Barcelona, 26 de enero de 1939. Después de casi tres años de Guerra Civil, las tropas franquistas ocupaban la ciudad. Mientras eso pasaba, centenares de miles de exiliados atravesaban la frontera hispano-francesa. La inmensa mayoría, personas que habían mantenido un compromiso personal con Catalunya y con la República, y que nunca habían cometido ningún crimen ni ningún delito. Y sin embargo, en este escenario "autodepurado", sorprende la brutal caza que realizaron las autoridades del nuevo régimen, y que daría por buena la cita del general golpista Mola: “Hay que sembrar el terror... hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vaciliación a todos los que no piensan como nosotros”. Según la investigación historiográfica, desde que se había iniciado la ocupación franquista del país (1938), y durante los dos primeros años de represión franquista (1939-1940), el régimen franquista español encarceló a miles de catalanes.
Orgaz: "La justicia de la nueva España, autenticamente española"
El macabro aparato de represión del régimen franquista en Catalunya, durante los primeros meses de ocupación, estaría dirigido por tres siniestros personajes: el general Eliseo Álvarez-Arenas y Romero y su sucesor, también general, Luis Orgaz Yoldi (que, reveladoramente, se hacían llamar "general jefe de los Servicios de Ocupación"), y el inspector de prisiones Isidro Castillón López (director de la Prisión Modelo y máxima autoridad penitenciaría en Catalunya). Su plan de ejecución se resumía en sus proclamas públicas. Orgaz había proclamado: “A los que sufrís las horas de reclusión (...) elevad vuestro espíritu pensando en que la justícia de la nueva España (...) auténticamente cristiana y auténticamente española (...) que subsana errores (...) bajo la sabia dirección del Caudillo nos permite con orgullo proclamar nuestra condición de españoles”.
Ungría, los pelotones falangistas y los delatores
Subordinado a Álvarez-Arenas y posteriormente a Orgaz aparece la figura del policía José Ungría Jiménez, director del SIPM, el servicio de espionaje del bando franquista creado en plena Guerra Civil (noviembre de 1937). Ungría tuvo un destacado papel durante los primeros meses de ocupación franquista de Barcelona (enero de 1939 a septiembre de 1939): fue el arquitecto de una sórdida red de informantes (integrada por conserjes de fincas privadas, taxistas, serenos y basureros) que reportaba a la Jefatura Provincial de Falange (situada en el paseo de Gràcia). Desde la guarida falangista se activaba la caza y el acusado –sin ningún tipo de investigación previa– era detenido, maltratado y encarcelado por los pretendidos delitos de secuestro, robo, torturas o asesinado, pretendidamente cometidos durante la guerra. Curiosamente, las víctimas o los familiares de las víctimas de los delitos que se imputaban a los detenidos, nunca aparecían ni siquiera en una rueda de reconocimiento.
“¡Te maté porqué eras mía!”
Los falangistas fueron los ejecutores del aparato represor durante los tres primeros meses de ocupación (enero de 1939 a abril de 1939), y convirtieron Catalunya en un tenebroso escenario dominado por el terror. La proclama de uno de sus líderes, el pretendido intelectual Ernesto Giménez Caballero (más conocido como Gecé) revela y explica aquella sed de venganza. El 26 de enero de 1939, formando parte de las tropas franquistas que ocuparon la capital catalana, clamaba “el doncel trobador, hecho hierro y sangre (...) entró con España en Barcelona, para levantarla del suelo y gritarle ¡Mía!, ¡Nuestra! ¡De España otra vez!”. I poc després, reveladorament, afegia: “una Cataluña desdeñosa a España, y una España que se moría de angustia por su amor ofreciéndole un ajuar de comprensión y de matrimonio. Pero Cataluña no quiso matrimonio, sinó divorcio. Y prefirió antes que a España marcharse con rusos, franceses y traidores. ¡Te maté porqué eras mía!”.
