En su reciente publicado libro Sona la cançó, Lluís Gavaldà (Constantí, 1963) explica que se dispersa con mucha facilidad, y que sufre una "patología irritante" que hace que en cualquier conversación que mantiene haya muchas posibilidades de desconexión: "Mientras hacéis esfuerzos por comunicaros conmigo, tengo una interferencia sonora que me dificulta seguiros el hilo (...), una melodía que no me puedo quitar de la cabeza". Doble reto para el periodista, acostumbradísimo a charlar con celebridades del cine pero poco acostumbrado a tratar con músicos. "Si la memoria no me falla, eres el tercer cantante que entrevisto en la vida. Los otros dos son Raphael y José Luis Perales", lo advertimos. "Las tres divas del pop ibérico. Ya te puedes retirar", responde nuestro hombre. "Perales me gustaba al principio, cuando era más serratiano. Y tiene canciones chulas, el Miedo qué te vas... A Raphael no lo soporto, esta cosa engolada, sobreactuada. Este tipo de cantante tan histriónico no me entra, como Rocío Jurado, o como Bunbury, que tiene buenas canciones pero canta raro...", confiesa entre risas. Con sus "hermanos" Joan Reig y Falin Cáceres, el líder de Els Pets se muestra feliz con la criatura reciente nacida, 1963, un nuevo disco que toma como título el año de nacimiento de los tres miembros de la banda. Después de un inicio de gira en Girona y Palma de Mallorca que define como "apoteósico", el líder de Els Pets nos atiende en una larga videollamada desde la localidad londinense de S. Albans, donde vive desde hace cinco años y donde ahora pasa unos días cogiendo fuerzas antes de reanudar la gira. "Con la mujer teníamos ganas de cambiar de paisaje. Inglaterra siempre nos había fascinado, hace más de 20 años que veníamos a menudo, y decidimos intentar vivir allí un año. Yendo mal, lo peor que nos podía pasar era tener que volver. Y vimos que está muy bien, y aquí estamos", explica.

Pensando en 1963, nunca he visto claro si con la música pasa como con el cine o la literatura, si un disco tiene un discurso global, un mensaje concreto, o si se compone canción a canción...
Normalmente, cuando un artista presenta un disco hay un discurso detrás. Pero mi experiencia dice que, a no ser que seas Pete Townshend o Ray Davies, este discurso está elaborado a posteriori con todo el morro del mundo. Cuando haces un disco, sobre todo a nivel de letras, vas canción por canción. Y cuando lo acabas es cuando ves que quizás va de alguna cosa. Musicalmente sí que hay una idea. Con 1963, por ejemplo, hemos querido hacer un disco donde las canciones fueran muy directas, cortas, sin solos de guitarra, sin intros ni outros, donde manden las melodías, y sin ningún instrumento que no se pueda tocar después en el directo. Lo queríamos grabar en cinta analógica, como se hacía antes, y con una única toma. Sin maquillar nada, enseñando las arrugas, y los errores... Pero a nivel de letras, no fue hasta tener el disco terminado que no me paré a pensar en qué habíamos explicado. Trabajas mucho canción por canción, la verdad. Y parece que no, pero le acabas viendo el sentido... a posteriori.

Con 1963 queríamos enseñar las arrugas, y los errores

¿Y qué sentido le has encontrado?
Creo que el disco es un catálogo de despidos. Se cierran muchas puertas para abrir de otros. Es como sacarse mochilas del encima para ir más aligerado por la vida. Y es un disco muy antipandémico. No queríamos alimentar este discurso del miedo a que nos están vendiendo cada día y a todas horas. Quería un disco que tuviera lo que digo optimismo adulto: no soy tonto, sé que la cosa está muy fastidiada, pero me niego a caer en esta trampa capitalista de estar asustado todo el rato. Por eso en el disco hay más sentido del humor, más desdramatización, mensajes como me duele pero no nos moriremos de eso... Queríamos hacer un contrapunto ligero. Creo que los últimos discos de Els Pets eran, quizás, demasiado reconcentrados. Tengo una tendencia a la melancolía que a veces es un poco molesta. Cargo una pizca de tanto melancólico que soy. Y aquí he intentado ser más impertinente que melancólico.

