Laia Baldevey (Sant Vicenç de Montalt, 1991) es ilustradora. Estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona y cuando acabó los estudios se centró en la creación 3D durante unos años, pero finalmente acabó volviendo al dibujo. Especializada en la ilustración del legendario catalán, es la autora de las representaciones en el libro Mitologia dels Països Catalans (Editorial Efadós) con texto de Daniel Rangil, entre otros. Nos encontramos con ella en el Convent de Sant Agustí, en Ciutat Vella, para hablar de seres fantásticos, de rondallas y de la relación que nuestra nación ha establecido con su folclore.

¿Cómo empezó todo eso?
Cuando empecé a trabajar en el mundo del 3D me especialicé en una parte muy concreta del proceso de 3D que se denomina concept art. Para que nos entendamos, son los ilustradores del proceso que preparan los diseños que después el resto del equipo utiliza para un videojuego o una película, por ejemplo. Laboralmente hablando, uno de los ámbitos en que es más necesario este trabajo de diseño previo es el mundo de la fantasía y la ciencia ficción porque, evidentemente, no hay referentes reales de aquello que se quiere diseñar. Dedicándome a eso, me di cuenta de que no tenía muchos referentes en el mundo de la fantasía, que ciertas cosas de este mundo no me decían casi nada porque no hablaban de mí. Evidentemente, me gustaban El Señor de los Anillos, Harry Potter y el manga, pero no había podido salir mucho de aquí. Fue raíz de eso que empecé a investigar el legendario catalán: buscaba referentes fantásticos propios. Lo hice desde un punto de vista totalmente romántico y lúdico, no comercial, y me encontré muchísima chicha. En el legendario catalán hay elementos que encajan perfectamente con el mundo que a mí me gusta dibujar y que no se han dibujado nunca, que no se han explotado nunca pero que, en realidad, tienen el mismo jugo que todo lo que se ha convertido en pop. Un personaje como la Molsosa tiene muchas similitudes en el Barbarbrat de El Señor de los Anillos. Estéticamente, tiene la misma gracia.

Laia Baldevey es la ilustradorta del libro Mitologia dels Països Catalans / Foto: Montse Giralt

En el legendario catalán hay elementos que encajan perfectamente con el mundo que a mí me gusta dibujar. Un personaje como la Molsosa tiene muchas similitudes en el Barbarbrat de El Señor de los Anillos

El folclorista Joan Borja explica que "si has compartido los caminos de la historia y la política y tienes una lengua común, llegas a la conclusión que también has compartido la fantasía". ¿Hasta qué punto el legendario explica el carácter de una nación?
Si eliminamos las palabras grandilocuentes de la ecuación, como "historia" y "política", entenderemos mejor de qué hablamos. El folclore es lo que no pasa por los estamentos políticos, no se origina ahí, sino que forma parte de la gente del pueblo. Identitariamente, es un elemento muy genuino y explicativo, porque no está pervertido por el interés de ninguna élite, sino que es muy orgánico, muy casero: existe y evoluciona igual que la gente. Es verdad que hay leyendas que se han divulgado específicamente ligadas a intereses, pero hay una parte de este imaginario que vive porque la ha explicado la abuela. La rondalla es poderosa porque, por mucho que la lengua que impere sea otra, por mucho que la religión que impere sea otra –puedes poner todos los "por mucho que" que quieras– , seguirá manteniéndose. Hay una parte del folclore –la de las supersticiones, la de las creencias mágicas– que no puede ser arrancada. Aunque nos digan que los duendes no existen, se seguirán explicando historias de duendes. Es aquí, creo, dónde se preserva una parte muy auténtica de la identidad de un pueblo.

El folclore es lo que no pasa por los estamentos políticos, no se origina ahí, sino que forma parte de la gente del pueblo

¿En qué se sustenta el legendario catalán?
Territorialmente hablando, Catalunya es un lugar de mucho contacto: es un lugar abierto al Mediterráneo y la puerta de la Península Ibérica hacia el resto de Europa. En el país siempre ha habido mucho contacto con varios grupos étnicos y sus culturas en contraposición con lo que pasa con la cultura euskera, por ejemplo, mucho más hermética por cuestiones lingüísticas y orográficas. Por Catalunya ha pasado todo el mundo: iberos, griegos, romanos, musulmanes... Todo este flujo hace que la manera natural de evolucionar del legendario sea en contacto con muchas otras culturas. Con el folclore pasa que todo lo que no se deja por escrito no está fijado y siempre está disponible para irlo amoldando.

