Laia Abril (Barcelona, 1986) es una de las más prestigiosas fotógrafas de nuestro país, a pesar de su juventud. Estudió Periodismo en Barcelona, pero muy pronto se dio cuenta de que su vocación no era expresarse con palabras, y se pasó a la fotografía. Estudió fotografía en Nueva York y ha trabajado como freelance en publicaciones como The Sunday Times Magazine, The International New York Times, Le Monde, Burn, Esquire... Trabajó cinco años como editora y fotógrafa en la revista Colors Magazine en Treviso. Acumula premios de concursos de todo el mundo. Del 17 al 21 de julio imparte un curso sobre Fotografia, el arte de explicar historias en la Escuela Europea de Humanidades del Palau Macaya, impulsada por la Obra Social "la Caixa".

 

¿Qué sentido tiene ser fotógrafa en un momento donde se están haciendo más fotografías que nunca?
La fotografía no ha sido nunca mi hobby ni mi pasión. Yo vengo del mundo de la comunicación. La fotografía ha sido más mi herramienta que otra cosa. Y he usado otras herramientas: el vídeo, la palabra... No le doy tanta impotencia a la fotografía en sí. Que la gente hoy en día hable en imágenes, para mí es una ventaja. La gente hoy en día tiene mucha formación en fotografía. La fotografía es más universal que nunca. A pesar de todo, hoy por hoy la fotografía tiene un peligro: que a la gente no se lo enseña a leer fotografías. La gente es poco crítica con las imágenes porque no se le enseña a serlo. Pero en el futuro creo que eso lo superaremos enseñando a leer fotografías. De hecho, con la fotografía actualmente pasa como con la escritura: todo el mundo sabe escribir, pero no todo el mundo es escritor.

Ha tocado el vídeo, ha expuesto fotografías, publica en los diarios, ha explorado el fotolibro, publica en la web, hace instalaciones... ¿Tiene algún formato preferido?
La plataforma que uso para un proyecto siempre la escojo dependiendo de la historia, del proyecto, del público... Hay proyectos que puedo trabajar con varios formatos, y los combino, pero siempre hay uno prioritario. Con el que me siento más cómodo es con el libro. Ahora trabajo mucho la instalación, que llega a más gente que el fotolibro, y consigue interesar a un público diferente. La instalación me gusta mucho porque te saca de tu zona de confort, te hace experimentar. Yo necesito ir cambiando y cambiando. He tenido suerte de vivir en la época que me ha tocado vivir. No quiero hacer siempre libros, justamente porque el libro es el formato en que me siento más cómoda.

Me gradué en 2008, el año de la crisis. Lo tuve muy claro, desde el principio, que lo tendría complicado

¿Has tenido problemas para hacer realidad tus proyectos?
Yo me gradué en 2008, el año de la crisis. Lo tuve muy claro, desde el principio, que lo tendría complicado. Siempre ha sido difícil. Mi generación ha asumido que nos tenemos que autopublicar: tenemos que proponer puerta a puerta, hacer muchas cosas por nosotros mismos... Mis proyectos tienen problemas para ser publicados, porque son difíciles, incómodos.... Los medios de comunicación tienen miedo de arriesgarse en proyectos de este tipo. He tenido suerte de pasar 5 años en la revista Colors Magazine; me permitía tener un trabajo interesante y poder dedicarme en mis tiempos libres a mis proyectos personales. Ahora combino mis propuestas artísticas con muchas otras cosas... Como hacer este curso a la Escuela Europea de Humanidades: Explicar mi trabajo hablando es también una forma de transmitir la historia que me interesa.

Es licenciada en Periodismo, pero hace una fotografía muy alejada del fotoperiodismo. ¿Qué relación tiene su fotografía con la actualidad?
Me di cuenta, muy pronto, de que no me interesaba estar sometida a la realidad. Me interesaba trabajar temas que estuvieran más próximos a mí. Temas que pudiera documentar en profundidad. Y ahora me doy cuenta de que tengo ganas también de transformar los temas, no tengo bastante con documentarlos. Del periodismo me ha quedado la vocación por la investigación, por profundizar... Los temas que trabajo, como el aborto o la discriminación de las mujeres no son temas estrictamente de actualidad, pero son temas de los que se tendría que hablar.

¿Cómo escoge sus temas y cómo decide cómo abordarlos?
Intento trabajar con temas estigmatizados, difíciles... Eso ha evolucionado con el tiempo. En principio trabajaba de forma muy intuitiva. Tengo tendencia a hacer capítulos. Eso me ayuda a dar estructura al proyecto, a no agobiarme al principio, y a acercarme a los temas de forma progresiva, con formatos diferentes. Ahora tengo un procedimiento más sólido. Uso un paraguas conceptual, lo divido en capítulos, y a cada capítulo me acerco de la forma más adecuada, con las herramientas que me van mejor.

