"Donde hay una desgracia, Dios envía a un perro", dijo una vez el escritor y político francés Alphonse de Lamartine. Pero donde hay un director de éxito (años atrás, como mínimo), no siempre hay un buen guion. Con esta sugerente frase arranca Dogman, la última obra del cineasta Luc Besson, que ni rodeándose del thriller, género que domina, y uno de los actores más rarunos del momento, sabe conducir el trauma con tensión, sin caer en estereotipos y lugares comunes.

Ni rodeándose del thriller, género que domina, y uno de los actores más rarunos del momento, Luc Besson sabe conducir el trauma con tensión, sin caer en estereotipos y lugares comunes

Muerte al dinamismo

Sweet dreams (are made of this) que decía la canción de Eurythmics, parte de la poco inspirada banda sonora del largo. Ni sueños, ni leches en vinagre. El francés estaba fuera de circuito desde hacía un lustro (Anna, 2019), bastante drama ha tenido más allá de las cámaras con la acusación de abusos, y ahora vuelve con una narración inspirada –hay mil teorías en Google imposibles de comprobar– en unos posibles hechos reales (ah, nada que ver con el Dogman de 2018 de Matteo Garrone). Y bordea el miedo. Pero por inconsistente, largo, torpe. Porque Caleb Landry Jones da miedo, también. Por cierto, el actor empieza a ser la caricatura de él mismo, no se le conoce prácticamente personaje normal (mejor actor en Cannes por otro drama psicológico, Nitram). El objetivo principal desde el primer segundo, cuando se encuentran el camión del personaje protagonista lleno de perros, es tejer un thriller. Y eso queda embarrado por lo que es obvio. El maquillaje, la tensión de la interpretación... Es imposible no pensar en el Joker (2019) de Joaquin Phoenix: áspero, tenso, divertido, extraño, cínico pero visceral. Al pobrecito loco de Caleb, sin embargo, le falta una narración convincente. Porque Caleb está: travestido para esconder un pasado oscuro con colorete y pelucas, teatro e, incluso, como drag race tipo Juegos de lágrimas (1992). Y, claro está, con un complejo de Edipo intenso. Un presente extremo que interpreta con fuerza, pero un pasado dramatizado (escrito) débil, muy débil.

dogman 3830953
Caleb Landry Jones, un actor que empieza a ser la caricatura de él mismo

Si con la edad vamos perdiendo movimiento, quizás pasa lo mismo con la cámara; ningún problema, muerto el dinamismo, que trabaje mejor el diálogo

La película empieza con diálogos trenzados, inteligentes (así son los maníacos, tú, no hay ninguno que sea burro) con la psicóloga (Jojo T. Gibbs) que lo atiende después de la detención. Preguntas sobre la vida. Pero el odio contra la humanidad, la desconfianza en forma de flashbacks, se va consumiendo como el cigarrillo que el actor apura en cada escena. Porque lo mejor de la dirección del cineasta francés ocurre cuando no se mueven de la salita de interrogatorio. Él y la psicóloga. La psicóloga y él. A quien le llamaría al rey de la acción de los noventa, con clásicos como Nikita (1990). Si con la edad vamos perdiendo movimiento, quizás pasa lo mismo con la cámara; ¡ningún problema, muerto el dinamismo, que trabaje mejor el diálogo!

Más lamentable que Liberad a Willy

No existe esta suavidad cuando se construye un padre que no ama, que organiza batallas de perros. Que es violencia. El padre y el hermano se convierten en un recurso antipático y cansado que uniforma el relato. Todos amamos a los perros, pero ni siquiera ellos salvan este filme cargado de excesos, rodado con demasiado metraje, para explicar de forma tan simple el trauma: padre malo, perros buenos. Ya. Falsas leyes naturales sobre débiles que huyen y fuertes que... ¿huyen? A los flashbacks, además, hay demasiados momentos delirantes. Vergonzosos. Muy innecesaria la hostia emocional (con sonido de fondo de un tren marchando, sí) con Salma, la única chica que ha hecho sentir alguna cosa al protagonista y que le refuerza la rabia y el odio. Y el mayor, cuando el perro muerde el cocido a un extorsionador y no los deja hasta que no se compromete a dejar de ser malo con la comunidad. El pulgoso actúa como una extremidad del personaje, a placer. No es adiestramiento, es magia: Moby, uno de los perros más pequeños huye de una alambrada y se va a buscar a la policía con un trozo de dedo que de un cañonazo con una escopeta que se le ha escapado al padre. Adiestramiento milagroso. Más lamentable que Liberad a Willy (1993).

dogman galería imagenes 3833858
Dogman, un thriller antipático e hiperbólico

Ay, pobres perritos, monísimos todos, teniendo que aguantar el intento de grandes verdades de Luc Besson. Menos carnada que perro, come perro

La película, pues, no sería nada sin la auténtica protagonista del largo, la psicóloga. Mucho más fácil empatizar con ella. Vida compleja, con dolor, como comparten paciente y doctora. Madre con una historia difícil. También con opciones de salir de la mandada. Pero con esperanza. Un personaje equilibrado, como tu vecina del quinto. De los que no necesitan ser excéntricos, ser Dogman, para sobrevivir. Ay, pobres perritos, monísimos todos, teniendo que aguantar el intento de grandes verdades de Luc Besson. Menos carnada, que perro come perro.