El antropólogo Manuel Delgado presenta Ciudadanismos (Los Libros de la Catarata), un libro en que cuestiona los movimientos como Podemos, que se reivindican como "ciudadanistas". Delgado reivindica la vigencia de los valores de la izquierda y asegura que el camino emprendido por los movimientos ciudadanistas no lleva a ningún sitio. Nos recibe en su despacho de la Universitat de Barcelona, donde muestra su indignación por la marcha del mundo.

 

Usted acaba de publicar un libro denominado Ciudadanismos. ¿Qué es exactamente el ciudadanismo?

Curiosamente, el término ciudadanismo empezó a utilizarse con un sentido despectivo, y en los últimos años algunos lo empiezan a reivindicar y a darle un valor positivo. Los comunes, por ejemplo, ya se definen como "ciudadanistas". Para mí, el ciudadanismo es una especie de revitalización del viejo republicanismo radical, que trabaja a partir de la atribución de los valores de la democracia, basado en los valores del individuo. Teóricamente el ciudadano sería el rey de la creación en el sistema democrático y el ciudadanismo trataría de devolverlo al lugar que le ha sido usurpado. Para los ciudadanistas, el capitalismo democrático es un sistema eficaz, que hay que depurar de sus aspectos más escandalosos, pero que no hay que derribar.

¿Se trata de un movimiento homogéneo y coherente?

No lo es, pero en realidad no le importa. Al ciudadanismo no le preocupa en absoluto la coherencia. Es una especie de batiburrillo de sensaciones y sentimientos (como la indignación), con una ideología difusa, en que se invocan continuamente categorías que no quieren decir nada. El ciudadanismo sirve para adaptarse a las circunstancias y para ofrecer un producto atractivo y multiusos.

El ciudadanismo ha conseguido lo que había querido hacer el fascismo y no había podido"

Usted equipara el ciudadanismo con una religión.

El ciudadanismo es una especie de religiosidad. Creen en la democracia y tienen una figura sagrada que es el ciudadano. Pero la ciudadanía es una ficción y los ciudadanos no existen más que como entelequia. El ciudadanismo parte de la idea de que todos somos libres e iguales, y eso es una lucha contra la evidencia, que dice que hay clases sociales con intereses incompatibles. El ciudadanismo ha conseguido lo que había querido hacer el fascismo y no había podido: acabar con la lucha de clases.

¿Quién formaría parte del movimiento ciudadanista?

Podríamos empezar a hablar de ciudadanismo como tal con los movimientos antiglobalización a finales de los años 90. Su expresión más espectacular la tuvo con el 15-M y con la nebulosa de los movimientos sociales. Últimamente, la máxima expresión del ciudadanismo la tenemos en Podemos, En Comú Podem y movimientos similares, como las "mareas". Son movimientos que se consideran postpolíticos, que imitan el estilo de los viejos partidos radicales o del peronismo. Pero en cierta medida el ciudadanismo afectaría a muchos otros, incluso al movimiento okupa, o a los anarquistas.

El ciudadanismo no traerá cambios sustanciales a la sociedad porque no pretende traerlos"

¿No confía en que el ciudadanismo traiga cambios sustanciales a nuestra sociedad?

No los traerá porque no pretende traerlos. Los ciudadanistas no tienen un proyecto de transformación de la realidad (o, si lo tienen, yo no sé cuál es). Su hito es una especie de epifanía de los valores de la democracia formal; apuestan para que los valores de la modernidad triunfen. Sólo quieren corregir los elementos menos aceptables del capitalismo, como la corrupción.

Usted alega que buena parte de este movimiento surge de unas izquierdas "vencidas y desarmadas".

Este batiburrillo es donde han ido a parar los restos de la izquierda vencida y desarmada. En la práctica hay muchas más cosas: cultivadores de huertos urbanos, ONGs, veganos... No es un movimiento político, es una recopilación de movimientos sociales. Yo digo que estos movimientos no son de izquierdas, como lo dicen a menudo ellos mismos. Los ciudadanistas no son nada... En su pretensión de salir del esquema izquierda-derecha, rechazan el eje de clase, y acaban cayendo en el tercerismo, la creencia en un mundo sin derechas ni izquierdas. Incluso han acabado generando su versión derechista: Ciudadanos.

