Lleida, 23 de agosto de 1313. Hace 709 años. El conde-rey Jaime II confirmaba la Querimònia, la primera carta magna de la historia nacional aranesa. El país de Aran, aunque era un territorio de lengua y cultura occitana y que estaba situado en la cara norte de los Pirineos, quedaba definitivamente vinculado al edificio político catalanoaragonés y, más concretamente, al Principado de Catalunya. Pero aquella vinculación no era la primera maniobra de aproximación, sino que era la culminación de un largo proceso que arrancaba en el siglo IX y que había puesto de manifiesto la voluntad de la sociedad aranesa de la época de alejarse de Tolosa y de vincularse a Barcelona. ¿Por qué motivo aquellos araneses medievales se inclinaron hacia un estado peninsular en lugar de hacerlo hacia los dominios de su entorno geográfico y cultural? 

 

Alfonso I de Aragón y de Pamplona y Ramón Berenguer IV de Barcelona / Fuente: Biblioteca Digital Hispánica y Rotlle de Poblet

La génesis de Aran

La protohistoria nacional aranesa arranca hacia la centuria del 600, durante la etapa de conflictos entre las monarquías visigótica hispánica y merovingia francesa. En aquella época oscura (por la escasez de fuentes documentales), Aran formaba parte del mundo cultural protovasco (que se expandía entre la Cerdanya y el Cantábrico) que había resistido la romanización lingüística. Los testigos documentales posteriores que hacen referencia a esta época oscura (siglos VII a IX) aportan detalles tan reveladores como la cita en latín vulgar “Cisclan iu bascon, qe son d’Aran” ('Chillan los vascones, que son de Aran'). Pero la evangelización de la sociedad aranesa, promovida durante estos "siglos oscuros" desde la desaparecida diócesis de Sant Bertran de Comenge, arrinconaría progresivamente el protovasco y lo sustituiría por un latín vulgar que prefiguraba la variante gascona del occitano.

La cuna tolosana

Fueron los condes de Tolosa (dependientes del poder central carolingio, como los de Barcelona o los de Urgell) los primeros que organizaron política y militarmente Aran. A inicios de la centuria del 800, los condes tolosanos incorporaron Aran a sus dominios e, incluso, proyectaron su expansión hacia la cara sur de los Pirineos (creación de los condados de Pallars y de Ribagorça). No obstante, la escasa documentación de la época revela que aquellos araneses primigenios ya habían desarrollado una conciencia de comunidad propia: hacia el 880, mientras Wifredo el Velloso ponía los cimientos de la nación catalana, las fuentes revelan que Aran no estaba bajo ningún tipo de dominación señorial; ni de Tolosa, ni de Barcelona, ni de los ambiciosos barones pallareses y ribagorzanos que se afanaban por romper los vínculos de dependencia con respecto al poder tolosano.

Mapa de la evolución de los condados catalanes entre el 900 y 1149 / Fuente: Enciclopèdia

La república aranesa

Este detalle es muy importante, porque (a pesar de la ausencia de fuentes que lo confirman) todo apunta a que aquellos araneses se gobernaban como una especie de república medieval; es decir, con una junta de representantes de los valles que formaban el país y que era un modelo de origen ancestral que perviviría durante siglos en el mundo vasco (la Junta de Gernika, por ejemplo). Y es muy importante también porque explica el origen de la Querimònia, la primera carta magna de la historia nacional aranesa. Aunque la confirmación de estos fueros fecha del siglo XIV, es del todo seguro que su origen ―por lo menos, su tradición consuetudinaria― se remontaba a esta época. El posterior Tratado de Amparanza (1130) firmado entre los representantes araneses y el rey Alfonso I de Aragón y de Pamplona confirma que los araneses se gobernaron por sí solos durante tres siglos.

La Amparanza 

Pero aquel mundo de picas y mallas no daba demasiadas concesiones a las pequeñas comunidades que luchaban por preservar su independencia. El propio nombre de aquel tratado revela su arquitectura y su propósito: los araneses se amparaban ―confiaban la protección de su edificio político y social― en las armas del rey navarroaragonés. La dirección en que se negoció este pacto de protección explica que los araneses ―al menos las clases dirigentes del siglo XII― tenían muchos intereses económicos en la cara sur de los Pirineos y, más concretamente, en los condados semiindependientes del Pallars y de la Ribagorça, que, en aquel momento, gravitaban en la órbita política y militar de la monarquía navarroaragonesa. Este detalle, de importancia primordial, marcaría la orientación proyectiva de los araneses, que se inclinaba, decididamente, hacia la península Ibérica.

Mapa de Aran, fragmento de un mapa de Catalunya (1608) obra del cartógrafo Ortelius / Fuente: Cartoteca de Catalunya

¿Por qué hacia al sur de los Pirineos?

A principios de la edad media (siglos VI a X) la principal actividad económica de Aran consistía en la importantísima cabaña de rebaños de propiedad comunal; y, con posterioridad a la Revolución Feudal (siglo XI), en manos de las oligarquías del país. Esta cabaña ganadera tenía sus prados de invierno en el vertiente sur de los Pirineos: las famosas cañadas que, a través de los puertos de Vielha o de la Bonaigua, conducían los rebaños de corderos, de vacas o de caballos a las llanuras de Urgell. Estas cañadas también crearon una intensa relación humana entre las comunidades situadas en los extremos del camino (araneses y urgelenses) y las situadas en el transcurso del trayecto (pallareses y ribagorzanos que, después de la muerte de Alfonso I y la crisis aragonesa que la siguió, habían basculado hacia la órbita política y militar del condado independiente de Barcelona).

Un balcón catalán a la Europa atlántica

De este modo se consolidó y perpetuó una sinergia basada, inicialmente, en los intereses económicos y, posteriormente, en las relaciones humanas. Las fuentes documentales (los Fogatges, principalmente) revelan que la concertación de matrimonios entre araneses, pallareses, ribagorzanos y urgelenses fue una constante en todos los sectores sociales durante toda la edad media y moderna. Probablemente, el más conocido sería el caso de la estirpe de Gaspar de Portolà (primer colonizador europeo de California y de la Columbia, en el siglo XVIII) que, partiendo del país de Aran, se habían establecido en Os de Balaguer (la Noguera) y acabaron radicados en Lleida. Aran, en la cara norte de los Pirineos, en la cuenca hidrográfica del Garona, de remoto pasado protovasco y de lengua y cultura occitana, es, por el destino de la historia, el balcón catalán a la Europa atlántica.