Viernes 11 de Febrero. 20:00h. Manresa. ¿Es utópico o no que en pleno 2022 asista a un concierto de Sopa de Cabra y llore? Me arriesgaré a recibir la típica oleada de hate en Twitter, pero este pasado viernes 11 de febrero lloré no una sino varias veces viendo en concierto los Sopa revivir el Ben endins, qué es su disco que conozco en profundidad y que contiene varios hits de adolescencia de mi generación. Yo fui un melómano muy precoz y en casa con 10 o 11 años ya hacía ir los vinilos y escuchaba música de adultos con total normalidad: Bruce Springsteen, Beatles, Kitaro e incluso la Trinca, y cuando llegaron los CDs también llegaron Michael Jackson, la Tracy Chapman y poco a poco el rock'n'roll, el blues y finalmente el rock llevar: AC/DC, Guns ‘n Roses... Pero el hecho sociológico destacable que vivimos juntos a principios de los 90 los que entonces éramos preadolescentes fue el de sobra conocido fenómeno del "rock catalán". Y eso quería decir que de golpe te encontrabas cantante rock en tu idioma, un hecho que te hacía conectar con las canciones de una manera más íntima y barnizarlas con tus vivencias y anhelos. Y en mi caso no me pasó entonces con nadie más que con Sopa de Cabra, en los cuales renuncié e incluso odiar más adelante por una mezcla de circunstancias que nos harían alargar el artículo hasta el tedio.
Sota una estrella
El caso es que llegamos al teatro Kursaal bien justos de tiempo y aluciné bastante porque estaba lleno hasta la bandera y porque no había entrado nunca y... ¡joder! qué teatro más cojonudo, qué iluminación, qué magnificencia. Nos dirigimos a nuestras localidades tratando de pasar desapercibidos y en pocos minutos estalló la euforia (apunte: hacía pocos días que se habían vuelto a autorizar los aforos al 100%). Y yo que iba sin demasiadas expectativas vi en cuanto sería una gran noche. Porque la comunión era total, porque la banda estaba perfectamente engrasada y porque estaban tocando todas aquellas canciones que me hacían soñar cuando se me quedaba sol en casa, ponía el volumen en toda leche, cogía una raqueta que no había utilizado nunca (?) y cerraba los ojos y me convertía en el guitarrista y cantante de Sopa de Cabra, asumiendo los dos roles principales de la aventura. Y aquellas letras me resonaban por todo el cuerpo y me hacía mías las aventuras y amores que todavía no había tenido ni tiempo ni edad de vivir.
“Sota una estrella, hi haurà algú sempre, que sigui com tu, que estigui perdut!”.
Busco una llum
Y me volví a sentir casi como un niño, una sensación que cada vez tengo más lejana y que por mucho que la intente retener o rememorar queda sepultada bajo capas y capas de cultura, intelectualidad, autosuficiencia, miedo y tiempo, mucho tiempo. Miedo de ser objeto de mofa, por ejemplo. ¡Como cuando tus (queridos) amigos heavies te llamaban moñas porque aparte de Pantera también te gustaba Pearl Jam (!) o como cuándo empecé a hacer ver que nunca me habían gustado ni la Whitney Houston o los Boyz II Men hasta que resurgieron al cabo de muchos años bajo la preventiva e ilustrativa etiqueta de guilty pleasure.
“Busco una llum, busco un color, camino sense direcció,
el carrer és fosc, me'n vaig de tort,
avui no em sento un triomfador,
espero que et vagi tot bé, ja ens trobarem allà a l'infern,
ens en riurem del que vam ser”
Podré tornar enrere
Y en este concierto conseguí rehuir mi entregadísima tendencia al cinismo y me amoldé totalmente a la masa, llena de catalanes de mediana edad rememorando su juventud, y cerré los ojos y lloré, una, dos y tres veces. Volvía a ser una estrella del rock, el público enloquecía con "mis" solos, e incluso los músicos parecían volver a sentirse unos pipiolos: Peck (el guitarrista) se fumaba un piti en el escenario, el rock'n'roll volvía a ser nuestra fiesta lasciva y la gente se ponía de pie para bailar y grababa mucho con el móvil (!!!). Mención aparte para|por el batería, Pep Bosch (que descubrí que era amado entre los fans como lo es el típico secundario del Barça que hace el trabajo sucio, pero de vez en cuando te mete un golito de córner) y por los secundarios de lujo que acaban de cuadrar el círculo: Ricard Sohn y su peinado inconfundible, y Valen de los desgraciados Raydibaum.
Ahora bien, después de tal elegía acabo con un pequeño reproche: no los perdonaré nunca que hayan reformado (nunca mejor dicho) la 'Estació de França' y se hayan petado la intro del duelo de guitarras a lo Iron Maiden, que quizás era el momento que más esperaba de todo el concierto y mi argumento preferido en un futuro debate contra los (futuros) detractores de mi artículo.
“Podré tornar enrere quan estigui massa lluny.
Podré tornar enrere quan sigui massa tard”