Barcelona, 25 de septiembre de 1930. Salvador de Toribio, cabe superior de la Jefatura Provincial de Policía de Barcelona, acompañada por varios agentes de la policía española, se presentaban en la casa de Antoni Peyrí (yerno de Francesc Macià), situada en el piso principal de la calle Provença, 293. El líder de Estat Català hacía dos días que había retornado clandestinamente de un largo exilio que remontaba a septiembre de 1923, cuando el general Primo de Rivera había perpetrado un golpe de estado y había instaurado uno regimos dictatorial y hacía dos días que se alojaba en casa de los Peyrí-Macià. Toribio pretendía capturar a Macià (en este caso se podría llamar secuestrar) y situarlo en territorio francés. Macià, desde la condena que le había impuesto la justicia francesa por los Fets de Prats de Molló (1926), tenía prohibido poner los pies en Francia y el propósito de Toribio era, claramente, situarlo en un escenario delictivo. En definitiva desactivar la figura política de Macià, que desde el juicio de París (1927) había adquirido una dimensión mítica.
Quién es quién: el general Berenguer
Cuando sucedieron estos hechos, Primo de Rivera ya estaba muerto y enterrado. El 28 de enero de 1930 el rey Alfonso XIII —su socio incondicional en aquella aventura dictatorial—, en una desesperada maniobra para atenuar el desprestigio que carcomía la monarquía borbónica, lo despidió con un tipo de "que le vaya bien, amigo mío" oportunamente disfrazado de dimisión. Al general golpista de nada le sirvieron las advertencias que, en aquel contexto de enfriamiento y ruptura, le regaló públicamente al Rey: "A mí no me borbonea nadie". No lo digeriría nunca y la diabetes que arrastraba aceleraría un desenlace fatal. Moriría un mes y medio después en un apartamento de París. No obstante, la España borbónica de septiembre de 1930 seguía siendo un régimen dictatorial. Alfonso XIII había situado como relevo al general Dámaso Berenguer Fusté —que ya sabía, por experiencia propia, cómo las gastaba el Borbón—. Berenguer fue nombrado con el encargo silencioso de negociar con la oposición clandestina una suave "transición" hacia un régimen democrático.
Quién es quién: el capitán general Despujol
Aquella tímida apertura tenía su contrapeso. También en Catalunya. En aquel juego de carrillos, el bunker involucionista y reaccionario estaba formado por una telaraña —una tétrica tríada— que abarcaba la práctica totalidad de los aparatos militar, policial y judicial española. Naturalmente con el inestimable concurso del gangsterismo españolista (una esperpéntica evolución del tenebroso pistolerismo blanco que, después del golpe de estado de Primo de Rivera (1923), había transitado de la nómina de cierta patronal a la del aparato gubernamental. Pero, probablemente, la cara más visible de aquellas fuerzas ocultas era el capitán general Ignasi Maria de Depujol y Zapatero; un furibundo anticatalanista, antiobrerista, antirepublicanista y antiprogresista. Un personaje apolillado, casi un holograma del pasado; con una larga experiencia represora, con un destacado compromiso con el régimen borbónico y con la pechera repleta de medallas conseguidas con la sangre de los hijos de la clase obrera, sobre todo catalana: Filipinas (1896-1898) y Marruecos (1921-1925).
Quién es quién: Macià
Cuando Toribio se presentó a casa del médico Peyrí, ni siquiera se habían convocado las elecciones municipales que conducirían a la proclamación de las repúblicas catalana y española (1931). Pero Macià ya era el político más conocido y mejor valorado por la opinión pública catalana. Tenía una larga trayectoria política iniciada en 1907 en la plataforma catalanista Solidaritat Catalana. En 1922 había fundado el partido independentista Estat Català. Después del golpe de estado de 1923, se había exiliado a Perpinyà, y el 1927 a Bruselas. En 1926 había liderado la tentativa de Prats de Molló. Pero aquello que dimensionaría extraordinariamente su figura política sería el posterior juicio en París (1927) que, durante semanas, llevaría —por primera vez en la historia— la causa independentista y republicana catalana a las portadas de los principales rotativos del mundo. En 1930 Macià todavía no era presidente, ni la Generalitat estaba restaurada, pero su figura política apuntaba a un papel protagonista en el nuevo escenario político que se avistaba en el horizonte.
¿Cómo sabía la policía que Macià estaba en Barcelona?