¿Así, no cree que el ciudadanismo pueda desestabilizar el sistema político?

Los ciudadanistas son completamente inofensivos. La función que tendrán en España será servir de sustituto al PSOE. Mucho de lo que pasa con ellos, ahora, recuerda lo que le pasaba al PSOE en 1980, antes de que llegara al poder. Su programa no pasa de reivindicar una recuperación del viejo estado del bienestar.

Usted critica de forma muy dura las corrientes ideológicas surgidas de mayo del 68.

Evidentemente. El origen del ciudadanismo lo encontramos en la nueva izquierda, que de una forma u otra impugnó la forma de hacer de los antiguos revolucionarios, básicamente los comunistas, que dimitieron de la función histórica con que nacieron. Entonces empezó un proceso que es el que nos ha conducido hasta aquí: primero fueron eurocomunistas, más tarde ecologistas y al final se han disuelto en estos partidos ciudadanistas, que son esencialmente socialdemócratas con retórica radical.

No es cuestión de añorar a la vieja izquierda, sino de añorar la existencia de un proyecto de alternativa social"

¿Reivindica entonces la vieja izquierda, la old left?

No exactamente. La verdad es que yo no tengo ninguna alternativa. No se me ocurre qué se tiene que hacer. Decir lo contrario sería una impostura. No es cuestión de añorar a la vieja izquierda, sino de añorar la existencia de un proyecto de alternativa social, el sueño de crear una sociedad nueva. Y eso pasa porque se ha impuesto la idea de que el capitalismo no tiene alternativas, y que lo máximo que podemos hacer es pedir que se apiade de nosotros, que es lo que hacen los movimientos ciudadanistas.

¿La CUP estaría incluida dentro de los movimientos ciudadanistas?

El ciudadanismo últimamente llega a todas partes, en toda Europa, en América... Ha ido afectando en toda a la antigua izquierda. Todo el mundo se ha vuelto ciudadanista. Hay unos rasgos comunes a todos ellos: el uso de un lenguaje abstracto y críptico, la preocupación por la estética, por los medios de comunicación y por las redes sociales... Pero la CUP, aunque tiene algunas influencias del ciudadanismo, mantiene todo otro proyecto social. Son los últimos bolcheviques de Europa y por eso son un auténtico referente.

A la izquierda nos han vencido"

En algunos momentos usted había participado en algunos de los movimientos que ahora critica... ¿En cierta forma este libro es un mea culpa?

Creo que he participado en todos estos movimientos, pero lo hice porque era la única cosa que había. De 2000 a 2011 no había nada, ninguna vocación de alternativa. Los partidos revolucionarios en el siglo XX habían hecho política de masas a partir de actividades diversas, de propaganda, de agitación... Pero estas actividades se encaminaban hacia la creación de una nueva sociedad. Pero a partir de aquí ha habido una atomización de movimientos que ya no tienen horizonte. Hay movimientos sociales que hacen luchas concretas. Pueden hacer aparecer burbujas de lucidez, como las protestas contra la guerra o contra las cumbres. Pero estas iniciativas se diluyen, porque no hay detrás una producción ideológica sólida que diga hacia dónde ir y qué hacer. A la izquierda nos han vencido.

Este libro no le ayudará a hacer amigos. A buen seguro que habrá mucha gente molesta con la crítica que hace a estos movimientos.

Seguro que habrá gente ofendida, pero hay una parte de la izquierda que un día fue revolucionaria que se siente muy descontenta con el ciudadanismo y que yo creo que celebrará este libro. Hay muchos antiguos revolucionarios que no quieren ser ni veganos ni cultivadores de huertos urbanos. Hay mucha gente que cree que se tiene que luchar por otras cosas, para cambiar el mundo.