¿Te cargas a ti mismo o a los otros?
A yo mismo, cuando empiezo a hacer una letra, de repente la he hecho sobre el desamor, te echo de menos, te añoro, la vida, la ternura... Muy pesado, el Gavaldà. Y aquí no, la primera canción es 'No t'escolto', que es un alegato a sacarte del encima en el típico garrapata, esta persona que en teoría es amiga tuya y que no hace más que hablar de ella misma.

Pensaba que el No te escucho era un autollamamiento de atención, por eso que explicas al libro, que te dispersas y que cuando te hablan, a menudo desconectas con una canción en la cabeza...
Todo el mundo me dice que es una letra muy mía, porque eso me pasa. Tienen la sensación que me hablan y no los escucho, y reconozco que es un defecto que tengo.

¿Y ahora estás escuchando alguna canción, mientras hablamos?
No, no, estoy cien por cien concentrado en tu presencia (río).

Hablabas de la melancolía, y me viene en la cabeza aquello que escribía Nick Hornby a Alta fidelidad, de si escuchamos música porque estamos tristes o si estamos tristes porque escuchamos música.
Es bien verdad. Siempre he pensado que cuando mejor te entra la música es cuando estás fastidiado. Cuando estás bien, lo que quieres es hacer un vermú. A veces, la música te hace de muleta sentimental, o te hace compañía. Y a veces estás muy fastidiado y hay quien piensa que escucharás música alegre para animarte, y lo que quieres es rebozarte en la miseria absoluta. Necesitas una canción que te haga oír que alguien está como tú. Buscas a alguien que te abrace y te llame: tranquilo, todos hemos pasado por eso. Y creo que las canciones hacen esta función.

Hace 36 años que Els Pets dan guerra. En Shine a Light, el documental de Martin Scorsese sobre los Rolling Stones, se recuperaban varias entrevistas de sus inicios donde constantemente les preguntan si tocarán juntos mucho tiempo...
Nosotros teníamos todos los números para durar dos Telediarios. Lo teníamos todo, era el pack perfecto: primero porque éramos malos, muy precarios; segundo porque escogimos el peor nombre de la historia del pop, y tercero porque cantábamos en catalán, que en aquella época no tenía ningún tipo de futuro. Entonces, supongo que esperábamos dar tres o cuatro conciertos para poder explicarlo a los nietos cuando estuviéramos en la residencia. El resto ha venido de manera insospechada y un poco milagrosa. No había ningún tipo de perspectiva de futuro.

Els Pets acaban de publicar su nuevo disco, 1963. Foto: Judit Sabaté

La música ha normalizado el pop o el rock cantado en catalán. Pero eso no se repite en el cine, por ejemplo, donde la producción es escasa, y más próxima a la situación real de la lengua en el país.
Cuando empezamos, la pregunta que nos hacían más, y gente de todo tipo de ideología, era por qué cantábamos en catalán. Muchas veces no había mala intención en la cuestión, pero reflejaba muy bien la situación de la lengua en el mundo del pop. Una vez se normaliza, lo dejan de preguntar. Tengo la sensación de que si se hiciera más cine en catalán, habría público. Pero es evidente que hay prejuicios, como también pasa con la literatura traducida en catalán. En todo caso, me da la impresión que una cosa trae a la otra, a base de hacer una cosa la normalizas. Para mí, hacer las cosas en mi lengua es la cosa más natural del mundo, y si alguien se exclama, ya se acostumbrará. Es como cuando decides hablar en catalán todo el día y a todas partes donde vas, siempre que te entiendan: si lo hiciera todo el mundo, con normalidad y educación, probablemente la lengua catalana no estaría como está. Pero tenemos esta disglosia extraña que cuando hablamos con alguien que intuimos que no es de aquí, o que no ha nacido aquí, o que no tiene seis apellidos catalanes, pensamos que no nos entenderá y cambiamos de lengua. Renunciamos a nuestro derecho lingüístico y negamos la posibilidad de que esta persona con la que hablamos lo aprenda, que se dé cuenta de que esta lengua sirve para su día a día.

Con 1963 he intentado ser más impertinente que melancólico

Empezasteis haciendo música festiva y evolucionasteis hacia este pop guitarrero que se ha convertido en vuestro sonido, el Pets Sound.
Al principio te crees que puedes hacerlo todo. Los inicios de Els Pets son muy eclécticos, si quieres ser amable, o un poco batiburrillo indigesto si quieres ser realista, y poco a poco vas viendo qué es lo que te sale mejor. Es una selección natural. Yo quería hacer canciones soul, y no tengo voz ni espíritu para cantar soul, ni raza, ni nada. Al final vas encaminándote hacia lo que más te gusta, y siempre hemos sido fans de los Beatles, de los Kinks y de Elvis Costello. Teníamos que acabar siguiendo este camino.

