“No es televisión, es HBO”, pregonaba la cadena a finales del pasado siglo. Y en parte tenía razón. La apuesta por una serie como Los Soprano en 1999 se desmarcaba del resto de ficciones televisivas al cambiar la tradicional veintena de capítulos por temporada por la docena, que los creadores imaginaban como una larga película. Un acercamiento al cine que era todavía más palpable en la calidad de los guiones, las interpretaciones y la fotografía. Hoy en día, esta línea que separa los dos medios es tan fina que ni siquiera merece la pena hacer comparaciones, pero no habríamos llegado hasta aquí sin la serie que lo cambió todo inaugurando la edad dorada de las series. Y es que para no ser televisión, el medio le debe mucho a HBO y sus Soprano.
La sombra de Tony Soprano
La gran influencia de la serie de David Chase en las ficciones de los veinte años posteriores se observa ya desde su protagonista. Interpretado por un memorable James Gandolfini, Tony Soprano nos enseñó a definir la figura del antihéroe como aquel personaje de acciones moralmente reprobables que, colocado en el centro de la historia, consigue conectar con el espectador.
Lo hemos visto en Breaking Bad con Walter White, en Peaky Blinders con Thomas Shelby o, incluso, en el mundo de la animación con Rick de Rick y Morty o Bojack de Bojack Horseman. La sombra de Tony Soprano es alargada, inaugurando una línea de icónicos personajes que, por otro lado, también sirven para explorar la masculinidad tóxica.
Avanzada a su tiempo, Los Soprano tuvo la inteligencia de colocar al poderoso mafioso de Nueva Jersey ante una psicóloga extremadamente profesional. Así, la serie nos va desconstruyeno poco a poco la figura del macho dominante enseñándonos todo el saco de inseguridades que este lleva a sus espaldas. Un estudio de personaje magistral.
Guionistas privilegiados
Porque el objetivo de la serie no era, en ningún caso, enseñarnos como funcionaba este mundo criminal. No, su misión era observar como se encuentra el equilibrio entre trabajar en este mundo y la vida personal. Cómo cometes un asesinato a sangre fría a las 12 del mediodía y a las 12.30 estás comiendo en tu restaurante habitual.
Y con este arraigo a la realidad cotidiana que la diferenciaba de grandes obras de gánsteres como El Padrino o Uno de los nuestros, Los Soprano conseguía cargar de verdad a personajes que a menudo parecían de dibujos animados. Todos ellos acababan siendo fascinantes, porque tenían sus propios arcos diseñados con cuidado por unos guionistas privilegiados.
Tan privilegiados, de hecho, que incluso tenían la capacidad de sacar comedia de situaciones dramáticas donde, en principio, no había. A través de las interpretaciones, los diálogos y el timing adecuados, conseguían hacernos olvidar que delante teníamos monstruos y acabábamos riendo como un más de la banda.
La calidad atrae
Quizás lo que convirtió Los Soprano en un modelo a seguir son estas ganas de los guionistas de jugar con el mundo que creaban. Porque HBO no buscaba la fórmula perfecte para entretener y enganchar al espectador para conseguir sus subscriptores, sino que dejaba que los creadores hicieran la serie que quisieran, y sería la calidad lo que atraería la gente.
Así es como se convirtió en la primera serie de una cadena por cable a recibir nominaciones en los Emmy. Y así es como fue una de las primeras en formar parte de las conversaciones de bar, un aspecto que se tiene poco en cuenta, pero que también es clave para entender la edad dorada de las series.
Al fin y al cabo, es de los espectadores de donde sale el oro. Y muy pocos creadores son capaces de hacer que la gente no solo se enamore de su serie, sino del mundo seriéfilo en general. Sin la calidad de Los Soprano, quien sabe si este mundo sería tan prolífico como lo es en la actualidad, que incluso nos ha traído una precuela de la serie en forma de película, titulada Santos Criminales.