He hecho proyectos muy diferentes de tipos bastante diversos. Cada proyecto lo podríamos definir de forma diferente

¿Qué es lo que hace? ¿Fotografía de autor o fotografía periodística?
La verdad es que no sé muy bien cómo definirme, pero tampoco me interesa mucho. Podríamos decir que hago fotografía documental, porque documento la realidad, pero en los últimos años trabajo más el ámbito artístico que el ámbito documental. Hago investigación, y la investigación es una parte esencial de mi trabajo, la mejor parte... Cualquier definición me va bien, porque he hecho proyectos muy diferentes de tipos bastante diversos. Cada proyecto lo podríamos definir de forma diferente.

Combina blanco y negro y color. ¿Cómo decide qué tipo de fotografías hará?
Los proyectos que hacía antes estaban muy relacionados con la empatía, y el color me daba la empatía, la conexión, en temas complicados. Pero con el tema del aborto, que es tan visceral, tenía que trabajar con el blanco y negro, para entender la visceralidad, para que el reportaje fuera duro sin imágenes duras, evidentes. En Lobismuller trabajaba en blanco y negro, por una cuestión histórica. En realidad, tengo fases. En cada trabajo escojo, y valoro qué impacto tendrá cada técnica sobre el lector.

El primer asesino en serie de España en realidad fue una mujer intersexual

Lobismuller. © Laia Abril.

En Lobismuller, uno de sus últimos proyectos, sigue la historia de Manuel Blanco Romasanta, un intersexual que asesinó a mucha gente a mediados del siglo XIX. ¿Qué le atrajo de esta historia?
Mi familia paterna es gallega, y yo había trabajado muy poco en España. El componente de historia mágica, fantástica, me atrajo mucho. También me fascinó el lugar, el paisaje gallego. En 2012 leí un informe en que los forenses llegaban a la conclusión de que Manuel había sido una mujer intersexual. Yo había tratado temas de género, de homosexualidad, y nunca había tocado la intersexualidad. Me pareció muy interesante entrar en este ámbito analizando un icono de la historia española: el primer asesino en serie. La idea básica que la gente tenía de este asesino es la de un macho ibérico que mata a mujeres. Yo me planteaba que si Romasanta hizo eso es porque tenía esta condición de intersexual. Si ya es difícil ser intersexual ahora, en el siglo XXI, ¡cómo debió serlo en un lugar perdido de Galicia, donde todavía ahora es difícil de llegar, a mediados del siglo XIX!

Se ha involucrado en varios proyectos sobre los trastornos alimenticios: A Bad Day, Thinspiration y The Epilogue. ¿Por qué?
Cuando empecé con este proyecto, en 2010, sentía una especie de responsabilidad muy fuerte, porque creía que los trastornos alimenticios no habían sido tratados por los medios como merecían. Por ejemplo la bulimia, que se homogeneizaba como el resto de trastornos. La gente no entendía que el único problema no era que su hija dejara de comer. Como la gente no lo percibía, había retrasos con los diagnósticos. Necesitaba explicar eso. Poco a poco me di cuenta de que quería tratar los temas más difíciles. Por ejemplo, en Thinspiration, me di cuenta de que las afectadas por la anorexia se estaban haciendo autorretratos (antes de que existieran los selfies). Estos retratos se compartían y se usaban para destruirse. A mí me chocó mucho, porque yo quería que la fotografía sirviera para salvar a la gente. Decidí que aquellas eran fotos que se tenían que mirar. Y decidí hacer un proyecto en que daba a conocer estas retratos. En The Epilogue pasé a tratar un tema incómodo, un tabú bestial, la muerte. La muerte de una chica por un trastorno alimenticio. Pero tenía que hacerlo: el problema mental que mata a más gente son los trastornos alimenticios... Son cosas muy escondidas, que no se ven... Eso es común a mis proyectos: quiero mostrar cosas que se esconden.

Con el tema de los trastornos alimenticios me llegué a sentir muy incómoda y tuve que parar

The Epilogue. © Laia Abril.

¿Seguirá documentando el tema de los trastornos alimenticios?
No es un tema cerrado al 100%. Pero me llegué a sentir muy incómoda y tuve que parar. Además, no me puedo pasar 20 años haciendo lo mismo.

