Barcelona, 14 de abril de 1931. El ministeri de Gobernació confirmaba los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril, los primeros comicios democráticos desde el golpe de estado de Primo de Rivera (15/09/1923). En las principales ciudades de Catalunya los partidos republicanos y catalanistas habían obtenido la victoria. Francesc Macià, fundador del partido independentista Estado Catalán (1922) y jefe de la plataforma ERC (creada, tan sólo, unas semanas antes de las elecciones), se consagraba como el principal líder político del país. Durante los días inmediatamente posteriores, Macià impulsaría la restauración del edificio político catalán (liquidado a sangre y fuego en 1714), e inauguraría una etapa inédita en la historia contemporánea de Catalunya. Pero el camino había sido largo y difícil. Su extraordinaria talla política sería la que explicaría aquel triunfo.

Macià en el primero exile (1923-1927)

Cuando Francesc Macià se exilió (1923) era un diputado conocido, pero no tenía la dimensión política de los líderes de la Liga Regionalista: Puig y CadafalchCambóVentosa y Calvell, el partido hegemónico en Catalunya a principios del siglo XX; o la de los líderes republicanos y sindicalistas: Companys, Seguí, CampalansPestaña. No obstante, Macià no se conformó con un papel secundario. Desde el exilio en Perpinyà (1923-1927), trazó una ambiciosa estrategia, que dibuja a la perfección el perfil de un político con una extraordinaria talla de estadista. Los hechos demuestran que la imagen de un Macià primario, autoritario, e, incluso, ingenuo y atolondrado; que han divulgado algunos historiadores, es totalmente falsa. El mito político Macià, que condujo a la restauración de las instituciones y del autogobierno catalanes, se empezó a construir durante aquel primer exilio.

Vila Denisse (1926)

Vila Denisse, la casa de Prats de Molló (Vallespir-Catalunya norte) donde Macià planificó la creación de un pequeño ejército que debía liberar Catalunya (1926), tiene una importancia primordial. Vila Denisse es la culminación de un proyecto que empieza un año antes, y que llevó a Macià por varios países americanos. Macià vio, entendió e hizo, lo que no vio, ni entendió, ni hizo ningún político catalán del momento: en un mundo que cambiaba de fisonomía a pasos gigantescos y que forjaba unas conexiones internacionales inéditas (creación de la Sociedad de Naciones, de la Internacional Socialista, de la Cruz Roja Internacional), la restauración de Catalunya como nación -es decir, vencer la atávica ideología de dominación hispánica-, necesitaba un importante apoyo exterior. En definitiva, había que internacionalizar la causa independentista catalana.

Fotografía de Prats de Molló (1925) / Fuente: Geneanet France

El ejército de Vila Denisse (1926)

Macià no era un ingenuo. Ni un tarambana. Macià sabía perfectamente que con un ejército de 100 efectivos (los que reclutó desde Prats de Molló), no podía liberar Catalunya. Ni siquiera confiaba en que aquel operativo militar precipitara una revolución generalizada en el Principado. Macià sabía que, en aquel momento, en la parte mayoritaria de la sociedad catalana todavía no había arraigado la idea de la independencia. Por lo tanto, Vila Denisse era la estación inicial de un viaje que, tras un tiempo, debía culminar con la independencia. Y esta es su importancia. Esta idea explica la estrategia de Macià durante la segunda parte del exilio (Bruselas, 1927-1931) y, especialmente, la construcción de la plataforma ERC, integrada por las formaciones independentistas Estat Català y Grup d’Opinió; y las federalistas Partit Republicà Català y Joventut Republicana de Lleida.

El juicio de París (1927).

La prematura desarticulación del ejército de Prats de Molló (noviembre, 1926), a manos de la Gendarmería francesa y a causa de una delación, habría podido significar el final anticipado de la construcción del mito Macià e, incluso, del proyecto independentista catalán. Pero Macià era un estratega, con una capacidad excepcional de improvisación, perfectamente capaz de hacer de la necesidad una virtud. Y eso es lo que pasó durante el juicio en París (enero, 1927). En aquel juicio, Macià y su abogado, el judío occitano Henri Torrès, supieron trazar el dibujo que mejor les convenía. Cuando Macià declaró ante el juez que asumía toda la responsabilidad, le estaba diciendo a la opinión pública que él personificaba la aspiración de Catalunya a la libertad y a la independencia; y que Garibaldi, el delator y agente del régimen fascista de Mussolini, personificaba todo lo contrario.

