Laura Jou tiene una larga experiencia en el mundo de la televisión y el cine. Este año ha estrenado, con éxito de crítica, su primer largometraje, La vida sin Sara Amat. Jou ha participado en las FX Woman Talks, organizadas por la FX Animation & 3D Film School, dedicadas a la marginación de la mujer en el sector audiovisual y de la animación.

 

¿Cuál es su experiencia en el mundo del audiovisual?

Empecé como actriz en 1992, al salir del Institut del Teatre. Como actriz de teatro, tuve una carrera meteórica, trabajando con grandes compañías. Empecé muy fuerte, y después de 9 años tuve un parón y eso me hizo reflexionar. Me planteé si podía trabajar en una cosa en la que yo no podía generar trabajo, en qué tenía que esperar a que me llamaran. Me preocupaba eso y me pregunté qué podía hacer. Me interesaba la dirección y empecé a hacer de coach para trabajar con niños, en el cine. Es una cosa que a los directores no les suele gustar. Estuve 10 años trabajando e hice 24 películas y 18 series. Pero más tarde tuve la necesidad de reafirmarme como artista, e hice el cortometraje No me quites que tuvo muy buen recorrido y muchos premios... Y a partir de eso salió la película La vida sin Sara Amat, un encargo del Isona Passola, que es la productora.

He aprendido a moverme con discreción con la jerarquía machista

¿Y cómo le ha ido como mujer en este mundo?

A mí me ha coincidido que mi primera película se ha hecho durante la tercera oleada feminista y me ha ido muy bien. Antes he vivido siempre una sensible discriminación por ser mujer: los hombres siempre eran los que tenían los cargos. Y he aprendido a moverme con discreción con esta jerarquía. Ahora tengo la sensación de que hay más facilidades y de que hay una mirada más atenta para las mujeres. Queda mucho por hacer, porque eso se tiene que hacer desde la educación, y eso lleva muchos años...

¿Cómo llega a hacer La vida sin Sara Amat?

La vida sin Sara Amat sale de una manera muy peliculera. Yo presenté mi cortometraje No me quites en los Premios Gaudí, y allí coincidí con Isona Passola, que ya me conocía de Pan negro. Cuando se enteró de que había hecho un corto y que podía ponerme al frente de una dirección, me hizo la propuesta de hacer una película que en aquel momento no tenía ni guion, la adaptación de La vida sin Sara Amat. Le dije que sí, enseguida...

¿No se había planteado antes, pasarse a la dirección?

Antes me lo había planteado, pero siempre me venían los miedos... No le daba valor a la experiencia que he ido cogiendo a lo largo de mi carrera... Al estar a los rodajes aprendes mucho. La experiencia es un grado. Yo he aprendido rodando con grandes directores, como Iñaturri, Bayona, Villaronga... No he estudiado cine, pero el trabajo con esta gente te da mucho conocimiento... Aprendes mucho con el goteo de ver día a día cómo explican una historia que está sobre un guion. Eso te da oficio. Y así es como he aprendido.

Me ha llegado este trabajo en la madurez, pero yo ya no vuelvo atrás

¿Y cómo se ha sentido haciendo de directora?

Me he encontrado como pez en el agua, quizás porque soy piscis... Sentí que aquello era lo que siempre había querido hacer. Quería levantarme temprano para seguir haciéndolo. No quería volver a casa. No miraba el reloj en todo el rato... Tenía la sensación que estaba en el lugar donde tocaba. Fue lo que los chilenos llaman un "alcachofazo". Ya no quiero hacer de coach. Me ha llegado este trabajo en la madurez, pero yo ya no vuelvo atrás.

¿Se esperaba el éxito de crítica de La vida sin Sara Amat?

Quizás no tanto... En el mundo del cine hay vacas gordas, unos personajes intocables que no se pueden criticar. Y los críticos sólo pueden decir realmente lo que piensan, porque no tienen intereses, cuando sale alguien nuevo. Por eso cuando saqué la película pensaba que a mí se me podrían cargar. Pero no pasó... Tanto los críticos como el público, la gente de la calle, me trataron muy bien.

