Hace pocas semanas, la familia de Bruce Willis emitía un comunicado que explicaba que el actor de 67 años sufría demencia frontotemporal, una diagnosis que matizaba una anterior de afasia que explicaba la retirada profesional del actor. Esta cruel enfermedad neurodegenerativa afecta las habilidades cognitivas de quien la sufre de manera irreparable. Si nos fijamos en la trayectoria del fabuloso protagonista de Pulp Fiction, tenemos que retroceder cuatro años para encontrar un título con cara y ojos, un oasis en medio del desierto: Glass, cierre de la trilogía firmada por M. Night Shyamalan (que también lo dirigió en la referencial El sexto sentido) iniciada con El protegido. Pero más allá en el tiempo, en la última década, Willis ha rodado una treintena de subproductos de ínfima calidad, que despertaron el desconcierto de aficionados y críticos de cine, sorprendidos por la incomprensible selección de trabajos del intérprete, que parecen explicarse por su estado de salud.
Solo con fecha de producción 2022, hay 13 largometrajes con el actor en el reparto. Muchas de ellas producidas por Randall Emmett, cofundador de Emmett/Furla Oasis, un especialista al que en Hollywood llaman despectivamente como Geezer Teaser: se trata de películas de abajo presupuesto, habitualmente de acción, destinadas a plataformas o al video-on-demand, y protagonizadas por estrellas veteranas que aparecen solo en un puñado de escenas y que, vendiendo su imagen en los pósteres como si fueran protagonistas, aseguran la distribución del film en cuestión. El fondo de catálogo de los videoclubs de toda la vida. Hablamos de films como Un paraíso peligroso (donde también aparece John Travolta), El precio de la venganza, En el lugar equivocado, Bajo vigilancia o las dos partes de La fortaleza. Y también, las tres entregas de Detective Knight, la última de las cuales llega ahora a las salas de cine.
El Razzie Willis
Una cosa similar pasó el año anterior, y, de hecho, los Golden Raspberry Awards, conocidos popularmente como Razzies y que se conceden anualmente al peor del año en Hollywood, lo nominaron a peor actor por ocho films diferentes, cosa que llevó a la organización a bautizar un premio con su nombre. La categoría en cuestión, Peor Interpretación de Bruce Willis de 2021, fue retirada cuando la familia del actor comunicó que sufría afasia.
Su estado de salud era un secreto a voces desde mucho antes. Para poner un par de ejemplos, el año 2015, un desesperado Woody Allen lo sustituyó por Steve Carell durante el rodaje de Cafe Society. Se habló de problemas de agenda, pero los rumores apuntaban a un comportamiento errático de Willis y a los constantes olvidos de sus líneas de guion. El mismo año, las críticas lo destrozaron cuando volvió a los escenarios, después de muchos años, para representar Misery en Broadway, y se fijaban en el auricular que llevaba, alimentando hipótesis sobre la necesidad de Willis de alguien que le fuera cantando sus frases.
Viendo al actor en cualquiera de las entregas de Detective Knight, se puede afirmar que no es más que una sombra de aquel Willis que era todo carisma
Volviendo a la treintena de títulos rodados en los últimos años, hay que explicar que el actor a duras penas trabajaba dos o tres días, y que, tal como se ha publicado en varios medios norteamericanos a partir de los testigos de miembros de los equipos, Willis se mostraba confuso, olvidaba los diálogos y, a veces, ni siquiera sabía dónde estaba. También se ha especulado con la posibilidad de que el polémico productor Randall Emmett, también implicado en denuncias por fraude y por abusos sexuales, se aprovechara de la estrella para seguir produciendo películas como churros y sacar partido de su nombre.
Viendo al actor en cualquiera de las entregas de Detective Knight, se puede afirmar que no es más que una sombra de aquel Willis que era todo carisma, todo personalidad, todo estilo, todo socarronería. Así nos gusta recordarlo y aquí escogemos nuestras cinco interpretaciones favoritas de Willis.
1. Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)
Llena de hallazgos visuales y narrativos, la obra maestra de Quentin Tarantino mezclaba su talento como director, ya apuntado en Reservoir Dogs, con su pasión por el cine negro de serie B para ofrecer un festival de violencia, humor y atrevimiento que ha dejado un puñado de secuencias icónicas que ya forman parte de la cultura pop. Y en medio del baile de John Travolta y Uma Thurman, del maletín misterioso, de Samuel L. Jackson recitando un pasaje bíblico de Ezequiel, de Mr. Wolf arreglando problemas, y de reflexiones sobre los masajes en los pies o sobre el nombre de las hamburguesas en Francia, Tarantino le regaló un personaje fabuloso a Bruce Willis.
