Pere Martell (1181-1244) es una de las figuras más destacadas de la historia medieval catalana y a la vez, inexplicablemente, la más desconocida. La figura y la trayectoria de Pere Martell no tan solo explican cómo se negociaban las grandes empresas militares a la Catalunya medieval, sino que también pone de relieve la destacada participación de los estamentos mercantiles en la expansión territorial de la corona catalanoaragonesa: el brazo financiero del poder militar. No es posible dibujar el camino que desde el año 1000 abrieron dos pequeñas entidades políticas pirenaicas hasta convertirse, tres siglos más tarde, en la primera potencia militar y económica del Mediterráneo occidental sin la participación del estamento mercantil catalán. Pere Martell también es el paradigma de un sistema catalán de influencia italiana —un eje de complicidades— que relacionaba estrechamente el rey, la nobleza militar, la Iglesia y los mercaderes plebeyos (las cuatro patas del poder), no tan solo en la gobernación, sino también en la proyección expansiva.
¿Quién era Pere Martell?
Las fuentes documentales no revelan el lugar de nacimiento de Pere Martell. Todo lo que se sabe —y con ciertas reservas— es que nació en 1181, durante el reinado de Alfons Ramon, el primer monarca que reunía la soberanía de Barcelona y de Aragón. Las fuentes sí revelan, en cambio, que en 1228, durante el reinado de un joven Jaime I, Martell era un potente naviero de Tarragona, con intereses comerciales en varios puertos del Mediterráneo occidental, tanto en la orilla cristiana como en la musulmana. Las mismas fuentes lo identifican como cómitre de galeras, que era el personaje que ejercía las funciones de capitán y patrón a la vez, es decir, el mando y la propiedad de la nave. Las fuentes nos revelan, además, que las galeras de Pere Martell comerciaban con la Mallorca islámica. Y en este punto hay que aclarar que las galeras eran un tipo de barco que se usaba tanto para operaciones militares como mercantiles. Y era la nave más utilizada en las rutas que se adentraban mar adentro, en contraposición a las de cabotaje, que recorrían la línea de costa.
El tío Aspàreg
Todas las evidencias presentan a Pere Martell como uno de los ciudadanos más poderosos de Tarragona. Política y económicamente. Probablemente, la segunda fortuna patrimonial de la ciudad después del arzobispo. Y es precisamente el arzobispo Aspàreg de Tarragona, la primera autoridad eclesiástica de Catalunya, el que explicaría la relación entre Pere Martell y Jaime I. Las fuentes documentales revelan que Aspàreg había sido el tutor de Jaime I en la infancia huérfana del rey. Jaime I había perdido a su padre, el conde-rey Pedro I, en Muret (1213), cuando solo era un niño de cinco años. Los caballeros templarios, pero sobre todo Aspàreg, pariente de María de Montpellier, madre de Jaime I —a quien el niño llamaba tío—, se hicieron cargo de la tutela y la educación del pequeño heredero. Incluso las fuentes revelan que, cuando a los seis años (1214) Jaime I fue jurado conde de Barcelona y rey de Aragón en las Cortes conjuntas de Lleida, entró en la sala cogido de la mano de Aspàreg. Y en la ceremonia de coronación, el tío lo tuvo sentado en el regazo.
El banquete de Pere Martell
Pasados catorce años, en 1228, Jaime I ya era un hombre adulto. Tenía treinta años y ya estaba políticamente consolidado. Y Aspàreg se aproximaba a la sesentena y llevaba trece años que, desde Tarragona, ejercía como la primera autoridad eclesiástica de Catalunya. El 17 de noviembre de 1228, Pere Martell reunía en su casa de Tarragona al conde-rey Jaime I y los magnates de las casas nobiliarias —es decir, militares— más poderosas de aquella Catalunya feudal (Nunó de Rosellón, Guillem y Ramon de Montcada, Hug d'Empúries, Guerau de Cervelló y Bernat de Santa Eugènia) para negociar los términos de la primera empresa militar catalana fuera de la plataforma continental. Las fuentes no mencionan la presencia de Aspàreg, pero la lógica nos dice que, si no estaba, muy probablemente debió haber creado las condiciones necesarias para celebrar aquella reunión. El naviero pondría sobre la mesa no tan solo los conocimientos que tenía de Mallorca, sino también los beneficios que preveía en aquella empresa.
