Gràcia es preciosa y lo sabemos todos: los que viven allí, los modernitos y también los guiris. Y las Fiestas de Gràcia todavía lo son más: buscar en el mapa las calles adornadas, hacer tu apuesta de cuál será la ganadora, apiñarte a la diada castellera para después ir a los conciertos, disfrutar de las actividades... Pero para que tú puedas colgar una foto en tu Instagram con el filtro de turno haciendo postureo, hay personas trabajando desde el mes de octubre. Cuando se acerca el agosto, las calles se llenan de mesas y sillas donde vecinos y vecinas de todas las edades recortan, enganchan, pintan, dibujan y exprimen su creatividad para hacer de su calle lo más bonito de Gràcia.
Al llegar a la calle Llibertat, Gisela toma la temperatura a todo el mundo y lo apunta en una lista: "¿Tú eres nuevo, no? ¿Cómo te llamas? ¡Dame tu teléfono!", le acerca el termómetro y lo apunta. La pandemia ha cambiado la manera de funcionar de los adornos y este detalle es uno de los muchos que se tienen en cuenta para mantener la seguridad. Esta fiesta mayor solo podrán adornar la parte del techo de la calle, lo que llaman "adorno aéreo". No habrá grandes portalones ni elementos en el suelo de las calles para no entorpecer el paso de la gente.
El toque de queda también les ha sacado tiempo porque no se podrá celebrar la noche de adorno. Los otros años, los vecinos dedicaban toda la madrugada previa al inicio de las fiestas a adornar la calle. Esta vez no, el domingo a la 1 de la madrugada tiene que estar todo en su sitio y aunque este año no hay concurso oficial entre calles, las exigencias para ser los mejores son las mismas de siempre.
Cuatro mesas se extienden a lo largo del tramo de la calle donde se encuentra el local de la asociación. En todas hay un elemento común: florecillas. Cada año las calles de Gràcia escogen la temática de la calle, que siempre es muy y muy secreta y te la dicen a escondidas como si fuera un secreto de estado cuando lo preguntas antes del verano (si es que tienes la suerte de que te la digan). El infierno, la granja o la Atlántida son algunas de las temáticas con las cuales se ha decorado la calle que este año hace 150 años que se adornó por primera vez. Y en eso se han inspirado este año: recuperando fotografías y documentos sobre cómo era aquel adorno, lo recrearán con los materiales reciclados actuales. Así pues, garrafas de agua, papel recortado o bolas de papel maché se convierten en flores y plantas que adornarán la calle.
En una mesa, recortando florecillas, Toni Mañané, presidente de la Asociación de la Calle Llibertat explica que este año la fiesta estará muy enfocada hacia los vecinos: "organizaremos muchas actividades destinadas a la vecindad, a engañar el calor y a que nos podamos reencontrar durante unas horas después de estos dos años difíciles que hemos tenido". Este pequeño oasis de tranquilidad contrasta con lo que encontramos si andamos cinco minutos en dirección a Diagonal: "Es un espíritu de villa, tú paseas por Gràcia y saludas a los tenderos de toda la vida —aunque hay muchas tiendas nuevas—, las personas mayores que no sabes ni cómo se llaman te saludan, este es el espíritu. Y cuando haces un llamamiento, como cuando hicimos la recogida de alimentos durante la pandemia o ahora por fiesta mayor, la gente se vuelca", explica.
"Aquí estoy en mi salsa, no me duele la cabeza ni me duele nada. Aquí soy feliz"
Dentro del local, entre estantes llenos de material etiquetado y recuerdos de los adornos de otros años, un señor de 82 años sentado en una mesa repasa flores en papeles de colores. Antonio se pasa el día en el local, incluso antes de que abrieran regularmente, iba cada día: abría la puerta y se ponía a trabajar. Explica que en un rato se marchará para casa, pero que mañana volverá porque hay mucho trabajo que hacer. Él es de Castilla y hace muchos años que vive en Barcelona y colabora con el adorno: "Aquí estoy en mi salsa, no me duele la cabeza ni me duele nada. Aquí soy feliz".
Muchas de las personas que colaboran en el adorno no son de la calle, de hecho hay muchas que se llevan el trabajo para hacerlo en casa y traerlo directamente acabado. Con un sombrero de paja en la cabeza y cortando porespán con una sierra totalmente casera, Garret es del Reino Unido pero vive en Barcelona y se enamoró de las Fiestas de Gràcia. El año 2016, pasando por la calle Llibertat vio la persiana del local a medio subir y un cartel al lado que decía "necesitamos manos". Hacía tiempo que él colaboraba llevando cartones de leche y otros materiales cuando pedían, y en aquel momento decidió dar el paso: "quería vivir las fiestas desde dentro, no solo como espectador". Le dijeron que se encontraban cada sábado; aquel fin de semana fue y ya hace seis fiestas mayores que es una de las manos que hace posible el adorno.
Vecinos y vecinas, personas que ya se han trasladado pero siguen teniendo el vínculo con la calle, amigos engañados para pasar la tarde adornando y curiosos que deciden ayudar, junto con la estructura y la experiencia de tantos años crean un engranaje perfecto. Las flores de la calle Llibertat son posiblemente la metáfora perfecta para describir lo que son las Fiestas de Gràcia. Unas obras de arte preciosas, hechas con ingenio y delicadeza, todas diferentes pero todas en sintonía. Cada calle con su mundo pero con todas las manos trabajando juntas para mantener viva la tradición.