En el caso de los trastornos alimenticios, la fotografía puede convertirse en una herramienta de destrucción masiva.
Yo tuve muchos problemas con Thinsipiration. Venía del mundo de la fotografía clásica, y en el mundo donde me había formado no se hacían fotografías de una pantalla. Pero yo quería denunciar, justamente, el peligro del uso de las fotografías. Yo no podía fotografiar a la gente, pero su pensamiento se veía perfectamente a través de sus fotografías. Ahora las fotos de este tipo son técnicamente mucho mejores, y eso es todavía mucho más peligroso.

Incluso hay mujeres que son encarceladas por abortos espontáneos

On Abortion. © Laia Abril.

Dentro de su serie sobre la discriminación femenina ha centrado varios reportajes en el aborto. ¿Todavía es un problema grave a nivel mundial?
Muy, muy grave. El proyecto del aborto (un libro que sale ahora) agrupa 90 historias. Es un mapa conceptual de las repercusiones de no tener acceso al aborto en el mundo. Hay países donde no hay ninguna posibilidad de abortar, y más de 47.000 mujeres mueren en el mundo, cada año, por no poder interrupir su embarazo en condiciones seguras. Además, muchas mujeres son encarceladas. Incluso hay mujeres que son encerradas en la prisión por abortos espontáneos. Este proyecto llega en un momento clave, cuando Donald Trump y otros gobiernos de derechas endurecen el acceso de las mujeres al aborto (cómo estuvo a punto de pasar en España en 2013). No podemos confiarnos. Tenemos que estar encima del tema. Con la cuestión del aborto no acabarías nunca...

En algunos de los proyectos oculta la cara de las víctimas que fotografía...
Siempre he intentar tener una relación directa con las víctimas. Y parte de mi responsabilidad como fotógrafa es evitar que ellas tengan problemas graves. Yo sopeso hasta qué punto les pueden pasar cosas. Hay veces en que no hay que ver la cara de las personas para documentar una situación: Podemos ver el lugar donde están encarceladas, o el objeto con que se ha cometido una acción... Ver la cara provoca empatía, pero a veces ver la cara no hace falta... Es una cuestión de responsabilidad.

Si siempre hago lo mismo me aburro... Y aburro

También ha hecho un reportaje sobre una isla veneciana, Poveglia, donde metían en cuarentena a los barcos que llegaban a Venecia...
Es un proyecto inacabado. A veces hago proyectos que son investigaciones de lo que haré más adelante. Si siempre hago lo mismo me aburro... Y aburro. Yo me interesé por Poveglia, porque vivía muy cerca de ella. Es un lugar muy interesante. En cierta medida este proyecto está ligado a Lobismuller. Es también un ejercicio de entender una situación a partir del paisaje. En Poveglia había un psiquiátrico, en el que se suicidó el director porque decía que lo perseguían los muertos... Me interesan los lugares donde pasan cosas extrañas, vinculados a la condición humana, a los incomprendidos.

Su fotografía no contagia optimismo. ¿No es optimista sobre la marcha del mundo?
Yo soy muy optimista. Pero tengo necesidad de meterme en sitios difíciles. Es como la vocación del médico, que siempre tiene que estar en el lugar donde pasa alguna cosa grave. Yo tengo la necesidad de buscar historias complicadas. Espero que si las explico bien, la gente tendrá menos estereotipos y el mundo irá mejor. Si no creyera que se puede cambiar, no lo haría... No creo que mi fotografía vaya a salvar el mundo, pero con un poco de aquí y un poco de allí, alguna cosa haremos.

Yo soy muy optimista. Pero tengo necesidad de meterme en sitios difíciles

¿Qué es esto de la Historia de la Misoginia?
Historia de la misoginia
es el macroproyecto en que estoy metida, a muchos años vista. El primer capítulo es sobre el aborto. El segundo, que tardará al llegar, es el de la histeria. En el impasse estoy haciendo una serie sobre mitos de la menstruación. Yo uso un paraguas conceptual, en el que meto lo que me apetece. Los temas de esta Historia de la Misoginia no están conectados visualmente, o no mucho, pero sí conceptualmente. Además, todos tienen un vínculo entre historia y presente, y entre presente e historia. No trabajo tanto sobre personajes concretos, sino que me lo miro todo más bien desde arriba, y así veo mejor las conexiones entre las cosas. Tengo para muchos años. Me pasé 5 años con los trastornos alimenticios. Quiero trabajar en proyectos largos y complejos.

¿Tiene algún proyecto que hasta ahora no haya podido materializar y que le quede pendiente?
Tengo carpetas llenas de proyectos en el ordenador. Pero es cuestión de encontrarle el sitio en lo que hago. Para mí es importante que todo lo que hago esté vinculado a alguna cosa. Me gusta no tener proyectos sueltos, necesito que estén conectados entre ellos. El problema siempre es acabar los proyectos. Quiero hacer demasiadas cosas.