Macià, su esposa Eugènia y la hija pequeña de la pareja, también Eugènia, habían llegado a Barcelona dos días antes, el 23 de septiembre de 1930, víspera de la Fiesta de la Mercè. Durante los dos días que separan la llegada (23/09) de la expulsión (25/09), Macià no se ocultó en absoluto. Es más, la prensa de la época (La Vanguardia, edición del 28/09/1930), relata que el día 24 (Fiesta de la Mercè) comió en un "conocido y céntrico restaurante de la ciudad". La misma prensa relata que Macià iba acompañado por Jaume Aiguader i Miró que, en las elecciones municipales de 1931, formaría parte de la lista de ERC, sería el candidato más votado, y sería el primer alcalde republicano de Barcelona. También iba acompañado por Ventura Gassol i Rovira, excompañero en el juicio de París y, poco después, primer conseller de Instrucción Pública del primer gobierno Macià (1931-1932) de la Generalitat restaurada. Y todavía la prensa relata que después de comer, Macià, Aiguader y Gassol se pasearon por la ciudad y fueron entusiásticamente aclamados por los peatones.
¿Que pasó en el rellano del piso principal de Provenza, 293?
Al día siguiente Toribio llamó al timbre mientras los Peyrí-Macià y los Macià-Lamarca comían. En el interior de la vivienda (que hacía también la funció de consulta médica) estaba Antoni Peyrí i Rocamora, su esposa Maria Macià Lamarca y los tres hijos de la pareja (Antoni, Teresa y Eugènia). EStaba también Francesc Macià, su esposa Eugènia Lamarca, y Eugènia Macià Lamarca (la hija pequeña de la pareja). La prensa relata que en aquel rellano, la conversación inicial derivó en discusión y que de la discusión se pasó a los gritos y a los empujones. Tanto fue así que el resto de vecinos salieron a los rellanos alarmados por el alboroto. Y, también según la prensa, aquellos vecinos no tuvieron ninguna duda en tomar partido ni a quién apoyar. En pocos minutos la escalera se convirtió en una manifestación espontánea de catalanismo y de solidaridad con la figura de Macià y, cuando la policía ordenó, con maneras violentas, que todo el mundo se encerrara en casa, los vecinos se revolvieron con una lluvia de objetos sobre la cabeza de Toribio.
¿Qué pasó después de la discusión?
Finalmente pactaron que los Macià acabarían de comer y acto seguido emprenderían camino hacia Perpinyà. Aquel rato resultaría clave porque los teléfonos de los Peyrí y de los vecinos de Provença, 293 alertaron a todo el mundo de lo que estaba pasando. En pocos minutos todo el entorno político de Macià sabía lo que pasaba. Lo sabrían, también, los principales dirigentes de la oposición política clandestina en Barcelona y lo sabría, también, el cónsul francés en Barcelona, que jugaría un papel determinante en el desenlace de aquella trama. Cuando Macià puso en marcha su coche, escoltado por dos coches de la policía española, fue seguido por una larga caravana de coches que lo acompañó todo el viaje hasta Perpinyà. En la capital de El Roselló el comisario Toribio se limitó a informar al prefecto de la Gendarmería, mientras el resto de policías rodeaban el coche de Macià. Pero la sorpresa se produciría en aquel momento. Toribio, y los que desde la sombra del poder habían urdido aquella esperpéntica operación, se quedarían con un palmo de narices. O de lengua.
¿Pasó en Perpinyà?
El prefecto de la Gendarmería de Perpinyà se negó a detener y encarcelar a Macià. Le recordó que, en virtud de la sentencia del juicio de París del 21 de enero de 1927 (por los Fets de Prats de Molló) no podía estar en suelo francés. Pero añadió que el gobierno de la República Francesa era conocedor, a través del consulado de Barcelona, de la forma en que había ocurrido aquel escenario delictivo y era consciente del propósito político que perseguían a Toribio y quienes habían urdido aquella macabra operación. Le propuso facilitar el tráfico hacia su residencia de Bruselas. Después de un breve exilio de cinco meses (repartidos entre París y Bruselas), Macià retornaría a Catalunya.
¿Que pasó después de Bruselas?
El 22 de febrero de 1931 retornaba a Barcelona. Las elecciones municipales ya habían sido convocadas. Veinticinco días más tarde (19/03/1931) fundaba ERC. Y pasados otros veinticinco días (12/04/1931) ganaba sobradamente las elecciones municipales. Una victoria electoral fundamentada, principalmente, en el prestigio de su figura política. Una figura que el Estado español, sin quererlo ni saberlo, había contribuido a elevar a la categoría de mito. Macià, que el 14 de abril de 1931 restauraría el autogobierno de Catalunya y proclamaría la República Catalana dentro de la Federación de Repúblicas Ibéricas, se convertiría en la figura política más relevante del siglo XX catalán.