 

Sala del Tribunal de París (1927) / Fuente: Enciclopedia

El primer gran éxito de Macià (1927).

El primer gran éxito de Macià fue la gran difusión internacional que se dio a aquel juicio (enero, 1927). Por primera vez en la historia, los principales rotativos europeos y americanos, divulgaron en portada la existencia de una vieja nación catalana (como una comunidad nacional claramente diferenciada de España), y la reivindicación independentista catalana. Ni los 12.000 voluntarios catalanes que, con el mismo propósito, habían luchado junto al ejército francés a la I Guerra Mundial (1914-1918), habían conseguido tanto. Lo que vino después no fue otra cosa que la consecuencia de la estrategia Macià-Torrès, y de la extraordinaria divulgación que la prensa internacional hizo de aquel juicio. La justicia francesa no cedió a las presiones del régimen de Primo de Rivera y lo resolvió con una condena simbólica de prisión y la expulsión de territorio francés.

Henri Torrès y Francesc Macià, en París (1927) / Fuente: Archivo de ElNacional

La segunda gira americana (1927-1928).

Para financiar el proyecto de Vila Denisse, Macià había hecho, previamente, una gira por el continente americano (1925); recogiendo fondos económicos en los casales catalanes del Nuevo Continente. Instalado en Bruselas (1927), Macià repitió la gira. Este detalle es muy importante, porque revela el interés y la confianza que su figura y su proyecto habían despertado entre los catalanes del Nuevo Continente. El fracaso "militar" de Prats de Molló (y la pérdida de los nueve millones de pesetas que aportaron los casales catalanes para financiar aquella operación) no había disminuido, en absoluto, la figura y el proyecto de Macià. Más bien al contrario. Las crónicas periodísticas (las españolas no, naturalmente) revelan que, desde el juicio de París, su importancia política había aumentado extraordinariamente: ya no era un político catalán, era "el político" de Catalunya.

La construcción del mito Macià (1928-1929).

Un hecho que probaría esta importancia sucedió en Argentina. En 1928, Macià llegaba a Buenos Aires. La "Marca España" no existía, pero la cosa, inicialmente, se complicó porque el régimen de Primo de Rivera presionó al gobierno argentino para impedir la entrada del líder catalán al país. Superado este obstáculo, Macià fue recibido como un héroe. Como detalle muy significativo: el periodista Germà Capdevila -en un artículo actual- explica que un catalán del Chaco y su nieto, hicieron un viaje de más de 1.000 kilómetros para conocer a Macià. Después vendrían otras estaciones, hasta llegar a La Habana. En la capital de Cuba, Macià presidió la aprobación de la primera y, hasta la actualidad, única constitución republicana de la historia de Catalunya (02/10/1928), redactada por Josep Conangla y otros miembros del casal catalán de la capital cubana.

Macià en el Casal Catalán de La Habana (1928). Fuente Blog Libertad

El segundo gran éxito de Macià (1930-1931).

El viaje que se inicia en Vila Denisse tiene su penúltima estación en la víspera de la Mercè de 1930. Macià llega de incógnito a Barcelona. Alfonso XIII, temeroso de que el descrédito del régimen dictatorial lo arrastrara por el suelo; había cesado Primo de Rivera, pero su sustituto, el general Berenguer, todavía dirigía el país con mano de hierro. Macià se paseó por el centro de la ciudad y, según la prensa, fue aclamado por una multitud. Poco después, Salvador de Toribio, jefe de la policía española se presentó en el domicilio de Macià, con el propósito de expulsarlo a Francia y provocar un escenario delictivo. El gobierno francés reaccionó situándolo, de nuevo, en Bruselas. El grano de arena que faltaba para culminar la fabricación del mito Macià lo aportaba España. Seis meses después, Macià restauraba la Generalitat y se convertía en el president de Catalunya.

Macià en Reus (1931) / Fuente: Archivo de ElNacional.cat