdà, 3 de diciembre de 1800. El doctor Francesc Piguillem i Verdacer inoculaba las primeras vacunas contra la viruela de la historia de la península Ibérica. Tan sólo tres meses antes (8 de agosto de 1800), el médico francés François Colom había probado con su hijo una vacuna pionera y había divulgado el éxito de aquella experiencia en algunas publicaciones especializadas. Piguillem que, durante los años precedentes, había tejido una intensa relación profesional con los investigadores punteros de la medicina europea, pidió a Colom una muestra, la examinó y la inoculó a su familia y a un reducido grupo de pacientes de su consulta. Animado por el éxito de su experiencia, Piguillem impulsaría una campaña de vacunaciones en Catalunya (1801), que suscitaría el atavismo más reaccionario del poder español.

Grabado de Puigcerdà (prinicipios del siglo XIX) / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Qué era la viruela?

La viruela era una enfermedad altamente infecciosa que, desde la Antigüedad, había estado presente en la historia de Europa. No obstante, las fuentes históricas revelan que durante la centuria de 1700 habría adquirido la categoría de epidemia. Durante la segunda mitad de aquel siglo, en Catalunya, se documentaron varias epidemias de viruela, especialmente mortíferas en las regiones centrales y occidentales del país. No hay datos concretos, ni de la afectación ni de la mortalidad, muy probablemente a causa de la intencionada omertà documental del régimen borbónico, que ya gobernaba el país. Pero, en cambio, los informes médicos de la época lo categorizan como epidemias y destacan que aquellos episodios estarían causados por la suma de tres factores: explosión demográfica, pésimas condiciones de habitabilidad e inacción de las autoridades.

La viruela en Catalunya

El éxito de la vacunación de Piguillem en Puigcerdà fue rápidamente divulgado, pero generó dos sentimientos contradictorios. Por una parte, los médicos rurales lo vieron como una ventana de esperanza en la lucha contra la viruela. Y por otra parte, el poder político y militar y el segmento más reaccionario de la medicina lo interpretaron como una amenaza. Efectivamente, después de la experiencia de Puigcerdà (1800) un grupo de médicos rurales llevaron a cabo vacunaciones en varios lugares de Catalunya. Piguillem reclutó a un pequeño grupo de colaboradores —inicialmente formado por los doctores Canet y Hortet— que, con el único apoyo de la Academia Médica Catalana y jugándose la licencia para ejercer, inmunizaron la población de Calaf (Anoia) y de Ribes de Freser (Ripollès).

La leyenda del hombre-vaca

Colom y Piguillem no eran los inventores de aquella vacuna. En su calidad de médicos la habían examinado, y en su confianza en el progreso científico la habían inoculado a parientes y a pacientes. El descubridor había sido el médico inglés Edward Jenner, en 1798, a partir de la linfa de la viruela bovina contagiada a los ganaderos que ordeñaban las vacas. Este curioso origen sería el arma principal que esgrimirían los detractores de la vacuna, y rápidamente circuló la leyenda que los vacunados se transformaban en un híbrido entre vaca y persona. En Catalunya, también. Las autoridades borbónicas y el estamento eclesiástico, animados por el sector más reaccionario de la medicina que, reveladoramente, era la más próxima al poder, las prohibieron; y por este motivo las primeras vacunaciones se tuvieron que llevar a cabo en la clandestinidad.

El doctor Jenner inoculando su primera vacuna al niño James Philips. Obra de Melingue / Fuente: Wikipedia

Las primeras vacunaciones en Catalunya

La rabiosa furia del poder español, revelada a través de la interesada difusión de la leyenda del hombre-vaca no desanimaron a Piguillem y sus colaboradores. En su obra La vacuna en España (1801), que presentó en un formato de cartas dirigidas a una paciente anónima, explica que “En nuestro Principado ha tenido iguales sucesos, que en aquellos paises extranjeros (los resultados de los que no prohibían las vacunaciones masivas). D

Desde la primera inoculación que hice el dia tres de Diciembre del año pasado (1800) en sus hijos hasta el dia de hoy, pasan de tres mil los que han sido inoculados. En solo cinco meses ha hecho más progresos (...) que en veinte años (...). En distintos pueblos de los corregimientos de Vique, Manresa, Barcelona y Tarragona se ha visto palpablemente el efecto preservativo que propicia la vacuna”.

Detalle del libro La vacuna en España, de Piguillem / Fuente: Galeria de Metges Catalans

Piguillem y la "pasión española de Cristo"

El paisaje de atavismo y superstición que imperaba en aquella España dominada por la pintoresca Ilustración del tándem Borbones-Inquisición, fue la particular "pasión española de Cristo" de Piguillem. El éxito de las vacunaciones en Catalunya animó a algunos médicos valencianos y castellanos a seguir los pasos de Piguillem. Le pidieron muestras para fabricar vacunas y, en aquel momento, el "problema catalán" se convirtió en una "insurrección nacional". Sería en este punto que entraría en juego la figura del ministro plenipotenciario Manuel Godoy. Al "favorito" del rey Carlos IV —y según las malas voces, padre biológico de unos cuantos hijos de la pareja real— no se le ocurrió otra cosa que supeditar la vacunación masiva a la realización de pruebas previas con una nueva vaccinia certificada por los veterinarios reales de Madrid.

Piguillem, en el punto de mira de la Inquisición

Para los estamentos del poder de aquella España de La pradera de San Isidro, la vacuna de Piguillem era un brebaje diabólico. Por inglesa, por francesa y por catalana, la trinidad del mal a ojos de la españolidad atávica, castiza y reaccionaria. Pero los estragos que la viruela causaba en el continente americano, obligarían a Godoy a claudicar y ceder a la presión de la evidencia catalana. En 1803, autorizaba a la Real Expedición Filantrópica, destinada a vacunar la población de las colonias americanas con la vaccinia de Piguillem y, muy reveladoramente, dirigida por dos médicos militares catalanohablantes: el valenciano Francesc Balmis y el catalán Josep Salvany. En cambio, Piguillem, el pionero que había desafiado el poder español y que, con su iniciativa, había salvado a miles de vidas, acabaría en el punto de mira de la Inquisición. Durante el reinado de Fernando VII sería investigado por infiel al Rey nuestro Señor, a la religión y a la nación española”.

Balmis y Salvany / Fuente: Revista Chilena de Infectología

Imagen principal: Ilustración que satiriza los efectos de la vacunación contra la viruela (1802), obra de James Gillary / Fuente: Library of Congress. Washington