Se acaban de cumplir 30 años de aquel momento estelar en que Constantino Romero se vio obligado a decir aquello de "preguem als atletes que baixin de l'escenari". Era 9 de agosto de 1992 y se celebraba la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 cuando un montón de atletas y deportistas, de manera totalmente improvisada, empezaron a bailar encima de la plataforma a ritmo de rumba catalana e hicieron traquetear un suelo nada preparado para aguantar tanto peso. Estaban tocando Peret, Los Amaya y Los Manolos. Afortunadamente, la estructura aguantó y todo quedó en una anécdota para la posteridad.
Joan Herrero es la voz de Los Manolos, el tipo con coleta y gafas de culo de vaso que medio mundo vio aquel día por la tele. Todavía se indigna cuando algunos dicen que sonó su Amigos para siempre, porque es una mentira que el tiempo ha convertido en realidad: lo cierto es que aquel anochecer de agosto, la canción más famosa de Los Manolos —versión de la original de Josep Carreras y Sarah Brightman— todavía no se había publicado, y lo que sonó fue un medley con canciones de las tres formaciones musicales. Fue durante la clausura de los Paralímpicos que el grupo la presentó en directo, y todavía volvería a sonar en la de los Special Games. Y es que Los Manolos es el único grupo que puede presumir de haber cerrado las tres clausuras del verano más importantes de la Barcelona moderna.
Se puede decir que, si Peret fue el inventor del género de la rumba catalana, Los Manolos son sus revolucionarios: fusión rumbera con pop-rock hecha con pantalones acampanados, mangas con volantes y camisas de colores. Empezaron como 10 amigos —Xavier Calero, Josep Gómez, Ramon Grau, Andreu Hernández, Joan Herrero, Rogeli Herrero, Carles Lordan, Josep L. Muñoz, Toni Pelegrín y Rafa Soriano— y, sin imaginárselo, se convirtieron en representantes del mestizaje y la clase obrera: de Hostafrancs al mundo desde 1989, y este 15 de agosto en el White Summer de Pals. Hablamos con Joan de su trayectoria grupal, del espíritu del barrio, de la radicalización y el patriotismo, de la precariedad que ahoga a la música y, cómo no, de las Olimpiadas que les cambiaron la vida.
Empezamos por la pregunta más típica. Para quién todavía no lo sepa, ¿cómo empezaron Los Manolos?
(Risas) Lo hemos explicado muchas veces. Nosotros veníamos de diferentes grupos de música y de vez en cuando, los sábados, nos encontrábamos en un local de ensayo de alguno de los grupos para hacer una jam session. La mayoría somos del barrio de Hostafrancs, de Barcelona, que junto a Gràcia y el barrio del Portal es el núcleo de la comunidad gitana catalana de Barcelona. Éramos jóvenes, comprábamos una botella de whisky y acabábamos haciendo rumba, temas de Peret, de Gato Pérez, del Pescaílla... Así nació el tema All my loving. Y así fue cuando lo petamos.
Fue un boom bastante rápido para ser un puñado de jóvenes tarambanas.
Al principio había gente que sospechaba que nosotros éramos un montaje discográfico, y ni mucho menos. Éramos un grupo de amigos que hacíamos coña. En aquel momento hacíamos algunos temas propios y versiones de temas conocidos del pop-rock. Un día le dije lo que estábamos haciendo a un amigo mío, que era socio del hermano del Gran Wyoming y que, aparte de tener un local en Madrid, tenían la exclusiva de Rubén Blades en España. En aquel momento no teníamos casete ni nada grabado, y sólo le envió a su socio unas fotos que nos había hecho un amigo nuestro en las que llevábamos los pantalones de campana y un clavel en la solapa. El tío flipó. A raíz de eso, nos vio una multinacional y nos ficharon.
Tenemos una conciencia obrera bastante acentuada. Un Manolo no deja de ser un tipo de barrio, un trabajador al que le costaba llegar a final de mes
¿Qué es un Manolo?
Un Manolo no deja de ser un tipo de barrio, un trabajador al que le costaba llegar a final de mes, y que en aquel momento todavía no podía hacer el cambio de look de la época para comprarse un pantalón recto o un traje moderno. Entonces, cuando aquel Manolo algún domingo se tenía que vestir de gala, tiraba de lo que tenía en el armario. Y nosotros hacíamos coña de lo que es ser un Manolo. En los años setenta, había muchos hombres que se llamaban así. Y con el cachondeo, y haciendo lo que hacíamos, cuando empezamos a tocar en locales de Barcelona cogimos la ropa de nuestros tíos o de nuestros padres.
