Mucho ha llovido desde que los alemanes Rammstein visitaran Barcelona por primera vez un 19 de noviembre de 1997. Llegaban a la capital catalana como abanderados de aquello que se nombró Neue Deutsche Härte (en castellano Nueva dureza alemana), género que revalorizaba la tradición del rock industrial, siempre con tanto predicamento en parajes germánicos y que hasta entonces tenía como piedra angular formaciones como Oomph! o Die Krupps. En un ecosistema propicio, gracias a la irrupción de propuestas más o menos próximas a la de los berlineses, pero con predicamento entre un público mucho más amplio como Marilyn Manson, entonces el mesías del apocalipsis, Rammstein adelantaron por la derecha a todos sus compañeros de generación. Más todavía con un disco del potencial de Sehnsucht (1997), su segundo largo, escondite de hits imbatibles como Engel, Bück dich o, muy especialmente, Du hast, como carta de presentación. Y si todavía había fieles para adoctrinar, el paquete se completaba con una estética protosteam-punk y un espectáculo que era un estruendo de fuego y metal, no muy alejada de la fórmula y estilo de nuestra compañía más racionalista y brutalista, La Fura dels Baus. Rammstein, procedentes de la Alemania comunista, eran como un grupo de disidentes de la Stasi, predicando su particular revolución marcialista desde un matadero con un siete de sintetizadores y un bidón de gasolina.
Rammstein, procedentes de la Alemania comunista, eran como un grupo de disidentes de la Stasi, predicando su particular revolución marcialista desde un matadero con un siete de sintetizadores y un bidón de gasolina
Música para los fuegos artificiales
Han pasado más de 25 años desde aquella primera incursión en territorio catalán en una diminuta (e icónica) sala Garatge a punto de arder, pero pongo la mano en el brasero apostando a que nadie que vivió aquella velada ha olvidado aquel bautizo de fuego. Tampoco olvidarán lo que vivieron anoche las más de 52.000 personas (cosa que significa que vendieron todas las entradas manteniendo un poder de convocatoria solo al alcance de unos pocos privilegiados) que subieron hasta el Estadi Olímpic de Montjuïc para disfrutar del directo de los teutones en medio de la tromba de agua más extrema que se ha vivido en Barcelona en los últimos años. El agua, sin embargo, no pudo ni con los ánimos de una audiencia entregadísima, ni apagó el fuego con que Rammstein piromanizan su repertorio.
Cuando el mundo se acabe, muy probablemente la banda sonora será un tema de Rammstein. Y nosotros, como hicimos anoche, lo disfrutaremos
Percutores de uno de los espectáculos, tanto en la puesta en escena como en los recursos utilizados, más hipnotizantes que se pueden disfrutar hoy día en directo; la velada se iniciaba con el sonar de La Música para los Fuegos Artificiales, la obra orquestal dividida en 5 movimientos que Handel compuso en 1749, retronando por megafonía. Era el aviso que Rammstein estaban a punto de aparecer en escena. Segundos más tarde, Till Lindemann y su tropa de pirómanos atacaban Ramm4. La lluvia no cedía, la banda menos, el público resistía. El álbum Mutter de 2001 marcó los primeros compases de la velada con temas como Links 2-3-4 y Meinz herz brennt, inicio de un repertorio que, a lo largo de 21 canciones, recorrió con perfecto equilibrio las diferentes etapas de la formación, llegando al momento culminante de la noche con la amplificación apocalíptica de Du hast y Sonne. Cuando el mundo se acabe, muy probablemente la banda sonora será un tema de Rammstein. Y nosotros, como hicimos anoche, lo disfrutaremos.