Cuando un cáncer fulminante se lo llevó prematuramente, con solo 35 años, algunas de las personas que le conocían bien dudaron: “No me lo creí, pensaba que era otra de sus bromas”, explica Danny DeVito al inicio de La comedia y el caos: El legado de Andy Kaufman, el documental que acaba de estrenar Filmin sobre la figura de uno de los artistas más desconcertantes que nunca se haya subido a un escenario con la pretensión de hacer reír. O no, porque hablamos de alguien indefinible, que huía de las normas y las convenciones del stand-up, que rompía cualquier frontera predefinida (o postdefinida) que pueda marcar lo que es y no es comedia, y que convertía cada actuación en una provocación constante que, más que provocar la risa, pretendía violentar a aquellos que le observaban. Si Andy Kaufman estuviera vivo, seguramente se mearía en el eterno y estéril debate sobre los límites del humor.
Andy Kaufman era indefinible, alguien que huía de las normas y las convenciones del stand-up, que rompía cualquier frontera predefinida (o postdefinida) que pueda marcar lo que es y no es comedia
Explicaba el añorado Robin Williams que Kaufman convertía a los espectadores en cervatillos frente a un camión. Ojos abiertos como platos esperando un atropello inevitable. “Lo que más le gustaba era enojar al público y que se largaran”, recuerda en el documental quien fuera su mano derecha, Bob Zmuda. Con una insospechada mezcla de melancolía y sadismo, en un constante salto en plancha a una piscina sin agua, deteniendo el tiempo y usando los silencios para incomodar o para despertar una insoportable vergüenza ajena, potenciando ideas retorcidas y perturbadoras o creando tensión con una mirada perdida, como si fuera el muñeco desorientado de un titiritero completamente ebrio, Andy Kaufman era un revoltoso niño grande haciendo travesuras que nadie había llevado a cabo anteriormente.

Su primera aparición en el legendario Saturday Night Live, en 1975, dejó a todos con el culo torcido: nuestro hombre aparecía con un pequeño tocadiscos y hacía sonar la introducción de los dibujos animados de Mighty Mouse (aquí le conocimos como Super Ratón, el de “no se vayan todavía, aún hay más”). Kaufman parecía atrapado por los nervios del novato, clavado, rígido, como si alguien le hubiera metido un palo de escoba por el culo, moviendo apenas los ojos de lado a lado, probablemente chorreando sudor por la espalda. La canción iba sonando y, al llegar al estribillo, el aparentemente desconectado cerebro del artista se activaba por un instante, una sonrisa aparecía en su rostro, levantaba el brazo derecho al ritmo de la música y hacía un playback momentáneo: “Here I Come to Save the Day”. Y volvía la desconexión. Es quizás la pieza más conocida del repertorio de Kaufman, y un buenísimo ejemplo de su autoconsciente y radical anarquía sobre los escenarios. "Vivía en un mundo paralelo", reflexiona en el documental Lynne Margulies, la que fuera su pareja. En La comedia y el caos: El legado de Andy Kaufman, se explica cómo le marcó un hecho relevante de su autobiografía. Cuando solo era un niño, sus padres le escondieron la muerte de su abuelo, al que adoraba y con quien tenía una relación muy estrecha. El pequeño Andy no entendía que Papu, así le llamaba, se hubiera marchado de viaje sin decirle nada, sin despedirse, haciéndole sentir un abandono inexplicable, un rechazo dolorosísimo que le inoculó una tristeza perpetua que, de alguna manera, trasladaba a su arte.
Thank You Very Much
También sabremos que no tenía ningún interés en protagonizar una sitcom, pero aceptó participar en Taxi, un fenómeno de audiencia emitido por la cadena ABC donde compartía reparto con el antes mencionado Danny DeVito, y que convirtió a su personaje, el entrañable y chapucero mecánico Latka, en un icono televisivo. En la serie, Kaufman reciclaba al Foreign Man que había hecho fortuna en el escenario del club The Comedy Store: el tipo en cuestión era un extranjero que provenía de una isla del mar Caspio, y hablaba en inglés con un forzadísimo acento, cuando no lo hacía en una lengua completamente inventada y llena de palabras formadas por consonantes. Su frase de cabecera era el “Thank You Very Much” con el que despedía las actuaciones, y que justamente es el título original del documental que nos ocupa. Una de las cosas que destapa la película es quien inspiró a Kaufman para construir su Foreign Man. Aquella fue la época en la que introdujo por contrato otra provocación insólita: en Taxi debía aparecer sí o sí, como actor invitado, un tal Tony Clifton, una especie de crooner grosero, pasado de rosca, maleducado, borracho y fumador compulsivo. Gafas oscuras y mostacho, su actuación provocó la irritación de sus compañeros de reparto, ajenos a que bajo el maquillaje de Clifton se escondía el propio Kaufman. No fue flor de un día, porque el personaje fue recurrente en los escenarios y en varios programas de televisión. Y, alimentando la confusión, a veces Clifton estaba interpretado por Bob Zmuda. Todo en nombre del desmadre y la locura.
No hay muchas diferencias entre lo que explica La comedia y el caos respecto de lo que Milos Forman narraba al magnífico biopic Man donde|dónde the Moon (1999), con un superlativo Jim Carrey interpretando al artista. Probablemente porque es imposible ir más allá ni penetrar en una mente impenetrable
La comedia y el caos muestra la vertiente espiritual del artista, convencido seguidor del mediático gurú Maharishi Mahesh Yogi (creador de la Meditación Trascendental y que tenía también a los Beatles como incondicionales), y subraya otra de sus gigantescas excentricidades interpretativas: utilizar un ring de lucha libre (aquello que conocimos como pressing-catch, con peleas que forman parte de un espectáculo casi teatral en el que nada es lo que parece, idea que venía a ser el mantra de nuestro hombre) para soltar consignas misóginas, organizando delirantes combates con mujeres que se presentaban voluntarias para cerrarle la bocaza. "Andy Kaufman in the wrestling match", cantaban los REM. Todo un escándalo que marcó el inicio de un fin profesional que nunca sabremos si habría sido definitivo, porque un cáncer se le cruzó por el camino. "Su carrera se desmoronaba y él lo estaba disfrutando", dice Bob Zmuda en el documental. "Había descubierto que si podía destruir toda su vida... era porque tenía el control". En realidad no hay demasiadas diferencias entre lo que explica La comedia y el caos respecto a lo que Milos Forman narraba en el magnífico biopic Man on the Moon (1999), con un superlativo Jim Carrey interpretando al artista. Probablemente porque es imposible ir más allá ni penetrar en una mente impenetrable. Como cierra el documental, la voz de Kaufman es clara: “Quiero que toda mi vida se vea como una larga, confusa y enorme performance”. Amén.