Hablas de eclecticismo, que es un término que a Suena la canción aparece vinculado a tu padre y a la música que os ponía en el coche.
El eclecticismo me acompaña, sí, pero dentro de unos límites. Intento escuchar de todo, de flamenco en lo que quieras, pero hay géneros que no me entran. Yo anhelo canciones que tienen vueltas pegadizas, que se te quedan en la cabeza y no se marchan, por armonías vocales... Pero el eclecticismo está bien porque te aparta de uno de los defectos que tiene el mundo del pop, que es el esnobismo, que siempre me ha hecho mucha angustia. Esta sensación que un grupo es el mejor del mundo cuando sólo lo conozco yo, y cuando llega a todo el mundo deja de ser bueno. O esta especie de pelea infantil de ir a buscar la cosa más rara, diferente, a veces difícil de digerir... Y yo siempre he reivindicado que la manera más ambiciosa de hacer música es hacerla para todos los públicos: alguna cosa en la que crees pero que también quiere llegar a todo el mundo. Esta cosa que consiguieron los Beatles, de ser rompedores, innovadores, pero al mismo tiempo también muy populares. No reniego de la popularidad ni de artistas populares. A mí me gustan ABBA y Mecano, y si alguien le molesta tiene un problema: lo escribí al libro, la vida es demasiado corta como para perderte una canción por culpa de los prejuicios. En el mundo del arte hay mucha pretenciosidad. Por norma general, los artistas nos tomamos demasiado seriamente a nosotros mismos, falta sentido del humor, relativizar lo que hacemos, y ser más generosos: no ser tanto competitivos y reconocer el talento de los otros.

Como beatlemaníac que eres, seguramente habrás visto el documental Get Back. ¿Te imaginas uno parecido sobre Els Pets?
¡Hostia! Saldrían muchas cosas que la gente no se imagina, eh (río). Get Back me ha flipado muchísimo, ser muy fan del grupo y poder ver cómo trabajaban por un agujerito... ¡es increíble! Lo que más me sorprendió es la relación que ves entre dos líderes que han llegado a un punto de no retorno. Me enterneció mucho la manera como McCartney trataba Lennon, como buscando su aprobación constantemente. Veías una relación de amistad de muchos años. Y eso Els Pets también lo tenemos. Hace muchos años que somos amigos, y tenemos caracteres muy fuertes y las dinámicas son curiosas, muy divertidas. Joan y yo siempre estamos en polos opuestos y el Falin va engrasando la maquinaria para que no se rompa. Vamos haciendo este equilibrio casi imposible.

En Falin haría la función de Ringo Starr al documental...
Sí, exacto. Joan y yo chocamos mucho más. En el fondo, tenemos que tener claro que cuando joven empiezas con una banda, durante mucho tiempo lo haces absolutamente todo con el grupo: sales, comes, cenas, te emborrachas, ligas, y el vínculo se tiene que romper un momento u otro. La famosa leyenda de la Yoko Ono separando los Beatles sólo indica que hay un momento en que tienes una vida propia, y que la persona que eras cuando empezaste no es la misma 10 años más tarde. Y estas fuerzas centrípetas que comportan la vida hace que cada vez sea más difícil mantener la complicidad. Por eso los grupos rompen, porque se hacen mayores. Y supongo que Els Pets no rompen porque nos conocemos desde que teníamos 8 años, montamos el grupo y ya llevábamos 16 años de amistad. Y eso ayuda mucho, porque hay situaciones muy tensas, sobre todo a los momentos creativos. Y si en el grupo hay un tio a quien le gusta tanto mandar, controlarlo todo, decidirlo todo, y hacer lo que él quiere, como pasa con Els Pets, es muy difícil. Para Joan, sobre todo, que es tan creativo, tiene que ser complicado aguantar a alguien tan ególatra como yo. Pero hay una amistad tan fuerte que al final hace que llegamos a puntos de acuerdo.

