"Estamos aquí para volver a ser seres humanos, para ponernos ropa bonita, bailar y disfrutar de cosas que no existen a nuestra realidad". El aquí en cuestión es el programa Rehabilitation Through the Arts (RTA), una iniciativa que ofrece talleres artísticos en disciplinas como el teatro, la música, la danza, la escritura, la poesía y las artes visuales, a centenares de presos de una decena de centros penitenciarios del estado de Nueva York. De esta manera se da una cierta salida a los internos, y herramientas para reconectar con sus emociones más escondidas y para transformar sus vidas.

Historia de redención y segundas oportunidades

"Estamos aquí para volver a ser seres humanos", escucharemos, mientras Las vidas de Sing Sing, cinta que hoy ha llegado a las salas de cine, ya nos ha presentado al grupo protagonista de esta historia de redención y segundas oportunidades, situada, como el título indica, en la prisión que acogió, en su momento, el mafioso Lucky Luciano o el matrimonio formado por Ethel y Julius Rosenberg, los primeros civiles ejecutados por espionaje a la historia de los Estados Unidos. Los encargados de hacer avanzar la narración son internos mucho menos mediáticos, como mínimo hasta ahora, no es poca cosa aparecer en una película destinada a acumular un puñado de nominaciones a los próximos Oscars. Porque una de las gracias del filme que nos ocupa es que son antiguos reclusos que participaron en el RTA los que se interpretan a sí mismos, compartiendo protagonismo con dos actores profesionales: uno es Colman Domingo, conocido por series como Fear the Walking Dead o Euphoria y nominado al Oscar el año pasado por Rustin, y que repetirá este año, si no hay sorpresas de última hora. El otro es Paul Raci, también aspirante a la estatuilla de Hollywood hace unos años por su trabajo en Sound of Metal.

Greg Kwedar y Colman Domingo, director y protagonista de Las vidas de Sing Sing

Las vidas de Sing Sing centra su acción en el día a día de los presos que se han adscrito en la rama teatral del programa RTA, y, en concreto, de uno de sus fundadores, John Divine G. Whitfield (el personaje de Colman Domingo), líder de la decena de compañeros que forman parte de la compañía escénica. Nuestro hombre acostumbra a protagonizar las adaptaciones shakespearianas que llevan a cabo, El sueño de una noche de verano o El Rey Lear, y de vez en cuando incluso escribe algunas piezas originales. Ahora, en el momento en el cual empieza la película, tiene claro que es el Hamlet perfecto para la próxima representación. Incluso cuando, planteando qué montaje será el siguiente, aparece la loca idea de hacer una comedia ("ya vivimos bastantes dramas aquí dentro") que tiene que mezclar al príncipe de Dinamarca con viajes en el tiempo, gladiadores, cowboys, piratas o, incluso, con Freddy Krueger. La obra, por cierto, se representó en realidad el año 2005, bajo el título Breakin' the Mummy's Code, y servía como leitmotiv de un artículo firmado por John H. Richardson para la revista Esquire, que sirve de base del largometraje que nos ocupa.

Las vidas de Sing Sing navega entre ensayos, pequeñas discusiones y ejercicios escénicos, y subraya los hilos de luz entre tantas sombras de la vida entre rejas, un oasis en medio de la violencia y la oscuridad

Las vidas de Sing Sing navega entre ensayos, pequeñas discusiones y ejercicios escénicos, y subraya los hilos de luz entre tantas sombras de la vida entre rejas, un oasis en medio de la violencia y la oscuridad. Pero no todo es amable en la cotidianidad de los protagonistas: cuando suena una alarma, Divine G. se tira al suelo, brazos abiertos, pidiendo al Cielo que ningún guardia lo tome por una amenaza. O cuando toca un registro aleatorio de la celda, no hay ningún cuidado hacia los objetos personales de los presos. Así funcionan las cosas, una prisión no es ninguna fiesta. En todo caso, el filme no juzga nunca a los personajes, de los cuales sabemos muy poco, ni de sus actividades ilegales ni de las razones por sus condenas. Es mucho más relevante hacernos testigos de sus transformaciones íntimas, de sus reconexiones con quien eran antes de delinquir. Igual que conseguía y consigue el programa RTA con los presos reales, Las vidas de Sing Sing ofrece un respiro a sus personajes, tal como hacía aquel pajarillo con Burt Lancaster en la maravillosa El hombre de Alcatraz (1962).

Conmovedora sin efectismos, navegando con habilidad por las aguas difusas entre la realidad y la ficción, Las vidas de Sing Sing reafirma el poder sanador y catártico del arte, incluso para las almas más desahuciadas

Aparte, el filme gana profundidad emocional cuando penetra en la personalidad y las circunstancias de Whitfield y en el poderoso vínculo que crea con un recien llegado a la formación teatral: Clarence Divine Eye Maclin. Es el Maclin real quien, en un magnífico ejercicio de autoficción, interpreta una versión más joven de sí mismo, ofreciendo crudeza y vulnerabilidad, y plantándole cara de manera sorprendente a un actor tan consolidado como es Colman Domingo. El excelente trabajo de Maclin, como el de otros expresos reconvertidos en estrellas de cine, aumenta las dosis de autenticidad de la propuesta, y no hace más que reafirmar la eficacia redentora de Rehabilitation Through the Arts. Y, de la misma manera, demuestra el cuidado y la sensibilidad que el director y guionista Greg Kwedar (con experiencia como docente de reclusos) regala a su reparto.

Clarence Divine Eye Maclin plantando cara a Colman Domingo

Otro de los aciertos de la puesta en escena propuesta por Kwedar, con incontables primeros planos y enganchando la cámara a los personajes, tiene que ver con un singular compromiso con la verdad que consigue que el espectador empatice con los sueños y las esperanzas de estos actores encarcelados. Conmovedora sin efectismos, navegando con habilidad por|para las aguas difusas entre la realidad y la ficción, Las vidas de Sing Sing reafirma el poder sanador y catártico del arte, incluso para las almas más desahuciadas.