Me siento como un poco como un alma gemela de Pep Puig

¿Pep Puig colaboró en el rodaje?

Lo tuvimos muy en cuenta. Ahora él y yo somos amigos. Estuvimos haciendo reuniones para preparar la película... Yo he sido muy fiel a su novela. A través de la dirección y de la fotografía he intentado recrear las atmósferas literarias que él refleja en el libro. Y tenemos muchas experiencias comunes, por la edad... Me siento como un poco como un alma gemela de Pep, aunque él es de Terrassa y yo de Barcelona.

¿Qué es La vida sin Sara Amat?

Es la historia de dos niños que se hacen mayores a escondidas de los mayores (aunque eso parezca un juego de palabras). Los niños siempre crecen a escondidas. Crecen por la noche, cuando los padres no los ven. Descubren cosas vitales cuándo los padres están fuera de casa, o cuándo están en el cole... Eso está muy presente en la película. Hay una niña que se escapa jugando al escondite y que aparece a la habitación del niño que está enamorado de ella. Allí los dos se hacen mayores, a escondidas de todo el mundo.

Quería expresar la necesidad que tienen algunas personas, especialmente las mujeres, de romper con un mundo cerrado

¿Qué hay de usted en Sara Amat?

El personaje tiene mucho de mí, porque cuando el guion estuvo acabado quise acabar de explicarlo mediante la dirección. Me rompí los cascos y dediqué mucho tiempo a explicar un personaje muy contradictorio y complejo como es Sara Amat, una chica que se siente ahogada en un pueblo y que tiene necesidad de conocer un mundo más grande. Es una de tantas heroínas que tiene que dejar su pueblo para ir a un mundo que la llama, un mundo donde poder dar pie a su personalidad. Yo había hecho la película Laia con Lluís Danés, como directora de actores, y me impresionó mucho la historia de Espriu... Me parece que es una novela internacional; tendría que serlo, a la altura de Anna Karenina. Creo que me llevé el espíritu de Laia y lo proyecté en Sara Amat. Quería expresar la necesidad que tienen algunas personas, especialmente mujeres, de romper con un mundo cerrado, donde todo es provinciano y pequeño y abrirse a la luz. Sara es una inconformista, y yo también lo soy.

Estrena una película con actores infantiles sin experiencia previa en el mundo del cine. ¿Cómo fue?

Este es mi fuerte. Puse en práctica en La vida sin Sara Amat todo lo que había aprendido de cómo hacer un casting con niños. Trabajamos sin guion. Los niños no lo tuvieron hasta el último día. En persona vimos a 1.000 niños, después de seleccionar a 20.000 por mail. Y una vez tuvimos los protagonistas, todo el equipo fuimos de colonias y allí los convertimos en un grupo, un grupo real, con vínculos reales, con memoria emocional real... Les explicamos la película poco a poco y ellos la trabajaban con sus palabras. Y yo barría sus palabras hacia el guion... Una forma de trabajar muy poco usual.

¿A la película le queda recorrido?

Ahora entraremos en una rueda de festivales, y a partir de aquí los filmes acostumbran a tener una cierta resonancia. En realidad, La vida sin Sara Amat todavía se puede ver en el Cine Maldà, lleva 2 meses allí...

La película que estamos preparando con Bayona y Atienza será muy desvergonzada y muy atrevida

¿Cuáles son sus proyectos de futuro?

Estoy trabajando en una nueva película, producida por Juan Antonio Bayona y Belén Atienza, que está todavía en fase de desarrollo. Llevamos tres años con el guion, y todavía estamos introduciendo cambios. Cuesta mucho levantar una película... La obra es protagonizada por una mujer de 60 años, una auténtica heroína. Tiene muchas tintas de tragedia; en realidad, hay momentos difíciles de mirar, porque enseña cosas que no son muy agradables, que hacen daño... A mí me fascina lo ruin, lo oculto, lo que todo el mundo esconde... La película que estamos preparando será muy desvergonzada y muy atrevida. No puedo explicar nada más.