“Solo hay dos maneras de liberarme mí misma: a través del suicidio y a través de la escritura” (Marguerite Duras). Una declaración que leyó Carole Achache en Internet que acaba con esta conclusión: esa zorra dio en el clavo. Eran los últimos años de una figura de culto en Francia, una escritora, fotógrafa y actriz que dejó huella, pero más que a ninguna otra persona, a su propia hija, Mona. De ahí el esfuerzo, la obsesión y el regalo de confeccionar un documental que la ha sanado. Igual que su madre escribió un libro sobre su abuela Monique Lange (que en un principio rechazaron un montón de editoriales), ella ha ideado un documental con un trazo nada convencional. “Mi madre dejó un enigma, la historia de nuestra relación”. Y ahí, en torno a esa comunión, gira el relato. Con un decorado delirante, parece que estés dentro de la cabeza de la protagonista, de su memoria: en sus fotografías, en sus escritos.

Es alucinante la evolución en la transformación de Cotillard durante el documental: te la crees en las formas, en lo meramente físico y en la veracidad de sus palabras

Y en esa ecuación, el músculo de esta cinta: una Marion Cotillard impresionante en el papel de Carole Achache. Una transformación que parte desde el mismo escritorio donde trabajaba Carole y con el atrezo que le proporciona Mona: sus tejanos, su peluca, sus anillos, las lentillas marrones, ese collar que llevaba siempre, incluso el perfume que utilizaba. Todo lo necesario para impregnarse y sumergirse en su cuerpo y en su mente. De hecho, es alucinante la evolución en la transformación de Cotillard durante el documental: te la crees en las formas, en lo meramente físico y en la veracidad de sus palabras. En efecto, esto es inaudito, nunca antes una actriz había estado nominada al Cesar a mejor actriz por un documental (la cinta acumuló dos más). 

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Marion Cotillard protagoniza una fascinante transformación en su papel de Carole Achache

La búsqueda de una catarsis

Combinando las imágenes de archivo con la acción en la vivienda donde se desarrolla el documental, este es un trabajo de investigación y, sobre todo, es la búsqueda de una catarsis. Con una vida, la de Carole Achache, rodeada de libros, con Camus, Marguerite Duras y, ante todo, Jean Genet. Una influencia que luego legó a su hija, con la discutible dicotomía sobre si eso era positivo o negativo. Era un sentimiento contradictorio, convivían al mismo tiempo la admiración y el odio. Es más, Genet dijo sobre Carole: “Es como un coche de policía, siempre va de incógnito”. Por ahí también emergió Juan Goytisolo, el padrastro español. La historia de Carole es la propia de su país, Francia: el París ensoñador de la década de los cincuenta en que ella se plantea por qué nadie escribe sobre la felicidad de esos días, el mayo del 68 en el que reconoce que su activismo era simple postureo, o la etapa con François Miterrand en los ochenta en la que llega a esta conclusión: el conformismo es una enfermedad espantosa.

Combinando las imágenes de archivo con la acción en la vivienda donde se desarrolla el documental, este es un trabajo de investigación y, sobre todo, es la búsqueda de una catarsis

Mientras tanto, la visión de diversos escenarios; una infancia de madurez precoz, la presencia masculina como un elemento difuso y, como encrucijada, el despertar y las incógnitas sobre la sexualidad. En realidad, era una mártir, alguien que se sometía. A veces era consciente de ello, otras no tanto. “A menudo todo lo que he vivido me atormenta”, dice Carole. Con la idea de formar parte del circuito político y social, ella quería encajar, que la aceptaran. Pagando peajes caros como la ingesta de ácidos. Sin embargo, París le parecía un lugar aburrido. Con lo cual llega a Nueva York. Y allí, ya sin recursos familiares, accede a hacer favores sexuales a los caseros donde se hospeda. Eso la permite pasear por las calles, conciliando la vida de prostituta y la de hija de intelectuales. Una historia que Cotillard cuenta tumbada en una cama, planteándose la moralidad de sus actos. Pero quizá, la escena que explica el porqué de este documental sea la del té. En un momento de descanso, Cotillard se toma un té sentada en un sillón. Mientras, Mona le pide que lo tome haciendo ruido y como hacía su madre, de un trago y después tragando. Admitiendo después que odiaba ese ruido, a lo Cotillard responde: ¿entonces por qué quieres que lo haga? Y ahí se hallan todas las respuestas de la intensa relación madre-hija, en que los hombres quedan a un lado. Ya lo decía el marido de Carole y padre de Mona; han sido 33 años sin desempeñar mi papel. Con el trabajo ya hecho, queda dejar el atrezo sobre el escritorio, meter las fotografías en una bolsa de basura e imaginarte sentada en la playa junto a ella mientras suena Little girl blue de Janis Joplin.