Veo que reivindicáis el barrio y la figura del Manolo en el marco de la cultura obrera. ¿Erais conscientes de ello en aquel momento?
Teníamos muy claro de dónde veníamos. Nosotros somos de barrio, hijos de trabajadores y nunca hemos olvidado de dónde venimos, porque en casa no nos han podido dar todo lo que han querido. Tenemos una conciencia obrera bastante acentuada. Pero no, nosotros lo teníamos como divertimento de fin de semana. No era nada premeditado. Piensa que hace 31 años atrás no había este concepto tan comercial de tenerlo todo milimetrado y estudiado. No era como ahora.
¿Podríamos decir que la rumba catalana es para los 90 como la música de C. Tangana o Rosalía es para los 2020?
Mira, nosotros lo único que hicimos fue recuperar un poco el estilo. Cuando nosotros salimos, Peret estaba retirado en la Iglesia evangelista y Gato Pérez desgraciadamente nunca ha sido un personaje reconocido como un puntal porque era contracorriente. Digamos que Gato Pérez era a la rumba catalana lo que Rubén Blades a la salsa, aunque ya sabemos que hay muchas letras que son para coger con pinzas, un poco machistas. Pero Rubén Blades le puso poesía y denuncia social a la salsa, igual que hizo Gato a la rumba. En aquel momento coincidió en que nadie hacía nada con la rumba y nosotros la volvimos a revitalizar, y además con el acierto de recuperar los vestuarios de los años setenta. Supongo que hubo un cúmulo de circunstancias que, sumando y sumando, dieron éxitos reconocidos.
Cantabais en castellano y erais ejemplo de un mestizaje que ahora, en plena crisis del catalán, una parte de la sociedad tiende a condenar. ¿Ahora lo hubierais tenido más difícil?
Pues mira, no lo sé, porque cada momento es un tiempo. Pero también te diré una cosa: la radicalidad no lleva a ningún sitio. La música no tiene fronteras. La música no tiene idiomas. Hay mucha gente que criminaliza el cantar en castellano y después escucha música en inglés. Y eso no lo criminalizan. Yo soy más catalán que muchos que se llenan la boca de catalanes, pero creo que se tienen que hacer las cosas de otra manera. Y yo personalmente, como Joan, reivindico mucho mi catalanidad. Es la que he vivido y es de la que me siento orgulloso, la que siempre sacaré adelante, y siempre lucharé para que se respete nuestra cultura, nuestra identidad y nuestra lengua. Pero insisto, la música no tiene fronteras. Tú puedes ser un independentista escocés y estar escuchando una canción popular sueca. ¿Cuál es el problema? Pienso que la gente está muy equivocada cuando dice que si eres catalán y cantas en castellano eres un mal patriota.
Mucha gente criminaliza el cantar en castellano pero escucha música en inglés
¿Habéis tenido problemas en este sentido?
Pues no, porque nosotros también somos conscientes y también hemos hecho temas en catalán. De acuerdo que no tenemos muchos, pero hemos hecho. Y con mucho orgullo y con mucha identidad de ser catalanes como somos. Pero nosotros salimos de una cierta forma y tampoco te puedes cerrar puertas. Yo, por ejemplo, ahora he compuesto un tema y lo he hecho en catalán porque me ha salido hacerlo en catalán. No se puede demonizar el idioma con el que cantes. La cultura y los idiomas enriquecen. Separemos la música de lo que es la cuestión de país, la relación con Madrid o el nacionalismo español que no ha evolucionado.
Veo que te indigna mucho este tema.
Sí, porque hay una cosa que está muy clara. Y es que si quieres que te respeten, tienes que respetar. Es el principio básico de la vida y del entendimiento entre las personas. Yo, por mi profesión, me he movido por toda España y te aseguro que hay gente muy guapa. No se puede cerrar todo diciendo que todos los españoles son iguales. Hay gente buena y gente mala en todas partes.
Va, vamos a hace 30 años. Os llaman para cantar en los Juegos Olímpicos del 92. ¿Qué es lo primero que pensáis cuando os lo proponen?
Bueno... (risas). Es un flipe.
¡Normal! Soy toda orejas.
Nos convocaron en octubre de 1991 para explicarnos que estaban preparando la clausura de los JJOO y que qué mejor que acabar con la música popular de Barcelona, con la rumba catalana. Nos dijeron que habían pensado reunir a diferentes generaciones: la más antigua, con Peret, la del medio con Los Amaya, y con nosotros como nueva generación. Claro, nos pareció muy bien, ¿qué teníamos que decir? Te quedas que no te lo crees.
