Explicaba que su vida había empezado como un cuento de hadas. Y, también, que la felicidad acabó demasiado pronto. "Durante el resto de tus días... tiras adelante como buenamente puedes". Fue la viuda de Hollywood con solo 32 años, pero también representó la elegancia y el glamur como nadie. De femme fatale a comediante de primera división, protagonizó filmes importantísimos aunque siempre dio la sensación que la industria no supo aprovechar lo suficiente su talento, asumió la madurez rescatada por el teatro y triunfando en los escenarios de Broadway, y no dejó de trabajar hasta su muerte. También estuvo a punto de casarse con Frank Sinatra, y nos ofreció la cara de decepción y de enfado más sincera de la historia de los Oscars después de perder uno que parecía cantado. Fue, en definitiva, una de las grandes damas del cine clásico norteamericano, toda una leyenda.

Fue, en definitiva, una de las grandes damas del cine clásico norteamericano, toda una leyenda

Nacida ahora hace cien años (el 16 de septiembre de 1924), y traspasada hace diez (el 12 de agosto de 2014), Betty Joan Perske, más conocida como Lauren Bacall, irrumpió en la pantalla con su voz grave, estilosa e insolente, enseñando a silbar a Humphrey Bogart en Tener o no tener (Howard Hawks, 1944). "Junta los labios y sopla", le decía. Llegó a aquel primer rodaje después de protagonizar una portada de la revista Harper's Bazaar y salió convertida en estrella y con una historia de amor bigger than life. "Prepárate, porque he descubierto a una chica que puede ser tan cínica como tú", había advertido Hawks al eterno Bogey. Ella tenía 19 años, y él tenía 44 y estaba casado.

A pesar de las crónicas de la prensa amarilla de la época mostraban una imagen dura y amarga, gente próxima a Bogart lo definían como un romántico más bien blando y nada mujeriego. No debatiremos aquí sobre la pureza de su relación, ni sobre la diferencia de edad ("lo mejor que me pasó en la vida", escribiría ella misma en su autobiografía, By Myself, muchos años más tarde). Lo que sí es un hecho indudable es de dónde procedía su química a la pantalla, que se reprodujo hasta tres veces más: en la deliciosa El sueño eterno (1946, de nuevo a las órdenes de Hawks), a Camino oscuro (Delmer Daves, 1947) y a Cayo Largo (John Huston, 1948).

Comprometidos y vividores

Bogey y Betty (el nombre de Lauren quedaba solo para los títulos de crédito) también encabezaron (junto con otros representantes del sector más liberal de Hollywood como Gene Kelly, William Wyler, Danny Kaye o John Huston) la icónica Marcha de Washington hacia el Capitolio, una iniciativa nacida contra el trabajo de aquel funesto Comité de Actividades Antiamericanas, que, con apoyo del Congreso y convencido de que Hollywood era un foco de comunistas que envenenaban el país con películas subversivas, había empezado sus interrogatorios en primavera de 1947. Unos meses terribles en los cuales muchos denunciaron compañeros de profesión (entre los delatores. Walt Disney, Louis B. Mayer, Ronald Reagan o Elia Kazan) y ya se habían elaborado listas negras, aquellos cancelados Diez de Hollywood que tuvieron que escoger entre el exilio y la prisión. Y, esto no es tan conocido, Bogart y Bacall fueron miembros fundadores del Rat Pack. Ciertamente, el nombre de la banda trascendió años más tarde, en torno a Frank Sinatra y con Dean Martin y Sammy Davis Jr. como cómplices. Pero aquel exclusivo grupo de celebridades reunidas, fundamentalmente, para pasárselo pipa había nacido antes, como Holmby Hills Rat Pack, con miembros como David Niven, Judy Garland, Spencer Tracy y el mismo Sinatra.

La pareja Bogey-Betty tuvo dos hijos (ella tendría uno tercero, años más tarde, con el también actor Jason Robards) y estuvo casada durante doce años, hasta que un maldito cáncer de esófago se llevó al actor, convirtiéndola en una viuda precoz. Fue entonces cuando Bacall y Sinatra, que era buen amigo del matrimonio y fue una ayuda constante durante la agonía de Bogart, consumaron su atracción. "El hecho de estar sola fue crucial. Odiaba oír que mi vida se había acabado con 32 años. Y ya no me apoyaban ni a mi madre ni en Bogey". Llegaron a comprometerse, pero Sinatra protagonizó una escapada impresentable, dejándola por teléfono cuando la noticia de la futura boda se filtró en la prensa. "En realidad me hizo un gran favor, salvándome del desastre que habría provocado nuestro matrimonio. Probablemente, él ya sabía que no podía funcionar. Pero la verdad es que se comportó como un mierda", escribiría Bacall. No volvieron a dirigirse la palabra durante años.

Volviendo a la Lauren Bacall actriz, la relación con Bogart frenó sus explosivos inicios: "Él era muy conservador. No quería a una actriz como esposa. Me decía que me amaba, y que si quería una carrera haría todo lo posible para ayudarme, pero entonces no se casaría conmigo". Lo consiguió a medias, porque Betty haría películas como El trompetista (con Kirk Douglas, con quien había salido brevemente durante la etapa que compartieron como estudiantes de la Academia Americana de Arte Dramático), Escrito en el viento (un poderoso drama de Douglas Sirk con Rock Hudson) y las estupendas Cómo casarse cono un millonario (compitiendo en glamur con Marilyn Monroe) y Mí desconfiada esposa (mordiéndole la oreja a Gregory Peck), que la revelaron como una más que valiosa comediante.

1946
Bogey y Betty, amor de película en el Hollywood clásico

Menospreciada por Hollywood, salvada por el teatro

"Creo que muchos directores nunca pensaron en mí como nada más que la mujer de Bogie. Eso no me podía llevar a tener una gran carrera. Supongo que gané algunas cosas y perdí otras. Es lo que escogí. No sentí que llegaba a ser yo misma hasta que subí a un escenario", diría Lauren/Betty Bacall. Le darían la razón dos premios Tony, uno el año 1970 por su papel en Applause, la adaptación musical de 1970 de la mítica Eva al desnudo en la cual heredaba al personaje de Bette Davis. Y el otro, en 1981, por Woman of the Year, interpretando el papel que en cine había hecho su gran amiga Katharine Hepburn (se hicieron íntimas, en pleno rodaje de La Reina de África).

Todavía la veríamos en la pantalla en unos cuantos títulos más, como Misery (1990), Pret-a-porter (1994) o aquel El amor tiene dos caras (1996) que, dirigida por Barbra Streisand, la llevaría a las puertas del Oscar por primera y única vez. Todo el mundo la daba por ganadora, pero se lo llevó Juliette Binoche por El Paciente Inglés, y la cara de fastidiada de Bacall fue todo un poema. Después le concederían uno honorífico, haciendo justicia a todo un icono del cine.

Cerramos este recuerdo y homenaje a Bacall con un fragmento de su autobiografía, donde definía los años con Bogart como "los mejores de mi vida, porque conocí a un hombre que me adoraba y que me lo enseñó todo sobre la vida, el cine y me presentó personas talentosas y creativas. Y toda su absoluta devoción a la verdad, la honestidad, el honor y las carcajadas. Todo. ¿Cómo puedo creer que los años que me cambiaron completamente no me dieron la felicidad?".