"Mi padre decía que un solo hombre no podía hacer nada. Eran jóvenes, con una ideología y solo pensaban en una cosa: escapar del infierno para volver a luchar contra Franco". La historia de Joan Tarragó es tan excepcional como la de los millares de milicianos y milicianas republicanos que lucharon contra Franco. En su caso, sin embargo, la excepcionalidad, va un poco más allá.

Joan Tarragó junto con su hijo Llibert y el resto de su familia

Tarragó fue capturado por los nazis en Épinal, una pequeña ciudad del norte de Francia, no muy lejos de Estrasburgo. Al perder la Guerra Civil, Tarragó se había enrolado a la resistencia francesa para seguir combatiendo el fascismo, ahora en la Segunda Guerra Mundial. Era 19 de junio de 1940. El 23 de enero de 1941 lo deportaron en el campo de concentración de Mauthausen. Su número de ingreso fue el 4.355.

Aunque preso, Tarragó no se rindió. Junto con otros deportados miembros del PSUC, de las Juventudes Socialistas Unificadas y del Partido Comunista de España, organizó una red de resistencia dentro del campo de concentración. Joan Tarragó era el encargado de robar comida y medicinas de la cocina del Schutzstaffel, las temidas SS. El bote conseguido lo repartía de forma solidaria entre el resto de compañeros.

Escapar del infierno gracias a la literatura

Consciente de que la cultura también era necesaria para sobrevivir, decidió abrir en Mauthausen una biblioteca clandestina. Tarragó recuperaba los libros que los nazis sustraían a los presos franceses e italianos recién llegados al campo. Los escondía en un armario del barracón 13. Llegó a reunir hasta 200 volúmenes de autores como Émile Zola, Victor Hugo, Fiódor Dostoievski o Maksim Gorki.

Joan Tarragó (izquierda) con Montserrat Roig

El testigo de Tarragó, que sobrevivió al horror de Mauthausen volviendo a disfrutar de la libertad el 5 de mayo de 1945, el día que las tropas americanas entraron en el campo, quedó recogido a Els catalans als camps nazis, el libro referencial de Montserrat Roig. Una historia, como decíamos, excepcional (el mateix Joan Tarragó la explicó en sus memorias Heretar Mauthausen), que ahora también ha sido explicada en Stendhal en Mauthausen, relato escrito por Llibert Tarragó, hijo de Joan, periodista de profesión. Hijo de un hombre que siempre lucho por a libertad, el nombre de Llibert seguro que no es casual. 

Consciente de que la cultura también era necesaria para sobrevivir, decidió abrir en Mauthausen una biblioteca clandestina

Nacido en Francia, no fue hasta 1993, el año que murió su madre, Rosa Esteve, que Llibert sintió la necesidad de zambullirse en la cultura de sus padres. Fue en este proceso de reencuentro que cayó a sus manos La plaça del Diamant. Diez años más tarde, impulsado por aquella lectura iniciática, y quién sabe si por la tarea de bibliotecario clandestino de su padre, fundó Tinta Azul, una editorial francesa dedicada a traducir literatura catalana de calidad. Su primera referencia fue Pedra de tartera, de Maria Barbal. "La biblioteca se escondió en un barracón, al mando de un tal Azaustre, otro deportado español, que cuando volvió a España, acogía clandestinamente a Jorge Semprún cuando iba a Madrid," ha explicado Llibert Tarragó, que hoy presentará su libro al Congreso de los Diputados, a la agencia EFE.

Un resistente francés me explicó cómo La cartuja de Parma de Stendhal resultó muy importante para él. Consiguió escaparse de aquel infierno gracias a la literatura

Para escribir su libro, un relato dividido en dos partes, una primera en que Llibert explica su vida como hijo de exiliado, y una segunda en que rememora el trayecto vital de su padre, Tarragó se entrevistó con prisioneros que utilizaron esta biblioteca: "Ellos me decían que leer era sobrevivir en el infierno. Un resistente francés me explicó cómo La cartuja de Parma de Stendhal resultó muy importante para él. Consiguió escaparse de aquel infierno gracias a la literatura".

De aquel refugio clandestino de libros, solo se salvó una novela: Le maître des forges de Georges Ohnet. Actualmente, forma parte del catálogo de La Clandestina, la biblioteca del Vilosell, el pueblo natal de Joan Tarragó.