¿Os sentisteis presionados en algún momento?
No, en absoluto. Sí que éramos conscientes de que nos estaba viendo mucha gente a nivel mundial. En el Estadio estaban el emérito y Jordi Pujol, Pasqual Maragall, Felipe González... eres consciente de que hay muchas personalidades importantes, pero, sinceramente, y te lo juro por mi vida, nunca nos sentimos (ni nos hemos sentido) presionados. Hay gente que lleva muchos años en la profesión y cuando sube a un escenario está nerviosa. Nosotros no.
Éramos conscientes de que en la clausura de los JJOO nos estaba viendo mucha gente a nivel mundial pero nunca nos sentimos presionados
La tranquilidad de jugar en casa, que se suele decir.
Y teníamos una ilusión impresionante, eso sí. Por las Olimpiadas y por tocar en nuestra casa, eso era lo más grande. Piensa que también, cuando nos convocaron para comunicarnos que tocaríamos, nos dijeron que no podíamos decírselo a nadie hasta que en el mes de mayo (del 92) lo hicieran público. Y claro, estuvimos hasta entonces sin decir nada. Bueno, evidentemente en casa sí que lo dijimos, pero cumplieron su palabra y no lo explicaron (risas).
Y vosotros que venís de barrio, ¿no os sentisteis incómodos en un ambiente lleno de personalidades reconocidas?
No, no, no. Qué va, todo lo contrario. La gente que venimos de barrio, si tenemos dos dedos de frente, sabemos desarrollarnos en todo tipo de ambientes. Pero a la gente que tiene un estatus más poderoso y de billetes les cuesta más estar en un ambiente que no es el suyo. En ningún momento sentimos que no encajábamos. Eso sí: conocimos a mucha gente conocida, también los años siguientes y hasta ahora. A Plácido Domingo, a Alejandro Sanz, al maestro Joan Manuel Serrat, a los Gipsy Kings... Si en aquella época hubiera habido los móviles de ahora, yo me hubiera hecho fotos con toda la gente famosa que he conocido. Tendría un álbum...
¿Os molesta ser "los tipos del Amigos para siempre?"
No, no me molesta. ¿Cuántos grupos hay que lleven más de 30 años y que tengan una buena respuesta del público? Eso es muy guapo. Me acuerdo cuando hacíamos los ensayos para la clausura, en el Estadi, que estábamos haciendo el picoteo, y estábamos con Peret. Y recuerdo que dijo: "No os olvidéis nunca que, igual que yo llevo grabado a fuego en la frente el Borriquito, vosotros llevaréis el All my loving y el Amigos para siempre, y seguramente siempre os los pedirán y los tendréis que hacer". Y eso me quedó muy grabado. Y si no la tocamos en un concierto, nos la piden. En ningún momento es un estigma, es un privilegio. Amigos para siempre, si la tenemos que hacer las veces que se tengan que hacer, la haremos. Forma parte de nuestra discografía y de nuestro repertorio. ¿Cuál es el problema?
Acaba Barcelona 92, ya os conoce todo el mundo y llegáis alto en las listas de ventas, pero os separáis al cabo de poco tiempo. ¿Os costó gestionar la nueva popularidad?
No, en absoluto. Lo que motivó la primera separación del grupo fueron las diferencias de criterios, como por ejemplo el miedo de encarar qué tipo de repertorio era más adecuado. También es cierto que la discográfica presionó mucho, porque de los 10 temas de nuestro disco, sinceramente, yo creo que 5 o 6 eran auténticos singles. Podíamos haber vivido de él exactamente durante dos años y tener más calma para preparar nuevo material para grabar un segundo. Pero a la discográfica le cogió la urgencia y todo fue muy a toda prisa. Y a partir de aquí empezó a haber diferencias de criterios por parte del grupo. Circunstancias de la vida que ya han pasado.
Lo que motivó la primera separación del grupo fueron las diferencias de criterios; a la discográfica le cogió la urgencia y todo fue muy a toda prisa
Ahora hace 6 años que volvéis a estar juntos.
Y con una armonía impresionante. Llevábamos separados bastantes años, haciendo cada uno algunos proyectos que tenían bastante aceptación. Nos reencontramos para el disco de La Marató del 2016, en el que nos juntamos puntualmente para participar. Vimos que había buen rollo y decidimos volver a intentarlo. Tampoco había pasado nada tan grave, y eso que se dice que el tiempo todo lo cura. Empezamos siendo 10 y ahora somos 7, todos de la formación original: dos lo dejaron y uno murió hace unos 12 años en un accidente laboral. Lo que pasa que en directo contamos con más músicos.
