Hace unos meses, un chico me escribió a través de Instagram. Me había visto en la oficina de correos de Banyoles haciendo envíos de La incorrecta y me había reconocido. Por eso mismo le sorprendió que yo, lingüista y persona muy vinculada al mundo de la lengua catalana, hubiera cambiado de lengua para comunicarme con la trabajadora de correos. Vaya, que muy elegantemente, me recriminó aquel cambio y me pidió una justificación. Y no sólo eso, ya que me explicó que él no cambiaba nunca de lengua con la interlocutora en cuestión y que le parecía que a ella no sólo no le molestaba que él le hablara en catalán, sino que, de hecho, se lo agradecía. Esta última afirmación me sorprendió mucho.
La verdad es que en aquel momento me dio mucha rabia. Pensé: "mira por dónde, uno que lo hace todo bien, que escucha conversaciones de otros y que, encima, me dice lo que tengo que hacer". La cosa es que me daba rabia porque tenía razón. ¿Por qué cojones le había hablado en castellano aquel día? ¿Quizás porque durante casi cinco años había tenido que traducir "este envío tiene que ser certificado y este urgente" y otras frases similares porque ella verbalizaba que no me entendía? ¿O quizás porque simplemente me había cansado?
Espero que nadie me quite puntos del carné de catalanita después de esta confesión: yo también he cambiado al castellano por pereza
Espero que nadie me quite puntos del carné de catalanita después de esta confesión: yo también he cambiado al castellano por pereza. Tenemos que intentar mantenernos en catalán siempre que podamos. Antes de recibir cualquier insulto o amenaza, matizo lo que escribo: según mi opinión, tenemos que mantenernos en catalán, sí, pero no a cualquier precio. ¿Qué precio? La educación, el entendimiento y el respeto. Si realmente vemos que el interlocutor no nos entiende, tendremos que hacer un esfuerzo con el castellano, tal como lo haríamos con el inglés o con el francés. Ahora bien, si el interlocutor no nos quiere entender... eso ya es otra cosa. Entonces sí que tendremos que recurrir al plan B: ser insistentes y no desfallecer.
A partir de esta experiencia decidí ser mucho más consciente a la hora de hablar y mantener el catalán, aunque, en mi caso, el objetivo principal siempre es que la situación comunicativa sea efectiva y cómoda para todo el mundo. Perdonad que ponga este ejemplo tan vulgar, pero un amigo de Germán Bartolomé dice, y lo cito textualmente: "a veces no se folla por no haberlo preguntado". Preguntémoslo pues: "¿escucha, tú me entiendes en catalán?" Yo, desde que lo hago, os aseguro que las respuestas suelen ser: "¡sí, sí, tú háblame en catalán y si alguna cosa no la entiendo, te la diré, ningún problema!" Así que quizás (y sólo quizás) en algunos casos sólo se trata de eso: de normalizar esta situación y no de hacer un conflicto o una situación incómoda para todo el mundo. Probadlo y ya me lo explicaréis.