Tiene mucho mérito mantener una relación como esta durante más de 30 años...
Es como una relación de pareja, llevas tantos años que no hace falta decir mucho cosas. Cuando vamos a los ensayos, sólo viendo andar a Joan o al Falin, ya sé de qué humor están. No hace falta que me digan nada. Y al revés. Y eso también hace que hayamos aprendido a hacer cosas paralelamente, a oxigenarnos. No hay que estar juntos cada día. Cuando acabamos una gira podemos estar dos meses sin llamarnos nada. Pero es que con ellos... somos hermanos, para las cosas buenas y para las malas.

Necesitas una canción que te haga oír que alguien está como tú. Buscas a alguien que te abrace y te llame: tranquilo, todos hemos pasado por eso.

Pasasteis mucho tiempo sin tocar el 'Bon día' a los conciertos...
Hay una relación de amor-odio con la canción (ríe). Eso que te pidan temas antiguos es ley de vida, pero en este sentido somos muy privilegiados, porque ahora, con esta gira que hemos empezado, tocamos el nuevo disco entero y la gente no se marcha. Y en el spotify, entre las canciones más escuchadas están las del disco anterior. Pero aun así, claro está que hay canciones que la gente te pide, y tú tienes que hacer una especie de pacto interno de no ir en contra de la voluntad del público, pero tampoco puedes hacer una cosa que no te crees. Y la solución se aparcar la canción una temporada: no es que no la quieras tocar nunca más, pero sí que estás un poco saturado, y si la dejas ventilar unos días ya no hará aquel olor a cerrado. Y con el 'Bon dia' nos pasa mucho, la hemos tocado desde 1997, y cuando llevas|traes 25 años interpretando una canción, lo tienes que dejar descansar o lo acabas interpretando robóticamente, sin creértela. Pero eso va cambiando: hay canciones a las que coges manía pero después te reconcilias, o temas a los que das un paseo y los cambias un poco... Pero siempre tienes que intentar hacer las canciones que te crees.

¿Hay alguna en la que le tengas especial manía?
Muchas. El otro día dije que el disco que menos me gustaba era Fruits Sex, y me cayeron hostias de todas partes, supongo que porque es un disco que ha acompañado a mucha gente... Hay canciones que haces y que te sirven para saber qué no tienes que volver a hacer (río). Hay todo un tipo de canción mía chistosa, bromista, que me salía muy fácilmente y que ahora me chirría muchísimo. Y alguna letra pontificadora que me hace un poco de agobio. 'Vaig calent', 'Profilàctic', 'Mosquits a l’aixeta... las escucho y me hacen reír, pero no las volvería a hacer. O mira, hay una canción más reciente, del disco Com anar al cel i tornar, que se llama 'Hola i adéu', que no me gusta nada. Ni la música, ni la letra, ni como la canto...

Lluís Gavaldà de Els Pets en la presentación de 1963 en Girona - ACN

En vuestros conciertos hay públicos de edades muy diversas. Sois generacionalmente transversales y eso no es tan frecuente...
No, no lo es. Supongo que por eso hay tantos grupos que duran sed u ocho años, que es el tiempo donde la generación coetánea va a los conciertos y te sigue. Y para tener una trayectoria larga tienes que conseguir romper esta barrera generacional y captar público nuevo. Tampoco te sabría decir cómo hacerlo, porque nunca hemos intentado hacer música más joven, más bien al contrario, tenemos una especie de masoquismo personal al no parar de decir que somos yayos, que nacimos el 63, y de hacer letras que hablan de hospitales, de la muerte, del paso del tiempo... Y curiosamente la gente se apunta: no tenemos el público de Oques Grasses o de Búhos, pero nos sigue gente de todas las edades, incluso niños. Tengo la teoría que la tirada de Els Pets con los chiquillos es por el nombre del grupo, los hace gracia, es como una cosa peligrosa, prohibida (río).

¿Y os dais cuenta, de este público diverso, desde el escenario?
Sí, y tanto. Yo a los conciertos, y mira que voy sin gafas, los tengo en todos controlados. Sé que está el tio que ha venido porque su novia le ha pedido, le noto en la cara, sé lo que se sabe las letras, lo que bosteza, el aburrido... O el tio que hace el imbécil, que busca brega, y si lo detectas es peligroso, porque te puedes enfocar en él y no ver a nadie más, y perder la concentración. Tienes que dejarlo de lado, o reír mucho y darle besos. Como yo he ido a muchos conciertos como público, te das cuenta de cómo es de importante que el cantante te devuelva alguna cosa, ponga de manifiesto tu existencia, que durante un segundo esté pendiente de ti, no mirando al infinito... ahora estoy cantando para ti. Y eso, el público lo agradece mucho. A mí me gusta mucho interactuar con el público, tengo un punto Norma Duval, un punto vedette del Paralelo, me gusta bajar al escenario, hablar con el público, hacer como Lita Claver 'La Maña' y sentarse en el regazo de alguien, hacerle un chascarrillo. Creo que te hace más próximo, y durante 10 segundos has hecho a aquel espectador protagonista del concierto.¡

