Me imagino una mesa ovalada. La típica mesa ovalada de las salas de reuniones. Me imagino el cielo nublado y el edificio de Lambert Productions, en el West End londinense. Un chico explica la idea y la cara del señor más importante, del director de la productora, está distante pero atenta. No es una cosa fácil de explicar. Es un programa de entretenimiento. Es rompedor, es subversivo. En el programa, el concursante tiene que escoger a una persona para tener una cita. Tiene a cinco candidatos en una especie de pecera de cristal, completamente desnudos. Eso lo dice poco a poco, com-ple-ta-men-te. La pantalla frontal es de un vidrio empañado que solo deja que se vea la silueta. A lo largo del programa va subiendo la mampara borrosa y deja paso al cristal nítido que descubre el cuerpo sin ropa: primero las piernas, después las rodillas. Los genitales. El torso. Quizás es demasiado rompedor, demasiado subversivo. Quizás sí.
Siempre es un enigma, saber de dónde salen las ideas. ¿Cómo debió pasar por primera vez por la cabeza del creador? ¿La rechazó, en un inicio, preguntándose de dónde vendía aquella animalada? Quizás estaba en un hotel, con una cita con quien todavía no tenía mucha confianza, y pensó que a la mampara de la ducha le hacía falta una franja traslúcida para no hacer que la luminaria típica de los hoteles de cuatro estrellas recayera tanto en las pieles mojadas del hidromasaje. ¿Soy genial o soy un tarado? Alguien inventó el programa de diez personajes en una casa llena de cámaras para grabar los amores y las reyertas. Alguien decidió que un cocinero descubriría la suciedad de las freidoras de los restaurantes que no acaban de funcionar. Quizás habéis tenido ideas brillantes que habéis descartado y que serían objetos, negocios o novelas. Una noche con un vino y unos amigos viendo aquello que no ha visto a nadie, descubriendo el éxito, etéreo, esperando que vosotros inventarais las patatas chips con sabor de orégano o el saca huesos de las cerezas. Es la primera pregunta que te hacen siempre, cuando escribes una historia: ¿de dónde nace, la idea? Después vas creando un relato para hacerlo todo más épico. Dalí imaginó sus relojes después de ver un queso camembert ablandándose y palideciendo por el calor en el mármol de la cocina.
Me imagino al señor importante de la reunión frunciendo un poco el ceño. El chico sigue: lo último que se ven es la cara. La gracia, explica al chico de la reunión, y ahora se ha puesto un poco rojo y ha se ha limpiado la garganta, es que mientras se van descubriendo las partes del cuerpo se vayan valorando con la ayuda del presentador o presentadora. ¿Cómo te gustan los muslos? ¿Y los testículos? ¿Qué te gusta hacer con los testículos? Y en medio, esto también es importante, vídeos, curiosidades de la anatomía humana relacionadas con el sexo, consejos para favorecer una mejor vida sexual.
El señor de las cejas debió procesar la información poco a poco, cerrando un poco los ojos, enfocando mejor para imaginárselo. Después seguro que quiso asociar valores y perspectivas. Aquí, no sé por dónde se lo hizo ir el chico (con el resto tampoco, pero es más fácil inventármelo). Quizás habló de cambiar el amor romántico, de admitir una atracción física que atraviesa todas las relaciones y que es clave en un momento de vínculos sexuales sin mucho compromiso. Esta referencia no la sacó, pero Tirant se enamora de Carmesina, al primer momento que la ve, porque va medio desabrochada por el Palau (como están de duelo por la muerte del hermano, tienen todas las ventanas cerradas y hace mucho calor), "ensenyant als pits dues pomes de paradís que semblaven cristal·lines, les quals van donar entrada als ulls de Tirant, que en endavant no van trobar la porta per on sortir, i van ser empresonats per sempre sota el poder d'una persona lliure".
¿Cómo debió pasar por primera vez por la cabeza del creador? ¿La rechazó, en un inicio, preguntándose de dónde vendía aquella animalada?
Hace años, de esta reunión que me imagino. El programa Naked attraction se estrenó en Inglaterra en 2016. Cuando el señor de las cejas dijo que adelante, debió encontrar desafiante cruzar tantos límites. Somos eso, también. El golpe de la imagen, el clip, el ruido en X durante un rato. El impacto. Poder hablar en la próxima cena con amigos. ¿Lo has visto? Fuertísimo. Reír un poco, porque es divertido. Criticarlo, porque sabemos qué hay que decir. Pero también me pregunto qué es capaz de impresionarnos, ahora: ¿cuerpos desnudos, comentarios frívolos? La pantalla funciona porque es el lugar de las bajas pasiones, de la identificación secreta y de la exploración moral. A mí me sorprende la idea, la semilla. Llegar a concebirlo de la nada. Imaginarlo y decirte a ti mismo que sí. Puedes contar qué ideas han descartado y cuáles se deben gestar, ahora mismo, en la mesa ovalada del edificio del West End.