Podríamos decir que Llibert Ferri es una de las personas que más sabe sobre Rusia en el país. Él estaba allí cuando al comunismo ya se le habían podrido los pulmones y la Unión Soviética dejó de respirar. Fue enviado especial y corresponsal de TV3 entre 1987 y 2007, y en octubre publicó Putin trenta anys després del final de l’URSS (Edicions 1984). La invasión de Ucrania ni se olía. “El libro te ha venido que ni pintado”, le dice Sergi después de hacerle algunas fotos, como rompiendo el hielo. Pero él lamenta tanta proyección. “Ojalá no haber tenido tanta notoriedad y que no existiera esta guerra. Lo tengo clarísimo”. Llibert tiene 73 años, pero no lo parece. Físicamente no encaja dentro del prototipo de persona de setenta y tantos; calza unas Converse con calcetines estampados, viste tejanos y una bomber marca Alpha de color granate encima de una camiseta con la cara de Audrey Hepburn. No lo parece, aunque sortea los estragos del tiempo con dignidad y sabiduría, superando los golpes con una sonrisa. En mayo del 2021 perdió a su hermana de leucemia. Había entregado el libro a la editorial cuatro días antes, tras pasarse casi un año repartiéndose el tiempo entre escribir y cuidar. A ella, a Tere, le dedica este preludio inesperado de una guerra que no tendría que haber llegado.
¿Te lo esperabas?
No. Yo esta guerra me la como con patatas, porque yo era de los que pensaba que no era posible. Iba con la lógica de ciudadano del siglo XXI, de persona que pertenece a una sociedad en la cual pensamos que hay unos valores humanísticos y civiles incorporados. Pensaba que Putin sabía que provocar una guerra era un error estratégico porque se iba todo al carajo. Pensaba en el Putin calculador, en el Putin silencioso y retorcido que no da pistas y que, si las da, las da falsas y a largo plazo. Pero mientras estaba diciendo que no habría guerra, nos estaba mintiendo. Eso no lo había hecho nunca.
¿Por qué declarar una guerra ahora?
Putin tenía la idea de modificar la Constitución para que le permitiera la reelección. Con la pandemia se aplaza la votación de abril a junio, pero igualmente consigue una participación alta con más de un 70% que apoya el cambio. Entonces, ¿por qué montar una guerra? Cada vez resuena más la idea de que esta guerra es un delirio que se incuba en estos dos años. ¿Es un mal consejo? ¿Un error estratégico? ¿Un impulso de una persona que quiere demostrar que es el que manda? Haciendo suposiciones, había tres personas que lo podían frenar pero desaparecieron del mapa: Vladislav Surkov, su jefe de gabinete durante 13 años, Donald Trump y Angela Merkel.
Entonces, estamos delante de una persona totalmente imprevisible.
Totalmente. Siempre lo ha sido, pero nunca a estos niveles. La primera vez que Joe Biden le dice: "Usted es un asesino", el septiembre pasado, él contesta de una manera casi sofisticada, psicoanalítica, como si hubiera leído a Freud: "Todos vemos en los demás nuestras propias características". Este Putin ahora no lo hemos visto en ningún momento; hemos visto a un Putin diciendo que Occidente odia Rusia, y a este Putin, con esta rabia, no lo habíamos visto nunca. Posiblemente, ha habido aquí un punto de inflexión y unos detonantes que han hecho surgir aspectos de su personalidad que ya estaban y que no habíamos captado antes.
Aun así, tiene un apoyo que nunca ha bajado del 60%...
Y cuando ha bajado ha sido mentira. En enero del 2021, una encuesta del CEO decía que había bajado hasta el 53%, pero era mentira. Al cabo de unos días, el centro independiente Levada saca su propia encuesta: 64% de apoyo. Algunos rusos tienen un sentido de fidelidad incondicional y otros lo votan como un mal menor contra la miseria de los tiempos de Boris Yeltsin. Del 2004 al 2008, la subida de los precios del petróleo permitió una acumulación enorme de capital que Putin vertió totalmente en la sanidad, la escuela y los servicios sociales. La gente lo notó. En aquel momento, ya se convirtió en una persona consolidada.
Llibert Ferri: "Este Putin, con esta rabia, no lo habíamos visto nunca"
Él se pensaba que la intervención en Ucrania sería corta y ya dura más de un mes.