¿Habéis podido vivir de la música?
Yo personalmente sí, y durante muchos años he hecho de cuidador de mi mujer. Ella sufrió dos ictus en un postoperatorio y el año pasado murió. Lo quise hacer y no me arrepiento, en absoluto. Y los otros lo han ido compaginando, han ido teniendo otros trabajos, pero también proyectos musicales.
¿Es muy precaria la música?
Y tanto. Es muy precaria. Mi padre había sido cantante de una orquesta y recuerdo que siempre me decía que en Barcelona había 429 salas de baile y cada una tenía su orquesta. Los músicos antes trabajaban. Hoy en día, para vivir y trabajar de la música, el factor suerte es importantísimo. Y creo que el factor suerte influye en lo que nos pasó a nosotros en aquel momento.
Tampoco tiene nada que ver como era la industria en aquel momento a cómo es ahora.
Ahora la música tiene poco recorrido: haces una canción, un tuit y la cuelgas en la red. Y volver a empezar. Eso antes era impensable. Las discográficas eran las propietarias de los másters, lo pagaban todo ellas, y durante 10 años aquello era suyo y tú no podías moverlo por otra parte... Había otra forma de funcionar.
Preparar canciones y componer no está pagado; hay muchas horas de trabajo, pero la gente sólo ve lo que ve en la tele
Pero seguís trabajando.
O te sumas al carro de la modernidad o te quedas atrás.
Eso choca con la idea de que los artistas son todos unos vividores.
Mira, hay mucha gente que tiene el concepto de que nosotros no aportamos nada al tejido productivo. Y lo que la gente no sabe es que, en el estado español, la cultura —música, danza, teatro... — significa el 5% del PIB. No es moco de pavo. Pero nosotros somos unos vividores y no hacemos nada, y todavía te tienes que escuchar comentarios de gente del oficio que te dice que los artistas vivimos de puta madre. Preparar canciones y componer no está pagado. A ti sólo te pagan cuando subes a un escenario, pero todo el trabajo que hay detrás y que nadie ve es gratis. Son meses que te dedicas a la búsqueda y a la creación, a los ensayos. Hay muchas horas de trabajo pero la gente sólo ve lo que ve en la tele.
¿A qué me lleva ser muy patriota pero no llegar a final de mes?
¿Cuál es la radiografía actual de los Manolos?
Es la de siempre. Hacer disfrutar a la gente que nos viene a ver, hacer bailar y que la gente se lo pase bien. También con un punto creativo más abierto. Nos hemos encontrado muchas veces con que las discográficas nos decían que aquello que presentábamos no sonaba a Los Manolos. Pero ya tenemos una edad y un bagaje de vida, y no olvidaremos nuestra esencia, porque es la esencia que nos dio a conocer y que nos gusta, pero también estamos en un punto en que si nos apetece hacer alguna cosa un poco diferente, lo haremos. Por qué no. Y a quien le guste, bien, y a quien no, también.
Tengo la sensación de que cada vez tienes menos pelos en la lengua.
Es que de joven te has tenido que callar unas cuantas para no posicionarte firmemente, porque si a ciertas edades te empiezas a posicionar, te estás cerrando puertas. Pero es que nosotros vivimos de esto y eso hay gente que no lo entiende y que cree que por ser un personaje público nos tenemos que posicionar. Vale. ¿Y todo el dinero que dejaré de ganar me lo darás tú, patriota? No estoy hablando de fortunas, sino de dinero que me permite vivir dignamente y poder comer; no necesito riquezas ni una casa en los Alpes suizos, yo sé de dónde vengo. La gente que ensalza este idealismo seguramente tiene un buen apoyo para pagar las facturas. Pero cuando estamos hablando del sustento, de lo que a ti te da de comer, con eso no se juega. Y es una pena, evidentemente, porque sería fantástico decir lo que uno piensa. Pero la libertad de expresión es mentira. ¿A qué me lleva ser muy patriota pero no llegar a final de mes?
Se llama cultura de la cancelación.
Estamos gobernados por franquistas. Igual que pasó con el 1 de Octubre y con demonizar a la gente. O el juicio del procés, que fue una farsa, pero también otras situaciones que ha habido a nivel judicial. ¿No puedo decir lo que pienso porque, según lo que diga, ya estoy jodido? Como Valtònyc que se tuvo que marchar o Pablo Hásel que se está comiendo una condena de 3 años de prisión. Los políticos de aquí se llenan la boca y cuando hay una nota disidente, le cortan el cuello.