L'Alguer (Cerdeña), 16 de noviembre de 1354. Hace 667 años. Las tropas de Pedro III, conde independiente de Barcelona, rey de Aragón y rey de València, entraban en L'Alguer y culminaban una de las principales operaciones bélicas de la campaña de conquista catalana de Cerdeña. Acto seguido, Pedro III ordenaría la expulsión de la población nativa y la sustitución por colonos catalanes. Empezaba una historia de estrecha vinculación política y, sobre todo, cultural entre L'Alguer y el mundo catalán que se prolongaría hasta la actualidad. Pero la conquista y repoblación de L'Alguer no sería ni el primero ni el último ―ni siquiera el único― testimonio de la presencia catalana en la isla. Cuando Pedro III puso los pies en L'Alguer, la relación entre Catalunya y Cerdeña tenía una larga historia que se remontaba, como mínimo, a los primeros compases de la edad media.
Tarragona y Cerdeña
El primer documento que testimonia esta vieja relación es un misal del siglo VIII, conocido como el Orazionale Mozarabico (que actualmente se conserva en Verona). El Orazionale no es un misal cualquiera, sino el testimonio de una trágica historia que empieza en Tarragona el año 714. En aquel momento, las tropas árabes habían atravesado el Ebro y el arzobispo Próspero, máxima autoridad política y religiosa de Tarragona, ordenaría la evacuación total de la ciudad y del territorio. Aquel éxodo ―que debió ser gigante― no fue el único en aquel contexto. Pero sí que fue especialmente singular. Mientras que el éxodo que salía de los valles del Llobregat, del Ter o del Tet (que también huía de la invasión árabe) seguía el camino del norte (hacia el reino de los francos), reveladoramente, el éxodo tarraconense se dirigiría, en primera instancia, hacia Cerdeña.
¿Por qué hacia Cerdeña?
La dirección que tomó aquel éxodo no era casual. Durante la etapa de dominación romana (siglos III a.C. a V d.C.) Tarraco y Caralis (Tarragona y Cagliari) habían sido unos de los principales vértices del poliedro que dibujaba el tráfico naval del Mediterráneo occidental. La intensa relación entre las oligarquías comerciales de Tarraco y las de Caralis está más que probada. Como lo está que, al principio del siglo V ―mientras se descomponía el estado romano―, el nuevo poder visigodo de la Narbonense y de la Tarraconense y las oligarquías sardorromanas pactaron la incorporación ―efímera pero efectiva― de Cerdeña al estado gótico protocatalán. Detalles que explican que la idea de los tarraconenses de Próspero con respecto a Cerdeña era la de una sociedad hermana y la de una tierra de acogida.
Cervera y Cerdeña
Muy probablemente esta vieja relación, más o menos sostenida en el tiempo, sería la que explicaría la aparición en Cerdeña de la nobleza feudal catalana mucho antes de la campaña de Pedro III. El año 1157, Hug de Bas era coronado juez-rey de Arborea, uno de los cuatro dominios independientes de la isla. Hug era nacido en Cerdeña, pero sus progenitores eran originarios de la capital de la Segarra y habían llegado y arraigado en la isla acompañando a Agalbursa de Cervera, la flamante esposa del juez-rey Barisono de Arborea. La historia personal de Hug explica sobradamente la comodidad con que las oligarquías catalanas se movían en Cerdeña. Hug, sobrino materno de Argabusa, es la figura más representativa de una baja nobleza catalana que encontró en Cerdeña la oportunidad de ganar patrimonio y poder.
Sardos, catalanes, pisanos y genoveses
Sin embargo, si alguna cosa más nos explica aquel episodio (que sería el punto de partida de la estirpe Cervera-Lacon), es que el ascenso de Hug explicaba algo más que la historia de una familia catalana de la baja nobleza en busca de fortuna. Buena parte de los historiadores actuales atribuyen a los Cervera la introducción del régimen feudal, especialmente pesado para las clases populares y que en aquel momento estaba plenamente consolidado en Catalunya. Eso no era, precisamente un mérito. Pero con aquel golpe de genio ―que perseguía el beneficio propio― sedujeron a las oligarquías señoriales indígenas, tradicionalmente enfrentadas con las élites mercantiles de la isla y tradicionalmente aliadas de las repúblicas de Génova y de Pisa. La maniobra de los Cervera acabaría teniendo unas consecuencias que cambiarían para siempre, y no para bien, la historia de Cerdeña.