Él era Butch, el boxeador que, a última hora, decide no dejarse ganar en un combate y huir con el dinero con el que querían sobornarlo. Aquel momento, en un sótano, atado y amordazado, al lado de su enemigo Marcellus Wallace, liberándose antes de ser violado, y utilizando una katana, ha pasado a la historia.
El personaje por excelencia de Willis es, sin duda, John McClane en Jungla de cristal
2. Jungla de cristal (John McTiernan, 1988)
El personaje por excelencia de Willis es, sin duda John McClane. Un policía de Nueva York que viaja a Los Ángeles para intentar reconciliarse con su mujer y que acaba enfrentándose, y derrotando él solito, a decenas de terroristas que secuestran el edificio Nakatomi, donde se celebra la fiesta de Navidad de la empresa donde trabaja su esposa. Revelación de la serie Luz de Luna, había debutado en el cine con Cita a ciegas, de Blake Edwards, donde seguía demostrando su dominio de la comedia, y el productor Joel Silver y el director John McTiernan decidieron contratarlo por aquello de humanizar los clásicos action-hero, en la época de los Schwarzeneggers y Stallones.
En camiseta de tirantes cada vez más sucia, y descalzo, Willis mostraba toneladas de carisma y cachondeo marinero, y dejaba una frase para la historia del cine: "Yippee Ki-Yay, motherfuckers". Volvería a ser John McClane en cuatro secuelas, y podemos afirmar que la tercera entrega, Jungla de cristal: La venganza, formando tándem con Samuel L. Jackson y con Jeremy Irons como malo, era casi tan cojonuda como el original.
3. El gran halcón (Michael Lehmann, 1991)
En esta rareza adorable, una comedia de robos imposibles de tono desconcertante y espíritu de cartoon, Willis interpretaba Hudson Hawk, un ladrón de guante blanco adicto a los capuccinos, el mejor del mundo en su profesión. Más allá de un argumento delirante que lo lleva a planear y ejecutar el hurto de un invento de Leonardo DaVinci que convierte cualquier metal en oro, El Gran Halcón abrazaba el humor más absurdo y chorreaba encanto, irreverencia y locura.
Y encontraba momentos tan memorables como aquel en el que el protagonista y su socio (un fantástico Danny Aiello) miden el tiempo de un atraco cantando una canción, Swinging on a Star. Lógicamente, la película fue un fracaso comercial, pero, si no la habéis visto nunca, hacednos caso: es una maravillosa extravagancia muy reivindicable.
4. El protegido (M. Night Shyamalan, 2000)
Podríamos hablar de su otro filme a las órdenes de M.Night Shyamalan y de aquel fantasmal protagonista de El sexto sentido, pero la segunda colaboración de Willis con el cineasta mantenía la sorpresa marca de la casa y se convertía en la película de superhéroes más insólita y estimulante de la historia. Un Willis introspectivo, ni gota de su socarronería habitual, interpretaba al único superviviente de un accidente de tren que mata a todos los pasajeros.
Él, sin embargo, no se hace ni un rasguño. Pronto descubrirá (y descubriremos) que es indestructible. Aquella brújula moral que guiaba Spider-Man, todo gran poder comporta una gran responsabilidad, no le sirve al protagonista de El protegido, un hombre que se siente indigno de los superpoderes que le ha dado el destino. El filme, quizás el más redondo de Shyamalan, sería el primero de una magnífica trilogía completada con Múltiple y Glass.
5. 16 calles (Richard Donner, 2006)
La última película del gran Richard Donner se reflejaba en los potentes thrillers de los años 70, en el cine de Sidney Lumet y William Friedkin, para seguir el accidentado traslado de un delincuente hasta el juzgado donde tiene que declarar contra unos policías corruptos. El escogido para acompañar el ratero desde la comisaría hasta el tribunal, a una distancia de 16 calles, es un veterano agente alcohólico y decadente, de aquellos que cuentan los días para jubilarse.
El trayecto, evidentemente, será mucho menos plácido de lo que nadie se esperaba. Un Willis envejecido, cojo y pasado de peso perfeccionaba a un personaje marcado por los demonios del pasado y la falta de perspectivas de futuro, formando una más que solvente par interpretativa con el rapero Mos Def. 16 calles era, en definitiva, un thriller trepidante y crepuscular, que no tomaba al espectador por idiota, y que cerraba la carrera de un director sensacional que supo combinar estilo y entretenimiento con clásicos como Superman, La profecía, Los Goonies y Arma Letal.