Imagen superior: Una familia disfruta de la nieve caída en el Tibidabo en febrero de 1931 / Foto: Josep M Sagarra / ANC Fondo Josep M Sagarra

Dentro de la colección Catalunya Desapareguda, la editorial Efadós ha dedicado su 45 volumen a las nevadas históricas en la ciudad de Barcelona desde 1887 hasta el 1985 pasando, claro, por la histórica nevada de la Nochebuena de 1962.

Escrito por el historiador y museólogo Daniel Venteo, autor de una veintena de libros sobre la historia de la capital de Catalunya, entre los cuales Autobiografia de Barcelona, La Barcelona d'entreguerres y Sagrada Família desconeguda, el libro Barcelona sota la neu recopila, a través de más de 160 imágenes -todas ellas, también las más modernas, en blanco y negro- la historia de las nevadas más significativas que ha vivido la ciudad.

El prólogo va a cargo del meteorólogo Tomàs Molina, que se presenta como "hijo de la nevada de 1962" ya que nació al cabo de nueve meses y que destaca esta fascinación de los barceloneses por la nevada, probablemente porque se trata de un hecho que a duras penas se produce un par de veces por década y casi siempre sin que la nieve cuaje pero que no por eso dejan de desear que caiga una nevada que se pueda calificar de histórica: "Sabemos con toda certeza que será un caos, pero también sabemos con toda certeza que será un caos que nos gustará vivir y que no nos perderíamos por nada".

Antes de 1962

En Barcelona nieva poco, pero nieva, y en el ánimo de los barceloneses siempre ha habido el interés de plasmar fotográficamente el efecto de la nieve sobre la ciudad. Tanto es así que los fotógrafos, aficionados o profesionales, del siglo XIX y buena parte del XX no dejaron pasar la oportunidad de inmortalizar nevadas como la de 1887, la más importante del siglo XIX, o las que se sucedieron los años 1914, 1924, 1931, 1948 y 1954.

Todas estas nevadas posibilitan una recopilación fotográfica que cumple un doble objetivo, ver no sólo una Barcelona blanqueada, sino también al mismo tiempo recordar cómo era la ciudad hace más de cien años, todavía con veleros en el Puerto y tranvías por las calles. Además, también permite redescubrir que Collserola y en especial el Tibidabo ya era entonces un destino recurrente para las jornadas de nieve.

"Salíamos de la Misa del Gallo..."

Hay generaciones que lo han oído una y otra vez, y aunque no lo vivieron casi parece que sí que estuvieron de tantas veces que lo han escuchado. Y es que la nevada de 1962 no sólo es importante por su magnitud, sino también por una puesta en escena inmejorable. En una sociedad en que ir a la Misa del Gallo -la celebración del nacimiento de Jesús que se celebra en las iglesias la medianoche del 24 al 25 de diciembre- era un hecho multitudinario, es difícil imaginar una estampa más navideña que salir del templo en plena nevada. Para convencer los más descreídos, vaya.

En todo caso, la cuestión es que el día de Navidad de 1962 es el más blanco que recuerda la memoria de los barceloneses. También la fotográfica, dejando imágenes ya icónicas como las de esquiadores aprovechando la pendiente de la calle Balmes o incluso a la plaza de Catalunya (imagen escogida para la portada del libro).

De hecho, aunque la gestión de la nevada por parte del ayuntamiento Porcioles fue nefasta, los servicios municipales quedaron desbordados, se movilizaron soldados de leva armados con palas y se tuvieron que pedir a Andorra un buen número de máquinas quitanieves, la nevada fue acogida con muestras de alegría por una población que todavía hoy recuerda con cierta excitación los sucesos de aquellos días.

Un grupo de jóvenes levanta un muñeco de nieve a la plaza de Catalunya en 1983 / Foto: Pérez de Rozas / AFB

Después de 1962

La de 1962 marcó un antes y un después, y las nevadas posteriores nunca han tenido el tamaño de aquella Nochebuena tomada ya como referencia de todas las nevadas. Con todo, la nieve ha visitado de forma esporádica la capital catalana en los últimos años, con una frecuencia aproximada de una a tres veces por década.

La nevada importante más reciente fue la del 2010, aunque no forma parte del propósito de este libro, que sí recuerda las blanqueadas de 1981, 1983 y especialmente la de 1985, que permitió a los niños barceloneses ver al mismo tiempo dos de las cosas que les hacen más ilusión, la nieve y... la cabalgata de Reyes. ¿Nevará este año?