El escenario más favorable para Ucrania es deshacerse de Crimea y deshacerse del Donbás, porque es un foco de malestar que históricamente no le ha reportado nunca nada de positivo. Indudablemente, los refugiados volverían, porque por parte occidental ya se perfila un cierto Plan Marshall para el país. Yo no lo acabo de ver, pero en principio las conversaciones de paz tienen el objetivo de convertir una derrota en victoria en la que el Donbás quedará en poder ruso. Y si Putin tiene alguna fecha en la cabeza para proclamar esta pretendida victoria, creo que sería el 9 de mayo, porque es cuando se celebra la fiesta de la victoria de la Gran Guerra Patriótica, la derrota del nazismo. En el mundo soviético, es recurrente hacer coincidir represalias, asesinatos y envenenamientos con fechas importantes.
¿Crees que la guerra le pasará factura a nivel interno?
Totalmente. Y si su silla en el poder tiene que peligrar, peligrará antes de las elecciones ―si hay― del 2024. Quizás me lo tengo que volver a comer con patatas, pero me atrevo a pronosticar que no llegará a 2024. No tiene demasiadas salidas. ¿Qué hace un presidente que no podrá ni hacer viajes ni ir a conferencias internacionales? Ha provocado una guerra. Es un personaje al que ya se considera criminal de guerra y el Tribunal Penal Internacional ha empezado diligencias.
Y después de Putin... ¿qué?
Desde 1917 que en Rusia no ha habido un cambio de liderazgo que se pueda ni aproximar a lo que nosotros entendemos por una alternancia. Siempre han sido cambios repentinos, precipitados por conspiraciones o golpes de estado. Pero una guerra siempre sacude conciencias. Hay un artículo muy interesante de Jonathan Littell en el New York Times en el que exige respuestas a sus amigos rusos. "¿Tan drogados y abducidos habéis estado por este bienestar que le debíais a Putin? ¿Por qué no decíais nada cuando estaban matando periodistas?". Lo que les propone es que despierten y monten un Maidán, porque lo necesitan.
El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) calcula que entre 1992 y 2018 fueron asesinados en Rusia 58 reporteros.
A Anna Politkóvskaya le disparan cuatro tiros en el ascensor de su casa mientras sube las bolsas de la compra, el mismo día que Vladímir Putin cumplía 54 años. A Vladislav Listyev lo matan en 1995 a tiros cuando está saliendo de su casa. Era el jefe de informativos de la televisión pública, la ORT. Y aquello no se investiga. A Paul Klebnikov, el director de la edición rusa de Forbes, lo tirotean por la calle de la capital. Él descubrió que Berezovsky estaba implicado en la cuestión de la financiación de Putin y de las tramas yihadistas que habían puesto las bombas en los alrededores de Moscú y de otras ciudades. Y muchos más.
Mataban a compañeros de oficio por informar.
Y claro que me asusto. Yo algún asesinato me lo he encontrado a pocos metros. Recuerdo que el año 1995 yo iba como enviado especial y era mi primer viaje después de prácticamente la etapa del final de la Unión Soviética, en la que estuve como corresponsal. Cuando llegué allí, en marzo, yo estaba con Seda Pumpianskaya, la hija del periodista Alexander Pumpiansky, y oímos pum, pum, pum, y carrerillas. Sinceramente no sé si eran tiros. Y me lo encontré: no hacía ni 5 minutos que habían matado a Listyev. Tuve que cambiar la crónica y centrarla en aquello.
Ahora se ha aprobado la ley que los periodistas que informen desde Rusia pueden estar castigados con hasta 15 años de prisión si salen del discurso del régimen.
La única etapa donde ha habido libertad de prensa y prensa libre es la etapa Gorbachov. Sociedades de redactores se unieron y crearon unas publicaciones libres. Después, cuando viene la privatización de Yeltsin, todo se acaba y pasa a manos de grupos oligárquicos. Por ejemplo, el diario Kommersant, fundado por Boris Berezovsky, que él después vende a Gazprom. El diario parece elegante pero no puede hablar de según qué cosas.
Llibert Ferri: "Oímos pum, pum, pum y carrerillas. Sinceramente, no sé si eran tiros. Y me lo encontré; no hacía ni 5 minutos que habían matado al director de la TV pública rusa"
Entonces, el discurso de Occidente lamentando la falta de libertad es un lavado de cara.