¿La pérdida de contacto con el mundo rural y con la naturaleza afecta a la manera como hoy nos relacionamos?
Sí, y no solo en el sentido de que el mundo rural tiene un contacto más estrecho con todos estos referentes, sino porque probablemente llega más tarde la televisión y los inputs culturales externos. En nuestro país vemos una relación diferente con el legendario a nivel territorial, también: en general, asumimos que los referentes son mucho más de interior que de costa. Hay imaginario vinculado al mar, evidentemente, pero en general proviene de culturas que venían de paso. Cuando hablamos del legendario del Pirineo, en cambio, nos referimos a un imaginario bastante más estático y cerrado.

Laia Baldevey se ha especializado en la ilustración del legendario catalán / Foto: Montse Giralt

El folclore es importante porque configura una manera propia de pensar el mundo

¿Formamos parte de una nación con un imaginario cada vez más pobre?
El imaginario no es pobre, lo que pasa es que está muy infravalorado, muy menospreciado. El imaginario es rico y me parece que todavía ahora seguimos beviendo de él. Todas estas historias que encarna el legendario son petrificaciones del carácter, son cosas que, como catalanes, llevamos dentro aunque no las conozcamos. Todos hacemos cagar el tió, por ejemplo, aunque muchos no conozcan el sedimento supersticioso que hay detrás. Lo hemos mantenido casi sin ser conscientes del significado ancestral que envuelve. Eso también nos configura como sociedad: no sabemos de dónde viene, pero sigue formando parte de nuestra tradición. Hay cosas que no se perderán, pero por las circunstancias en que nuestra nación vive, seguramente tendremos que salir a buscar el significado. En este sentido, soy de la opinión de que tienen que existir las dos vertientes: la que preserva y musealiza, y la que remueve. La primera vertiente es importante porque estamos hablando de un ámbito que por naturaleza es etéreo, que no está escrito. Hace falta que alguien deje el imaginario por escrito y lo fije en el tiempo, haciendo la lectura contemporánea que haga falta en el momento que haga falta. La segunda vertiente es importante porque removerlo, utilizarlo y pervertirlo hace que pueda seguir siendo actual.

¿Hemos perdido capacidad de idear un mundo fantástico propio?
Para que el folclore cale en una sociedad contemporánea nos tiene que interpelar. Que me expliquen un cuento de una niña que va por el bosque, no me interpela como niña del siglo XXI. No me dice nada. Me puede gustar más o menos, pero no habla de mí. Creo que, en este sentido, hay un poco de renacimiento. Me hace pensar en Irene Solà, por ejemplo, que en vez de hablar de las mujeres de agua a Canto jo i la muntanya balla (Anagrama, 2019) o de las brujas a Et vaig donar ulls i vas mirar les tenebres (Anagrama,2024) podría haber escogido otros referentes, pero escogió los nuestros. A veces tenemos sentimiento de inferioridad porque pensamos que lo que es nuestro hace de payés y, en realidad, tampoco nos tendríamos que sentir inferiores si lo hiciera. Yo me interesé por Irene Solà precisamente por estas referencias, pero tiene que haber camino de ida y de vuelta, es decir: me intereso por el tema, lo pongo en mis historias y, si las historias trascienden, habrá alguien que se interesará por el tema.

Laia Baldevey en el Convent de Sant Agustí / Foto: Montse Giralt

Tenemos sentimiento de inferioridad porque pensamos que lo que es nuestro hace de payés y, en realidad, tampoco nos tendríamos que sentir inferiores si lo hiciera

Es posible que la próxima generación de niños catalanes ya no sepa quién está el Fumera. ¿Por qué es importante el folclore?
Puede ser que los niños catalanes que nacen hoy no tengan contacto con todo eso porque la manera cómo ha avanzado el mundo –y la manera de comunicarnos desde la globalización– hace que los niños tengan contacto con muchas otras cosas. Lo que sabe mal de todo eso es que lo que nos llega de fuera siempre se plantea como una cosa atractiva porque es lo que ha conseguido traspasar fronteras. Cuando yo era una niña, lo que molaba más era Bola de Dragón, que sale de un poso mitológico japonés que se parece mucho a nuestra historia de la serpiente. Los niños reciben cosas similares a las que nos son propias porque los referentes mitológicos de aquí y de allí siempre tienen referentes comunes, y es eso lo que es frustrante: podríamos llegar a los niños con referentes igual de atractivos, pero que fueran nuestros. Ahora pienso que nuestro Fumera se parece un poco al Grinch, por ejemplo; pero un niño catalán tiene muchas más posibilidades de saber quién es el Grinch que de saber quién está en Fumera. En este sentido, el folclore no viene de internet y hace raíces en la comunidad, sobre todo en comunidades bastante reducidas si tenemos en cuenta que la transmisión es oral. El folclore es importante porque configura una manera propía de pensar el mundo.

