Tolosa de Languedoc (condado independiente de Tolosa), año 1052. Hace 970 años. Ramón Berenguer I, conde independiente de Barcelona y casado con Blanca de Narbona; y Almodis de la Marca, esposa de Ponce III, conde independiente de Tolosa; se escapaban juntos y se convertían en protagonistas de una historia que trascendería en el espacio y en el tiempo. Los amantes de Tolosa se desvincularían de sus consortes y acabarían casados en Barcelona; formando una apasionada pareja que, también, alcanzaría una extraordinaria altura política. Almodis y Ramón Berenguer serían los redactores de los Usatges de Barcelona (Observancias de Barcelona), la primera carta magna de la historia nacional de los catalanes. Pero aquella unión nunca obedeció a estrategias políticas. Todo lo contrario, y demostró que, en aquella época de picas y mallas, la política podía estar perfectamente subordinada a la pasión.
Un amor de otoño
Cuando Almodis y Ramon Berenguer protagonizaron su particular historia (1052), ya no eran dos adolescentes con la cabeza enturbiada por el sexo y por el amor. Los dos tenían treinta y dos años, que en aquel contexto histórico quería decir que ya habían ingresado plenamente en la etapa de la madurez. En este punto es importante destacar que, hasta los avances médicos y científicos de los siglos XVIII y XIX, la esperanza de vida de las mujeres era en torno a los treinta y cinco años y la de los hombres en torno a los cuarenta. Eso no quiere decir que, en tiempo de Almodis y Ramón Berenguer, los octogenarios fueran inexistentes. Lo que significa es que aquella historia era un amor de otoño. Tanto Almodis como Ramón Berenguer venían de dos relaciones anteriores. La occitana con Hugo de Lusignan y con Ponce de Tolosa; y el catalán con Elisabet de Nimes y con Blanca de Narbona.
El rapto de Helena en versión medieval
Pero eso no le resta ni un gramo de épica. Almodis y Ramón Berenguer protagonizaron una fuga plenamente inspirada en el mito clásico del rapto de Helena. Según las crónicas de la época, la pareja se conoció un tiempo antes, durante una visita, digamos oficial, del conde catalán en la corte de su aliado tolosano. Y en aquel momento debió surgir la mutua atracción que, un tiempo después y en una segunda visita, desembocaría en la huida de los amantes. Ramón Berenguer, consciente de que Almodis era no tan solo una mujer casada, sino que era la esposa de uno de los principales aliados de su cancillería, lo maquilló como un secuestro, para ahorrarles represalias políticas a los hijos y a los familiares de la condesa tolosana. No obstante, lo que no evitó fueron los quebraderos de cabeza de la cancillería de Barcelona para restaurar las relaciones políticas con Tolosa.
¿Qué vio Ramón Berenguer en Almodis?
Aquella historia de amor podría haber causado una guerra de consecuencias devastadoras para aquellos condados catalanes que trataban de consolidar su independencia sobre un escenario extremadamente frágil. Visto, exclusivamente, desde esta perspectiva, diríamos que Ramón Berenguer I fue, políticamente hablando, un irresponsable. Pero había otro elemento en juego que compensaba aquella actitud tan atrevida. Almodis no era una mujer más de su corte, sino que era la personalidad más brillante de su cancillería. Y eso (y otras cosas) debió ser lo que deslumbró a Ramón Berenguer. Y lo que lo convenció de que con la tolosana podría crear una dupla imbatible en Barcelona que enviaría a su incombustible abuela Ermesenda (condesa-viuda del difunto abuelo Ramón Borrell I, que todavía le disputaba el poder) a la papelera de la historia.
¿Qué vio Almodis en Ramón Berenguer?
Almodis, nacida en 1020 en el condado de la Marca (una jurisdicción feudal en el centro del reino de Francia) e hija de los condes Bernardo y Amelia, fue destinada a jugar el papel de una pieza del gigantesco tablero político de la Europa feudal. Su condición femenina y su origen nobiliario no le daba opción a otra cosa. Y estuvo casada, primero con Hugo de Lusignan y después con Ponce de Tolosa; quienes
e, en el mejor de los casos, le doblaban la edad. Muy probablemente, Almodis vio en Ramón Berenguer —con quien compartía edad— un amigo, un compañero y un amante. Pero, sobre todo, un gobernante con un proyecto político muy estimulante: culminar la construcción y consolidar la independencia de los condados de la mitad sur de la vieja Marca carolingia de Gotia. Un proyecto que, en aquel momento, ya se perfilaba como lo que sería un siglo más tarde: un gigante de la región.
Almodis, Ramón Berenguer y las Observancias
En esta historia no se sabe exactamente quién representaba el juicio y quién el arrebato. Pero en cambio sí que está claro que los dos compartían la opinión de que un estado no se podía proyectar al futuro sin la fuerza de las armas; pero, sobre todo, sin un código jurídico y político propio y adaptado a la nueva realidad de la época. Y redactaron las Observancias de Barcelona (Usatges de Barcelona), la primera carta magna de la historia nacional de los catalanes; que limitaría la acción de los avariciosos y violentos barones feudales y restauraría, progresivamente, el poder central condal. Que promovería la formación de ciudades y de sus gobiernos (como el Consejo de Cien o la Paería). Y que impulsaría la actividad comercial (la génesis de la expansión catalana en el Mediterráneo). Almodis y Ramón Berenguer proyectaron el futuro político, económico y militar de Catalunya mientras escribían su particular historia de amor y de pasión.