Sé que sí, pero siempre he querido preguntarle a alguien que lidera una banda de éxito es si se folla mucho. Tú conociste a tu mujer en un concierto, ella estaba en la primera fila, así que tú no me lo puedes negar.
(Risas) Bien, te puedo negar el tema de la cantidad. El de la calidad no te lo puedo negar: es muy superior a la que te encontrarías si no fueras cantante. El escenario te haces más visible y notas la diferencia, te da un glamour que de normal no tendrías. Salvando las distancias, está como la chica que se pone detrás de una barra de un bar y eso la hace tres veces más guapa en ojos de los clientes. Es la mirada de la gente la que cambia. Hombre, a los inicios del grupo, cuando eres joven e inconsciente, ayuda mucho, a la verdad, pero después te das cuenta de que tiene más inconvenientes que ventajas.

Cuando empezamos no teníamos ninguna perspectiva de futuro

¿Qué relación tienes con los fans y la popularidad?
La fama a nivel catalán es bastante soportable, no hay paparazzis ni cosas de estas. A partir de aquí, si con más de 25 o 30 años te gusta eso de ser famoso... tienes un problema grave de autoestima. Cuando eres popular, la gente tiene tendencia a tratarte mejor de lo que te mereces, y eso nunca te hace mejor persona. Te acostumbras, lo das por supuesto, y no ayuda nada. La popularidad no es una cosa de la que puedas estar muy satisfecho, sobre todo ahora, que hay tanta gente conocida por motivos no muy edificantes. Y cuando llegas a cierta edad, la relación con tus seguidores tiene que ser fluida, pero siempre manteniendo tu esfera privada. Y en el 99,9 por ciento de los casos, la gente lo entiende y es amable y discreta, y sólo te dan muestras de amor. Y sentirte querido es muy bonito. Quizás el problema es aquel día que te estás peleando con tu pareja y alguien te pide una foto... pero también te digo que mi mujer les birla un moco y los echa (río).

Hacer hoy el 'Jo vull ser rei'... ¿os llevaría a fiscalía, no?
Eso me lo dice mucha gente... Mira, en el nuevo disco hay una canción en clave de cachondeo que se llama 'Atracament a La Caixa' que se ríe un poco de este concepto tan pernicioso de la banca, que es la engañifa mayor del capitalismo. Esta sensación de ser un intruso cuando vas a tu oficina bancaria, que parece que te echen, que te hacen operar desde el cajero y todo eso. Pues nos han llegado voces que La Caixa está molesta con la canción. Me hace gracia, porque cuando hicimos 'Jo vull ser rei', el año 93, nadie nos dijo nada. Supongo que tienen más cintura, y era una canción cachonda, no era un panfleto insultante, más bien se reía de todo este grupo que rodea la corona a base de lamerlos. Han pasado 30 años y había más tolerancia entonces, incluso con la monarquía española, que era intocable en aquella época. Ahora todo el mundo se ríe del rey, pero entonces no. Y haces una canción cachonda sobre La Caixa y se molestan. Los mismos que hacen lo que hacen con las hipotecas, los desahucios, los rescates financieros... y se molestan con una tontería de canción de un grupo.

¿Molestarlos hace un poco de gustirrinín, no?
Sí, sí, y tanto que hace gustet. De hecho me gustaría que se molestaran más todavía (río).

La compañera Marta Gambín acababa su entrevista con los Ladilla Rusa con una pregunta que le copiaré: ¿si hicierais uno Tiny Desk al estilo C. Tangana, a qué artistas invitaríais?
(se lo piensa poquísimo) Pues me gustaría que estuviera Paul McCartney, Ray Davies y Brian Wilson. Y Joni Mitchell. Y no haría falta que hicieran nada. Que se sentaran allí, se metieran un vermú de Reus, o unas hierbas catalanas. Y que yo me les pudiera mirar mientras canto. ¡Sería feliz!