¿Cuánta reivindicación hay en las ilustraciones que haces?
Por mi parte, fue un proceso bastante natural, incluso inconsciente, te diría. La Molsosa fue el primer personaje que me maravilló y empecé a dibujarla precisamente porque me maravilló. Lo hice por placer, es una cosa completamente íntima. Después descubrí que la manera como dibujo a estos personajes, porque los someto a una modernización estética y a una adaptación a mi imaginario del siglo XXI, genera un interés. Al final, si yo te explico una leyenda en tres líneas, no se hace tan atractiva. Las ilustraciones que hago entran por los ojos. La imagen es siempre un transmisor de información mucho más directo y tiene mucho más poder a la hora de fijar un imaginario. Cuando me di cuenta de que las ilustraciones se hacían virales fue cuando entendí que lo que hago sirve para preservar a estos personajes, para que no se pierdan.

Cuando me di cuenta de que las ilustraciones se hacían virales fue cuando entendí que lo que hago sirve para preservar a estos personajes, para que no se pierdan

¿Hemos literaturizado poco el legendario catalán?
Daniel Rangil, el escritor del libro Mitologia dels Països Catalans que yo ilustro, siempre explica que, por una parte, en el siglo XX, con la alfabetización de la mayoría de la población, los catalanes entramos en contacto con muchos referentes externos. Por otra parte, la llegada de la televisión los años 60 y 70 hace que la rondalla ya no te la tenga que explicar la abuela. Solo te tienes que sentar en el sofá y apretar un botón. Y la globalización afecta, claro. La única diferencia entre el Studio Ghibli (estudio de animación japonés responsable de películas como Mononoke Hime o El viaje de Chihiro) y las leyendas catalanas es que, en el primer caso, alguien se ha visto reflejado para hacer tales obras maestras que yo, sin ser japonesa, me las he tragado. En su momento me fascinó y ahora forman parte de mi imaginario. ¿Por qué? Porque alguien hizo una genialidad desde el germen de la leyenda. Ahora tenemos todos estos referentes de fuera al alcance y nos es mucho más fácil admirarnos en estas referencias que en una leyenda que te explicaba la abuela y que no está ni escrita. Es mucho más atractivo El Señor de los Anillos que no que te expliquen la leyenda de los Nou Barons de la Fama. Ahora, quizás a través de la leyenda de los Nou Barons de la Fama, un señor Tolkien catalán podrá hacer que la historia trascienda y que dentro de, pongamos cincuenta años, los niños ingleses sepan que los Nou Barons de la Fama son la caña.

Laia Baldevey, divulgadora de nuestro folclore / Foto: Montse Giralt

El folclore no se entiende como un elemento de interés cultural porque, desgraciadamente, tenemos esta mentalidad de que es una cosa de pueblo, de abuelas, de campesinos y de pobres

¿La política cultural del país incluye suficientemente la divulgación de este folclore dentro de sus prioridades?
No, no rotundo. El folclore no se entiende como un elemento de interés cultural porque, desgraciadamente, tenemos esta mentalidad de que es una cosa de pueblo, de abuelas, de campesinos y de pobres, incluso. Es un campo pauperizado, en este sentido. Quizás podemos pensar en la sardana como elemento que ha trascendido, pero eso solo es un trocito. Me parece que la mayoría de catalanes reconocería antes una gaita que un sac de gemecs, por ejemplo. ¿Por qué? Porque las élites culturales no se han interesado por el sac de gemecs. Hay muchos elementos folclóricos que están destinados a perderse porque no consiguen traspasar la esfera política y, por lo tanto, no tenemos bastantes mecanismos para hacerlos vivir. Me hace pensar en las las Festes de l’Ós del Vallespir, que tienen un juego brutal a nivel histórico y antropológico, y que no han sido promocionadas para nada. En general, las élites políticas promocionan poco la cultura y los elementos folclóricos menos comunes salen perjudicados.