La empresa catalana de Mallorca
Negociar aquella empresa significa que en Tarragona, en la casa de Pere Martell, se consensuaría la participación (en hombres, armas, naves y recursos dinerarios) que cada uno de los intervinientes y de sus representados aportaría a aquella empresa. La empresa mallorquina, de ingenio y fábrica exclusivamente catalana, se previó como una inversión con criterios de negocio político, militar y económico. No tan solo las fuentes de los conquistadores —el Llibre del repartiment (1229) o las posteriores Cròniques de Ramon Muntaner (1325-1328)— lo ponen de relieve, sino que también otras fuentes, en este caso de los conquistados, lo corroboran. Una crónica escrita en 1230 o 1231 —prácticamente al día siguiente de la conquista— por Kitab Tanh Mayurqa, un musulmán mallorquín exiliado en el norte de África, explica que la clase mercantil del país del príncipe cristiano Haymi al-Barsinuni (Jaime de Barcelona) ambicionaba desde hacía mucho tiempo el dominio de Mallorca como una plataforma estratégica orientada hacia los puertos italianos.
El sistema negociado
Este sistema negociado era muy habitual en la Europa de la época. De hecho, era la regla. En el modelo político y militar feudal, la aristocracia retenía no tan solo el poder absoluto sobre sus territorios, sino que disponía de ejércitos propios para defenderlos o ampliarlos. El soberano, fuera rey o conde independiente, llevaba a cabo las funciones de un coordinador con el prestigio y el ascendiente reconocido por su categoría. Por lo tanto, hasta aquí el sistema negociado en la empresa mallorquina no tendría que sorprender. Lo que sí resulta sorprendente, en cambio, es la participación del estamento mercantil, el rival tradicional de la aristocracia militar tanto en Catalunya como en el resto de Europa. La participación de Pere Martell, que en aquella reunión representaba una parte significativa del estamento mercantil del país, nos revela la importancia política y económica que los plebeyos ricos habían alcanzado en Catalunya, y de rebote nos abre la perspectiva hacia un corpus social y cultural que, en empresas posteriores, tendría un papel fundamental: los judíos de Barcelona.
El espejo italiano
La negociación catalana, sin embargo, no era un sistema pionero en aquella Europa feudal. Los principados independientes de la península italiana (Génova, Venecia, Florencia) ya lo utilizaban sistemáticamente. Aquellas repúblicas italianas, de hecho, eran las grandes rivales de las clases mercantiles barcelonesas en el Mediterráneo occidental. Las fuentes también revelan que la empresa mallorquina se impulsó, en buena parte, por el riesgo evidente de que los genoveses o los pisanos se adelantaran. Y se utilizaron, dado que el paisaje social lo hacía posible, los mismos métodos y sistemas que los rivales comerciales, lo que pone de relieve que política, económica e incluso sociológicamente la Catalunya de 1228 —la que se había independizado del poder franco en 985— tenía más puntos en común con los sistemas culturales e institucionales italianos que con los franceses o los hispánicos. No obstante, y una vez demostrada suficientemente la implicación del estamento mercantil barcelonés, la cuestión es: ¿Por qué la empresa mallorquina se gestó en Tarragona?
La conexión tarraconense
Es una cuestión recurrente. En 1228 Tarragona era una pequeña ciudad de 4.000 habitantes (la décima parte de Barcelona) que no guardaba ninguna similitud con aquella gran urbe romana del siglo I que, con 30.000 habitantes, había sido la metrópolis indiscutible de Hispania. Cuando menos, de la provincia Tarraconense, que abarcaba la totalidad del valle del Ebro. Sin embargo, era la capital eclesiástica de Catalunya. No tan solo era la sede del arzobispado, sino que también era la residencia urbana del abad de Poblet, la segunda figura eclesiástica más poderosa del Principado y una de las más potentes económicamente del país. No deja de ser relevante que el eclesiástico de más rango que acompañaría a Jaime I en la campaña militar mallorquina sería el abad de Poblet Ramon de Cervera, que despachaba a menudo en Tarragona con el tío Aspàreg. Y con esta pieza se completa el eje Jaime I-Pere Martell y se explica también la destacadísima participación del estamento eclesiástico, tanto en el proceso negociador como en el conquistador.
Los judíos barceloneses
Los profesores de la Universidad Rovira i Virgili David Bea, Marta Serrano y Maria Bonet, estudiosos de la realidad medieval de Tarragona, no han podido establecer el nexo entre Pere Martell y la judería tarraconense, aunque ciertas evidencias apuntan a que existía. Sí han podido demostrar, en cambio, que la judería tarraconense era hija de la de Barcelona, es decir, que hacia el año 1100 la comunidad judía de Barcelona había patrocinado la constitución de la de Tarragona, y más de un siglo más tarde (1228) seguía ejerciendo una tutela de tipo cultural y económico. Posteriormente, los judíos barceloneses serían, siguiendo el modelo mallorquín, el brazo financiero de la expansión continental y mediterránea, incorporando en estos casos los estamentos de poder de Aragón en la mecánica negociadora. Pere Martell moriría en 1244 en Benissa (País Valencià) en plena campaña valenciana. Antes, sin embargo, habría marcado el inicio de un sistema basado en el pacto negociado de todos los estamentos del poder en las empresas expansivas, que también sería el camino que conduciría la Corona de Aragón a su plenitud política, económica y militar.