Supongamos que serían alrededor de las 17h de la tarde cuando Lee Miller salió del campo de concentración de Dachau aquel 30 de abril de 1945, un día después que las tropas americanas liberaran aquella barbarie nazi. Suponemos que Miller estaría estremecida y que se pasó todo el trayecto hasta Munich repasando mentalmente cada una de las fotografías que había hecho. Cuántas almas esqueléticas rebozadas de cenizas, de trocitos volátiles de cuerpos asesinados, pensaría. Tiene que ser indescriptible pisar un lugar donde han quemado a más de 32.000 personas.
Quien sabe, quizás antes de colarse en el apartamento privado que el Führer tenía en la Prinzregentenplatz de Munich, Miller lo maldijo veinticinco veces con el corazón empantanado de lágrimas. Me pregunto si debería sentir un enorme placer agridulce mientras se quitaba las botas llenas de barro, se desabrochaba el uniforme militar y se sentaba desnuda en la bañera del dictador. Sí, seguro que sí. Adolf Hitler y Eva Braun se habían suicidado en su bunker unas horas antes.
¿Quién es Lee Miller?
Salvando las ornamentaciones literarias, los hechos son reales. Aunque parezca imposible que un hito tan increíble no sea vox populi, aunque sólo esté reservada a los amantes de la fotografía o a aquellos eruditos devoradores de libros de historia. Esto pasó y Lee Miller podría haber pasado a la posteridad por la proeza y la exclusividad de su acción artística y reivindicativa. Pero no, todavía hoy, en la sociedad de la información y de Internet, mucha gente no sabe que existió. ¿Quién fue esta mujer y porque en su obituario en el New York Times sólo ponía Lady Penrose?
Modelo, musa, fotógrafa, fotoperiodista y corresponsal de guerra, la gran historia de Elizabeth Miller (1907-1977) empezó con un accidente que quedó en anécdota. Mientras caminaba por Manhattan, un peatón desconocido evitó que un coche la atropellara, pero aquel peatón, de desconocido, no tenía nada: era Condé Montrose Nast, fundador de la revista Vogue. La joven de 19 años, de pelo corto y ojos azules, fue un soplo de aire fresco en un momento en que la publicación pedía a gritos una nueva modernidad. Así es como Miller empezó a hacer de modelo para la revista, donde fue portada el año 1927 en una acuarela de George Lepape. Después de eso, firmas como Chanel apostaron por ella, hasta que una foto suya acabó en un anuncio de compresas, siendo la primera vez que una mujer real aparecía haciendo publicidad de un producto de higiene íntima. No la llamaron más.
De musa de Picasso a fotografiar el Holocausto
Cuando llegó a París conoció a Man Ray, el artista visual norte americano precursor del dadaísmo y el surrealismo. Se convirtió en su obsesión, su amante, su musa y, sobre todo, en la aprendiz que supo hacerse un sitio como artista y fotógrafa. De ella es la frase "prefiero hacer una foto que ser una de ellas". Paralelamente, otros artistas picaban a su puerta: Pablo Picasso la pintó seis veces y Jean Cocteau la incluyó en la película La sangre de un poeta. Pero ella, cansada de la constante batalla de egos del círculo masculino, volvió a Estados Unidos y montó su propio estudio de fotografía, donde retrató, por ejemplo, a Charles Chaplin. Unos retratos que, seguramente, también le recordaban las fotos que su padre le hacía con siete años como parte de un proceso de terapia porque un amigo de la familia la había violado.
Fue el año 1942 cuando se convirtió en corresponsal de guerra para la edición británica de Vogue. Con David E.Sherman, periodista de Life, se incrustaron en el ejército estadounidense y tuvieron acceso exclusivo a un material que la catapultó como una gran fotoperiodista. "No seré la primera periodista en París, pero sí la primera fotógrafa", decía. Cubrió el desembarco de Normandía y el Blitz, documentó el uso de napalm por primera vez en Europa y fotografió la inhumanidad del Holocausto. Y siempre la foto en la bañera con aquellas botas llenas del barro de Dachau bajo la dura mirada de Hitler que es, simplemente, impresionante.
Kate Winslet será Miller en la gran pantalla
Pero Lee Miller nunca superó la barbaridad que presenció. ¿Y es que quién podría? Después de casarse con el artista Roland Penrose tuvo un hijo, Anthony, que siempre la veía enfadada. El estrés posttraumático y la depresión la hundieron en un pozo lleno de olvido y pena, donde aún encontró fuerzas para formarse también como cocinera – su nieta publicó un libro con sus recetas el año 2017. Y la reportera murió con 70 años, por culpa de un cáncer, enterrando con ella todos sus recuerdos. Nunca los compartió con su hijo, quizás porque en el fondo sabía que, tarde o temprano, Anthony encontraría todos los documentos, diarios y negativos que la fotoperiodista tenía criando malvas en la buhardilla. Quizás porque, para ella, recordar aún hacía demasiado daño.
En septiembre del 2020, Movistar+ estrenó el documental Lee Miller: musa y corresponsal de guerra, una producción de la BBC que pasea por la vida de una mujer que cambió el corsé por las trincheras y que lo hizo sin hacer demasiado ruido, con la humildad de no saberse protagonista. Dentro de poco, Kate Winslet la interpretará en un biopic histórico que debería comenzarse a rodar este año; se basará en la biografía The Lives of Lee Miller, escrita por su hijo, quien se ha proclamado fiel divulgador de la historia de su madre. Una historia sobre una mujer en tierra de hombres. Una historia sobre una guerra. Una historia, sobre todo, para no olvidarla jamás.