Paul Thomas Anderson es uno de los directores que ha modelado el cine del nuevo milenio. Lo descubrimos con dos obras magistrales cómo son Boogie Nights (fascinante retrato del mundo del porno a la década de los setenta), y Magnolia (protagonizada por un Tom Cruise exquisitamente desatado). Trayectoria que seguiría creciendo con Embriagado de amor (nunca nadie ha conseguido que Adam Sandler firmara una interpretación tan sublime) y Pozos de ambición (con Daniel Day-Lewis en su máxima expresión). Filmografía a la que ahora suma una nueva entrada con la comedia coming-of-age Licorice Pizza, una de aquellas películas de aspecto menor que acaban resultando enormes.
Aparentemente, Licorice Pizza no es más que el relato de un amor adolescente. Una historia tan recurrente como un primer enamoramiento juvenil que consigue reivindicarse como una de las mejores películas del año gracias a un guion con momentos geniales, una fotografía exquisita, un estilismo y vestuario perfectamente diseñado y, muy especialmente y sobre todo, unas actuaciones estelares. Destacan sus secundarios, nómina de intérpretes donde encontramos nombres infalibles como Sean Penn, Bradley Cooper, Tom Waits, Harriet Sansom Harris, Maya Rudolph... Pero si la nueva de Thomas Anderson esconde un secreto para su éxito, este es su magnética pareja de protagonistas, los debutantes Alana Haim y Cooper Hoffman.
La peor músico, la mejor actriz
Mordechai Haim fue un futbolista israelí profesional, miembro de aquel Maccabi Jaffa que consiguió quedar segundo de la Israeli Premier League, la temporada 1976-77, clasificándose así para jugar competiciones europeas. Grandes días de gloria, aquellos pretéritos. Colgadas las botas, emigró a los Estados Unidos donde, como muchos otros antes y después, se reinventó.
Establecido en Los Ángeles lo intentó en el mundo de la música formando la banda Rockinhaim, grupo donde conocería a su mujer Donna, una profesora de instituto que en sus primeros años de juventud había ganado varios concursos de talentos. El grupo fracasó, pero el amor triunfó. La pareja viró su destino vital hacia la agencia de propiedades e inmuebles. El 14 de marzo de 1986 nació su primera hija, Este. Tres años más tarde, el 16 de febrero de 1986, la segunda, Danielle. La pequeña, Alana, nació el 15 de diciembre de 1991.
Las tres hermanas decidieron seguir la vocación frustrada de sus padres formando la banda HAIM: En algún lugar donde confluyen Fleetwood Mac, Joni Mitchell y The Bangles, debutaron con el disco Days Are Gone (2013). Después vendrían Something to Tell You (2017) y Women in Music Pt. III (2020). Los tres discos, álbumes que las significarían como una de las bandas referenciales del indie actual, son golosinas para los amantes de las melodías plusquamperfectas. Dice Paul Thomas Anderson que como músico Alana es la peor de las tres hermanas. Como actriz no tiene competencia, por eso la escogió para protagonizar su Licorice Pizza (Este y Danielle también actúan en el film). En el nuevo largometraje del director norteamericano da vida a Alana Kane, una joven que emana magia, pero que no se acaba de encontrar. Cuando sonríe, la cámara queda hipnotizada.
En el nombre del padre
Philip Seymour Hoffman fue uno de los actores más extraordinarios de su generación. Un intérprete de una sensibilidad superior que acabó devorado por sus demonios y fantasmas interiores. La carrera de Seymour Hoffman es una constante de incunables del séptimo arte. Supimos de él gracias a Esencia de mujer. La lista de títulos que vendría después da miedo de buena que es: Twister, El gran Lebowski, Happiness, El talento de Mr. Ripley, Casie famosos, La guerra de Charlie Wilson, Antes que el diablo sepa que has muerto, Synecdoche, New York, Moneyball o Capote, interpretación, esta última, por la cual ganó un merecidísimo Oscar. Tendría que haber ganado más si tenemos en cuenta que a lo largo de su carreta también participó de proyectos como Boogie Nights, Magnolia o Embriagado de amor, películas que tienen como común denominador haber sido dirigidas por... Paul Thomas Anderson.
Philip Seymour Hoffman murió en Nueva York el 2 de febrero de 2014. Da igual el motivo. Lo venció aquella tristeza que, a pesar del éxito que alcanzó como actor, y aquella felicidad y paz emocional que le regalaba su pareja de siempre, la directora de vestuario Mimi O'Donnell, lo acompañó toda la vida. Hoffman tenía 46 años, cuando nos dejó. Su hijo mayor, Cooper (2003), 11. La pareja tuvo dos hijas más, Tallulah (2006) y Willa (2008).
Y entonces, hay un momento en qué, sentado en la butaca del cine, mirando mesmerizado la pantalla grande, piensas que hay alguna cosa en aquel joven actor que da vida a Gary Valentine, una estrella del cine infantil y empresario precoz con formas de estafador de pacotilla que se enamora perdidamente de la Alana, que te es familiar. Es su fisonomía, su media sonrisa engatusadora, aquella manera de actuar tan natural que seduce el celuloide. Y entonces acaba la película y te apuntas mentalmente su nombre: Cooper Hoffman. Y tan pronto como puedes entras en IMDB y descubres que es el hijo de Philip Seymour Hoffman y que este es su debut, el primer papel de una trayectoria que se intuye brilante.