"¿Quieres que te explique cómo murió todo el mundo, bonita? Te lo explicaré todo". Son las palabras de Elisa Neri, protagonista de L'edat dels vius (Univers), la novela ganadora de la última edición del Premio Creixells, concedido por el Ateneu Barcelonès a la mejor obra publicada del año 2022. El personaje no las dirige, sin embargo, a otro ser humano, a ningún compañero de especie, sino a una rata, a quien se encuentra durante su periplo postapocalíptico y a la que le dedica un monólogo en que describe el fin de su mundo. Obra de la escritora Mar Bosch Oliveras (Girona, 1981), L'edat dels vius es una ficción distópica con guiños en el Mecanoscrito del segundo origen de Manuel de Pedrolo, llena de filosofía sobre la lógica de nuestro mundo y su dirección. Compuesta por tres partes y voces narrativas que se alternan entre ellas, fusiona el lamento por una existencia perdida con el humor desenfadado y la esperanza sobre la posibilidad de refundar la vida humana con otros principios.
Un mundo sin vejez
"El año 2036 se inventó la Cura", describe la protagonista y narradora. Y en este caso, el remedio médico es contra uno de los límites biológicos más férreos de la especie humana: el envejecimiento. Envejecer es la enfermedad que la Ciudad-Jardín, donde crece Elisa Neri, consigue superar gracias a los avances médicos y tecnológicos. En esta sociedad futurista, los viejos se convierten en piezas de museos que se enseña a los niños en las escuelas como una muestra de un pasado remoto y superado. Incluso uno de sórdido y monstruoso. En la Ciudad-Jardín reinan la juventud perpetua, las facultades físicas en el máximo esplendor. ¿Qué papel juega la muerte, pues? ¿Cómo se produce el relieve de la vida? La Fábrica, el gobierno central de la ciudad, determina el momento de la muerte de cada uno de sus habitantes. Estos crecen conociendo su destino y aceptándolo. Los límites los ayudan a convivir en harmonía ecológica también con los recursos finitos de la Tierra: los habitantes de la Ciudad-Jardín han encontrado fuentes alternativas de alimento y subsistencia que les permiten evitar la caza y la pesca.
Un envejecimiento repentino y acelerado de la población, por culpa de un accidente indeterminado, hace que en pocas horas todo el mundo encuentre la muerte
Esta sociedad del futuro, con sus limitaciones, procura en realidad una existencia armónica, respetuosa con sus habitantes, que son felices. Hasta que llega la catástrofe: un envejecimiento repentino y acelerado de la población, por culpa de un accidente indeterminado, hace que en pocas horas todo el mundo encuentre la muerte. Todo el mundo, claro está, menos Elisa Neri, que de repente se ve sola y tiene que descubrir si realmente se ha quedado sin compañía. Talmente como Alba y Dídac, protagonistas del Mecanoscrito del segundo origen de Pedrolo, el personaje emprenderá una búsqueda de supervivientes a bordo de un barco. Perdida, sin prácticamente medios para sobrevivir y sin rumbo, se encomendará a una rata que encuentra en la cubierta de la embarcación. El animal se convertirá en su interlocutora, a quien explicará su historia personal y la de la destrucción de su mundo.
Un monólogo con interlocutor animal
"Y eso fue lo que sentí cuando mi hombre se murió: pereza. Qué santa pereza. ¿Qué suponía que tenía que hacer con aquel bulto?". Elisa Neri recuerda la muerte de Eugeni, su marido, afectado por la tragedia colectiva de la Ciudad-Jardín. Y lo hace desde su perspectiva, descarnada, irónica y punzante de la vida, el de alguien que ha perdido la razón de vivir. "He dicho que soy una vaga. Lo he sido toda la vida y lo seré hasta el último aliento", confesa. A bordo de la embarcación pasa página de los años y de los recuerdos que conforman su vida anterior. Su historia de amor, que lamenta profundamente haber perdido, la relación primordial con su madre y su alergia a la pereza, las anécdotas de la infancia, que también revelan la estructura de su particular sociedad.
Es a través de esta vía que la novela se conecta con el interés por la filosofía de la autora pero también con el impacto de la pandemia y su terremoto social
Todo barrido por la fuerza de la catástrofe: "los cambios huelen a pequeñas cosas que hueles después, cuando es demasiado tarde", certifica. Es a través de su monólogo que el lector es capaz de ir reconstruyendo, poco a poco, el pasado de la protagonista y la lógica de funcionamiento de la Ciudad-Jardín. Se trata en realidad de una propuesta filosófica que propone unos principios rectores sobre los cuales se tendría que construir la vida. Es a través de esta vía que la novela se conecta con el interés por la filosofía de la autora pero también con el impacto de la pandemia y su terremoto social.
¿Una isla feliz?
La segunda parte de la novela la protagoniza un escenario diferente. Se trata de la Isla Bonita o Isla de Sant Pere, que reúne a un centenar de refugiados, que se marcharon de la Ciudad-Jardín huyendo de la primera Cura, una campaña de mejora genética masiva. Querían seguir viviendo con las normas del mundo que conocían y rechazaban lo que se intuía con el nuevo orden social. Llenaron varias barcazas y huyeron hasta una isla a la cual más tarde pusieron el nombre de "Sant Pere", porque decidieron que era el sitio más cerca de las puertas del cielo.
Allí llevan una existencia tolerada y auténtica, como si se tratara de una comuna amable y acogedora. La voz narrativa trágica y nostálgica de Elisa Neri la sustituye, en esta segunda parte, una narrador mordaz y divertido que explica la cotidianidad desenfadada de la isla y de sus habitantes. Las pequeñeces del día a día se mezclan con los grandes debates sobre la vida en la sociedad de la cual huyeron y sobre la decisión de abandonarla. De la comunidad de la isla forman parte personajes como Esteve Bonada, un hombre de edad avanzada y ciego que actúa como si fuera el pregonero, despertando a sus habitantes con un megáfono y simulando un programa radiofónico. Pero también Núria Tura, la encargada del cementerio, o Rafel Ribot que escoge pasar sus días disparando contra los pájaros que campan por el cielo y que se rebela contra la dieta de acelgas que Carme Salvador, otra de las habitantes de este grupo de 'parias', le quiere imponer.
En su viaje errático en barca, Elisa acabará llegando hasta la isla, donde encontrará una forma de vida alternativa a la que había conocido y también un consuelo para superar la tragedia colectiva. En su nueva felicidad, L'edat dels vius parece dar un mensaje de esperanza contra las fantasías contemporáneas de apocalipsis y de colapso social. Como si después del fin del mundo todavía pudiera haber vida. "Estaba bien, en nuestro mundo de pega", dice el personaje, "de hecho, era el único lugar dónde existir".