Cerdeña, pieza imprescindible de la expansión comercial catalana
A pesar de todo, Cerdeña caería, definitivamente, hacia el lado catalán impulsada por el interés de las potentes clases mercantiles de Barcelona, de València y de Palma. El año 1295, después de la crisis siciliana (que se había resuelto muy favorablemente a los intereses catalanes), se firmó la Paz de Agnani. En aquellas negociaciones, promovidas y arbitradas por el Pontificado, los catalanes aceptaron entregar el dominio de Sicilia (conquistada por los almogávares en 1283) en la Santa Sede. Y a cambio ―y secretamente― el pontífice Bonifacio VIII los asignaba el dominio de Cerdeña (en aquel momento un grupo de dominios independientes). En la aceptación de aquel trato, las clases mercantiles catalanas tuvieron un papel decisivo; que vieron el extraordinario papel que Cerdeña, por su situación de centralidad, podía jugar en el comercio mediterráneo,
Cerdeña: el "Vietnam catalán"
Otra cosa es que Jaime II incumpliera la parte de su trato: entregar Sicilia a la Santa Sede (es un detalle importante que ha generado muchas dudas entre los historiadores actuales a propósito de los términos de aquel pacto). Y otra cosa, también, es que una parte importante de la sociedad sarda de la época se rebelara contra aquel tratado. Y eso sería lo que explicaría que Cerdeña, acto seguido, se convirtiera en aquello que algunos historiadores actuales han denominado "el Vietnam catalán". La resistencia sarda, representada por las élites mercantiles locales (aliadas tradicionales de Génova y Pisa), y algunas oligarquías señoriales de la isla (asustadas por la voracidad de los barones feudales catalanes) obligó los catalanes a un esfuerzo considerable. La conquista de Cerdeña sería la empresa más larga y más costosa (en recursos humanos, animales y materiales) de la historia militar catalana.
L'Alguer, faro de catalanidad
El episodio de L'Alguer (la conquista, expulsión de la población autóctona y repoblación catalana) está directamente relacionado con esta resistencia que se prolongó por espacio de un siglo. L'Alguer fue repoblada, básica y reveladoramente, con gente del Camp de Tarragona, pero también intervinieron, en menor medida, contingentes procedentes de Barcelona, de València y de Palma. El catalán se convirtió en la lengua del poder y de la sociedad local. Incluso la de los sardos que, posteriormente, se sumarían a la comunidad algueresa. Está estudiado y documentado que, durante los siglos XVI al XIX, L'Alguer vivió un goteo constante de inmigración procedente de las zonas rurales y montañosas del interior de la isla ―de lengua y cultura sarda― que se integró plenamente en la realidad sociocultural catalana local.
Cagliari, la catalana
Capítulo aparte merece el caso de Cagliari, la capital de Cerdeña, que vivió su propia experiencia dentro de aquella historia. Durante la conquista ―y, sobre todo, una vez culminada aquella empresa― Cagliari vivió un desembarque formidable de comerciantes catalanes. En aquel contexto, el catalán ―lengua del poder y del comercio― se convirtió en la lengua habitual de los comerciantes locales. Y desde mediados del siglo XV en la lengua de las casas, de las calles y de las plazas de la ciudad. Este paisaje sociolingüístico estaría vigente hasta a principios del siglo XVIII. En 1713, Felipe de Borbón entregó Cerdeña al archiducado de Austria, a cambio que Carlos de Habsburg se retirara del conflicto sucesorio hispánico. Este hecho marcaría el principio del fin de la catalanidad de Cagliari, pero no borraría la memoria de una larga relación a través de los siglos.