Pasear por la calle Aiguafreda, en el barrio de Horta, representa un verdadero viaje en el tiempo. Se trata de una calle que era habitada por lavanderas, y que conserva algunos lavaderos antiguos, donde se dedicaban profesionalmente a lavar la ropa. En realidad, había habido lavaderos de este tipo en muchas otras zonas de Horta, pero con las remodelaciones urbanísticas han ido desapareciendo. Probablemente si estos lavaderos han sobrevivido es porque están en una zona periférica: entre la boca norte del Túnel de la Rovira y la estación de metro de Horta.
Casas populares
En la calle Aiguafreda hay ocho casas bajas, y cada una de ellas tiene su lavadero enfrente, al otro lado de la calle. El lavadero está acompañado de un pozo, de donde se sacaba, con cubos, el agua necesaria para hacer la colada. Algunas de las casas también tienen un pequeño patio, con huerto o jardín. Aunque se trata de un barrio modesto, las casas están muy limpias y bien cuidadas, y los vecinos se preocupan de tener plantas en la calle. Ahora bien, los vecinos denuncian que grupos de turistas rompen la tranquilidad del lugar y piden respeto a los que vayan a visitarlo.
Al servicio de la burguesía
En muchas casas de Barcelona, hasta mediados del XX, no se lavaba la ropa. La calle Aiguafreda, en aquel tiempo, estaba rodeada de huertos y campos. El nombre de la calle viene, justamente, de que había mucha agua en el subsuelo, que salía de los pozos a baja temperatura. En esta zona vivían hombres que trabajaban como jornaleros en las fábricas de la ciudad, o que hacían otros trabajos, como elaborar ladrillos en la misma zona. Sus mujeres, desde el siglo XVIII, se dedicaban a hacer de lavanderas para los burgueses de la ciudad. Recogían la ropa sucia los lunes y la volvían limpia los sábados. Por eso en Horta a estas casas las denominaban "las casas de las lavanderas" y la plaza próxima se llama actualmente "de les bugaderes d'Horta".
Sin lavanderas
La mayoría de los ciudadanos de Barcelona, a pesar de todo, no podían pagar a las lavanderas para que les lavaran la ropa. La mayoría de las mujeres de las clases populares iban a lavar la ropa en el Rec Comtal. El problema es que éste, a diferencia de los pozos de la calle Aiguafreda, tenía el agua muy sucia, porque todo el mundo vertía desperdicios en él. Con la llegada de los lavaderos a todas las casas y, sobre todo, con la aparición de las lavadoras eléctricas, las lavanderas perdieron el sentido y desaparecieron. Pero en la calle Aiguafreda hay mujeres mayores que todavía recuerdan haber ayudado a sus madres, de niñas, en este trabajo.