Verdún (Francia), 23 de junio de 1916. Cuatro meses después del inicio de la batalla más mortífera de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), el general francés Robert Georges Nivelle clamaba: “Ils ne passeront pas” (no pasarán). Veinte años después, el 19 de julio de 1936, al día siguiente del estallido de la Guerra Civil española (1936-1939), Dolores Ibárruri La Pasionaria, la pronunciaba de nuevo en un mitin del PCE en Madrid. Ibárruri, al citar a Nivelle ―que nunca fue comunista― recogía el testigo de un republicano francés que se batía en el campo de batalla contra el imperialismo alemán, y convertía el "no pasarán" en la divisa del antiautoritarismo. Ibárruri no predicaba en el desierto. Habían pasado dos décadas y muchas cosas desde la batalla de Verdún, y sabía que el imperialismo de los viejos káiser había evolucionado hacia una ideología patrioterista y populista (el nazismo alemán que inspiraba a los fascismos italiano y español) que se presentaba como la principal amenaza a la democracia y a la libertad. A los valores democráticos y republicanos.
Democracia versus autoritarismo
Aquel conflicto global no fue tan sólo una guerra para dirimir el liderazgo mundial. También fue una guerra entre dos modelos políticos, económicos y culturales. Dos bloques antagónicos. A un lado, las democracias consolidadas: Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Con el añadido de Italia que, cuestiones al margen, vio la oportunidad de completar, a costa de Austria, su mapa. Y al otro lado, los imperios autoritaristas, gobernados con mano de hierro por sus monarcas: Alemania, Austria-Hungría, el imperio Otomano y Bulgaria. Una réplica maquillada ―pretendidamente actualizada― de los regímenes absolutistas y expansionistas de la Europa barroca. El Estado español, en cambio, hundido en una posición secundaria en el contexto internacional, se mantuvo al margen de aquel conflicto. Oficialmente neutral. Pero su sociedad rápidamente adoptó una posición. La prensa de la época revela que amplias capas de la sociedad española, ideológicamente y sociológicamente conservadoras y tradicionalistas, se declararon germanófilas.
Catalunya, democrática y francófila
En cambio, en Catalunya, el posicionamiento mayoritario sería claramente francófilo. La Mancomunitat de Catalunya (1914-1923), el organismo que ambicionaba la recuperación del autogobierno, era el resultado del triunfo de la voluntad popular. De la democracia. El proyecto de Prat de la Riba se había construido sobre las victorias electorales incontestables del catalanismo político. A pesar de la oposición sistemática de las clases dirigentes españolas. Básicamente del conservadurismo (del caciquismo, habría que decir) que, al estallar la Primera Guerra Mundial, se declaró reveladoramente y entusiásticamente germanófila, que es lo mismo que decir autoritarista. Probablemente la manifestación catalana más destacadamente francófila, que equivale a decir partidaria de los valores republicanos, sería la participación de un cuerpo de 6.000 voluntarios catalanes que lucharon en el campo de batalla de Verdún, al lado del ejército francés. Al lado del mariscal catalán Joseph Joffre, y al lado del general Robert Georges Nivelle, creador de la cita "Ils ne passeront pas".
No pasarán, un clamor de resistencia
"Ils ne passeront pas" surgió en uno de los momentos más complicados para el ejército francés. Los reiterados contraataques para obligar a los alemanes a recular hasta Lorena (región de administración alemana desde la guerra de 1871) habían resultado del todo infructuosos. Desde el inicio de la batalla, el 21 de febrero de 1914, el ejército francés había perdido, sólo en Verdún, a casi 280.000 soldados y oficiales, entre muertos y heridos. El equivalente a la población total de la ciudad de Burdeos. Y la clase política francesa estaba inmersa en una caza de brujas ―un "pies para qué os quiero" interesadamente filtrado a la prensa― que, más allá del debate, había sembrado el desconcierto entre la opinión pública. Mientras eso pasaba, los alemanes habían perdido casi a a 500.000 soldados, también entre muertos y heridos, pero seguían atacando la "muralla francesa". Verdún representaba no tan sólo la llave de París, sino que también la resistencia de Francia y la de sus valores republicanos.
Del "ils ne passeront pas" al "no pasarán"
Veinte años después, en el Estado español, el golpe de estado militar liderado por el general Franco que pretendía derrocar el legítimo gobierno de la República no consiguió su objetivo inicial. Al día siguiente de la rebelión, 19 de julio de 1936, las principales ciudades habían conseguido neutralizar el golpe de estado. En Barcelona, la acción conjunta de las fuerzas de la Generalitat (Mossos d'Esquadra), del Gobierno de la República (Guardia Civil que se puso a las órdenes del president Companys) y milicianos armados de partidos y sindicatos catalanistas y obreristas, consiguió neutralizar a los golpistas en cuestión de horas. Habían triunfado la democracia y los valores republicanos. Pero se preveía una guerra larga y sangrienta. Las dos Españas. Y Catalunya y Euskadi. Este concepto es muy importante para entender el significado de las palabras de Ibárruri. La Pasionaria era comunista, pero también era consciente de que el autoritarismo, transformado en un fascismo singularmente español, era una amenaza para el conjunto de los demócratas.
Del "no pasarán" al "ya hemos pasao"
Cuando, en aquel mitin histórico de Madrid, proclamó el "no pasarán", era plenamente consciente de que lanzaba un llamamiento de unidad de todos los republicanos (los de España, los de Catalunya y los de Euskadi) en defensa de los valores de la democracia y de la libertad. Un llamamiento a resistir la ofensiva de los contravalores del autoritarismo y de la negación de la libertad, representados, en aquel conflicto que acababa de estallar, por un paraguas que cubría desde el fascismo, hasta el conservadurismo más atávico, pasando por el tradicionalismo rancio. El "no pasarán" no será nunca patrimonio exclusivo de la izquierda; porque Nivelle, primero, y la misma Pasionaria, más tarde, lo convirtieron en la divisa de todos los defensores de los valores democráticos y republicanos. Tanto, que a medida de que el ejército rebelde franquista ocupaba Catalunya (marzo, 1938 – marzo, 1939), entre sus partidarios se popularizaría la expresión "ya hemos pasao", la versión con música de copla del "a por ellos".