Occidente ha mirado hacia otro lado. Y también los mismos ciudadanos rusos. Ahora acaban de cerrar el diario Novaya Gazeta, cuyo director tiene el Premio Nobel de la Paz. Pero no sólo: es el enésimo déjà-vu de este tipo de cierres, como la emisora Eco de Moscú o Novoie Vremia, dirigido por Pumpianski. Hacia el año 2002, él intentó por todos los medios mantener la cabecera, y Putin le envió una nota diciéndole: "Le recuerdo que en Rusia no ha habido nunca libertad de prensa". Es increíble. Una unidad del KGB entró y destrozó toda la redacción.
¿Tú has tenido problemas para informar desde allí?
No, nunca.
¿Crees que ahora se está haciendo una buena cobertura periodística de la guerra desde aquí?
Hay gente que lo está haciendo muy bien, gente que ha estado al pie del cañón. Las crónicas hechas por Manel Alías desde el Donbás transmiten la realidad, o Pilar Bonet, que indudablemente es una muy buena periodista y analista. Desde el punto de vista del análisis profundo, hay muy poca gente que sepa, porque no tenemos una tradición informativa soviética. No hay centros de estudios. Este es un país que no participó en la Guerra Fría de una manera activa, no es un partido anglosajón ni tiene un partido comunista como el italiano o el francés, que eran ejes de debate. Los análisis son bastante pobres y se debate muy superficialmente sobre el final de la Unión Soviética.
¿No nos interesa Rusia?
Se acaban de cumplir los 30 años del final de la Unión Soviética: y que en el treinta aniversario no haya habido algún programa especial en alguna televisión pública sobre el final de la Unión Soviética y como fue, no lo puedo entender. No puedo entender que los dos únicos libros sobre la Rusia soviética que han aparecido en estas fechas sean el mío y el de Manel Alías, y en catalán. Algunos diarios de Madrid me han pedido poder traducir parte del libro al castellano para poder explicar partes de la historia.
Igual antes de la guerra el tema no interesaba a la agenda pública.
Aunque no hubiera habido guerra, en Catalunya y España tendrían que haber habido más centros de estudio y más especialistas sobre el tema ruso y Asia Central. Tenemos una mirada sesgada: Rusia eran los malos, la Pasionaria y los rojos, los comunistas y los soviéticos; ningún estudio profundo sobre el marco mental de los rusos. Aún hay mucha gente que se piensa que Putin es comunista, y está mucho más próximo a un comunismo ultra equiparable al de Trump o a un fascismo rojo.
Llibert Ferri: "Creo que las declaraciones que hizo Gabriel Rufián estuvieron bastante salidas de tono. No creo que el entorno de Carles Puigdemont tuviera ninguna relación con el entorno de Rusia"
El año 2017 se especulaba que Rusia podría reconocer una Catalunya independiente.
Las declaraciones que hizo Gabriel Rufián creo que estuvieron bastante salidas de tono. No creo que el entorno de Carles Puigdemont tuviera ninguna relación con el entorno de Rusia. Que a Putin le interesara aprovechar la crisis catalana porque se producía en un país frágil como España y, además, de la zona euro, sí: le iba bien. Vincularlo también ha interesado al deep state y a los sectores ultra, pero creo que es un juego de despropósitos.
Pero hay una red exterior ―posiblemente rusa― que hizo posible que aquí se votara.
Y no se hubiera podido hacer sin que Putin lo supiera. Desde una emisora de radio de la estructura de Sputnik dos humoristas llamaron a Dolores de Cospedal para decirle que habían estado hablando con un espía que tenía información de Puigdemont, y ella se lo creyó. Eso no tendría importancia si no fuera porque dos tipos no consiguen el teléfono personal de la ministra de Defensa si no hay unos circuitos que se han movido para conseguirlo. El Kremlin lo sabía.
Aquel mismo año, Rusia aprobó una ley que despenalizaba apalear a las mujeres. Se calcula que cada año mueren en Rusia 14.000 mujeres en manos de sus parejas y el país persigue la libertad de orientación sexual. ¿Es legítimo confiar en un país que vulnera los derechos básicos?
Entiendo que hay mucha gente que cree que la posibilidad de obtener un estado está por encima de todo, y también de los interlocutores que te pueden ayudar a tener un estado. Pero es que el 75% de la sociedad rusa tiene actitudes homófobas y la violencia de género en Rusia se inserta en una ley de familia que lo justifica todo. A mí, personalmente, me repugna.