González Oliveros, Bravo Montero y la policía franquista
En aquel contexto, aparece otra figura relevante del aparato represor franquista: el 12 de marzo de 1939, el gobernador civil Wenceslao González Oliveros (que, en 1938, había redactado un informe jurídico que justificaba la destrucción de las instituciones catalanas); firmaba el decreto de incorporación de los pretendidos "agentes de investigación" falangistas al Cuerpo de Investigación y Vigilancia (a partir de 1941, Cuerpo General de Policía, y actualmente CNP). Los pelotones falangistas, de procedencia forastera y liderados por el capitán de la Guardia Civil Manuel Bravo Montero (amigo personal del general Franco) se convertían en el elemento primigenio y mayoritario de la policía franquista en Catalunya. Estos detalles son muy importantes, porque revelan dos datos fundamentales: la absoluta libertad de maniobra de las células represoras durante aquella primera etapa y la raíz socioideológica de la policía franquista en Catalunya.
Villamide y el tribunal de confiscaciones
Pocos meses después vino la tercera fase del procés represor: el 1 de agosto de 1939 el régimen franquista ordenaba la creación del Tribunal de Responsabilidades Políticas de Cataluña, que fue ubicado en el paseo de Gràcia, y que fue dirigido por el coronel Jorge A. Villamide Salinero. La existencia y las prácticas de aquel tenebroso organismo (que lo era todo menos un tribunal), revelan que la sórdida red de delatores que reportaba a los falangistas se había conservado y continuaba activa, sirviendo al TRP. A Villamide se le asignó la misión de confiscar los bienes (casas, fincas, dinero, muebles) de todas las personas (exiliadas, encarceladas, perseguidas, muertas o desaparecidas) que habían mantenido un compromiso con Catalunya y con la República. Instruiría miles de pretendidas causas que, siempre, se sentenciarían con la confiscación. Entre otros, las de los bienes de las familias Macià y Companys. Perseguidos, exiliados, encarcelados, fusilados y confiscados.
Las mazmorras de Castillón: “un preso es la diezmillonésima parte de una mierda”
Las prisiones franquistas de Catalunya eran auténticas mazmorras. La superpoblación, la infraalimentación, los maltratos, las enfermedades y las torturas eran los elementos protagonistas en las instituciones penitenciarías de Castillón, que proclamaba “Un preso –catalán y republicano, naturalmente– es la diezmillonésima parte de una mierda”. La Prisión Modelo de Barcelona, por ejemplo, que tenía una capacidad máxima de 1.000 reclusos, llegó a alojar a 13.000 presos políticos. Y la Casa de Pilats de Tarragona, que entonces era una vieja reliquia romana, y que tenía una capacidad máxima de 200 reclusos, llegó a alojar a más de 2.000 presos políticos. La tuberculosis, la disentería, la neumonía y la difteria eran, también, elementos protagonistas de aquellas prisiones y las causantes de una importante mortalidad. Se estima que, en las prisiones del régimen franquista en Catalunya, la tasa de mortalidad estaría situada en torno al 20% del total de la población reclusa.
Reparaz, antes imagen que justicia
La "oficialización" de los "agentes de investigación" falangistas no comportó un cambio o un aligeramiento de las prácticas represoras del régimen franquista. Tanto es así que, incluso, ciertos elementos de las clases más conservadoras y reaccionarias de Barcelona protestaron. En aquel punto surgiría otra figura relevante del aparato represor franquista en Barcelona: el comisario Luis de Reparaz, uno de los pocos que no procedían de los pelotones falangistas. El año 1942, Reparaz –en un cuadro de luchas intestinas entre "familias" del régimen– denunciaría públicamente que durante el trienio 1939-1942, la policía española en Barcelona había cursado miles de denuncias fundamentadas en pruebas "fabricadas", que habían costado prisión y condena para los acusados. No obstante, y a tenor de sus declaraciones, a Reparaz no lo movía el sentido de la justicia, sino que lo que lamentaba era, principalmente, que aquellas prácticas perjudicaban la imagen exterior de España.