Zaragoza, 12 de marzo de 1425. Hace 595 años. El conde-rey Alfonso V, llamado el Magnánimo, firmaba un salvoconducto a Joan d’Egipte Menor, que decía textualmente: “Com l’estimat i devot nostre D. Juan d’Egipte Menor, anant amb nostra llicència a diverses parts dels nostres regnes i terres, volem que aquell qui sigui ben tractat i acollit, perquè a vosaltres diem i manem expressament de ciència certa sota quedar immersos en la nostra ira i indignació que l’esmentat D. Juan d’Egipte i el qui amb ell anaren i l’acompanyaren deixeu anar, estar i passar per qualsevol ciutat, vila, lloc i altres parts de nostra contrada”.
El origen remoto de los gitanos
El nombre gitano es una derivación del gentilicio egipcio. Pero, en cambio, la documentación civil catalana (Generalitat, consejos municipales) hasta la ocupación borbónica de 1714 se refiere a los gitanos como bohemios (de Bohemia). Eso en ninguno caso quiere decir que el solar histórico de los gitanos catalanes esté situado en el corazón del continente. El profesor e investigador Marcel Courthiade (del Institut des Langues et Civilisations Orientales, de París) ha trazado un mapa de la diáspora gitana, que es el que tiene más consenso entre la comunidad académica actual. Según Courthiade, el pueblo gitano, en su conjunto, procede de la región de Uttar Pradesh (en el extremo norte de la India) y el éxodo se inicia el año 1018.
¿Una diáspora o una deportación?
El porqué se produjo aquel desplazamiento sigue siendo un misterio. Courthiade apunta hacia una deportación ordenada por Mahmud de Ghazna, líder de una estirpe turca de sha de Persia que habría invadido el territorio y depuesto a los rajás locales. Esta deportación, que se estima de unas 50.000 personas originarias de la ciudad de Kannaj, y que las fuentes describen como "ricos y pobres, rubios y negros", habría sido conducida hacia el oeste, a la ciudad persa de Gazni o Gazna —actualmente en el centro de Afganistán. Pero ni está claro en qué condiciones se establecieron o fueron establecidos en aquel trozo de desierto ni tampoco las causas de por qué nunca retornaron a su país de origen.
El viaje a Europa
Efectivamente, el mismo Courthiade fecha la llegada del pueblo gitano a Europa hacia el año 1100 (un siglo después del inicio de la diáspora) y los sitúa en las costas del mar Egeo (en la actual Grecia) que en aquellos momentos formaban parte del Imperio Bizantino. Allí es donde surge el gentilicio gitano. Según la investigación moderna, los bizantinos de la época relacionaron el origen del pueblo gitano con algunas regiones de la Asia Menor (las actuales Turquía y Kurdistán) que eran denominadas "Pequeño Egipto" por la similitud de sus paisajes con los del valle del Nilo. Queda claro, pues, que el origen del pueblo gitano no tiene ninguna relación con Egipto.
Los gitanos europeos
La investigación de Courthiade, nuevamente, rompe otro falso mito: la expansión gitana por el este y centro de Europa no se produjo de la mano de los turcos —los otomanos que amenazaban a la Europa cristiana de cotas y mallas. Durante las centurias del 1100, 1200, y 1300, los gitanos se expandieron por el centro y el este de Europa, desde Praga a Bucarest, siguiendo el hilo de las rutas comerciales que corrían en paralelo al río Danubio. Incluso, el profesor e investigador Jesús Salinas Català, autor de varias publicaciones relacionadas con la historia del pueblo gitano, sitúa la existencia de comunidades gitanas en Valaquia (actual Rumanía) y Moldavia que habían sido esclavizadas.
La llegada de los gitanos a Catalunya
La primera entrada del pueblo gitano en la península Ibérica se produjo a través de Catalunya. Salinas lo sitúa en torno al año 1415, coincidiendo con la expansión del pueblo gitano por el occidente europeo. Todavía hoy se desconocen las causas que impulsaron aquel éxodo. Podría ser a causa de la cultura nómada que habrían desarrollado a partir de la deportación y probable "huida" del desierto afgano. Podría ser, también, a causa de la profunda crisis que, después de la peste negra (1348), asolaba Europa, sobre todo el centro y el este del continente. Y podría ser, también, la suma de las dos causas. En cualquier caso, el profesor Salinas cifra en poco más de mil personas la llegada de aquellos pioneros.
¿Cómo eran aquellos primeros gitanos?
Las fuentes de la época (francesas y catalanas) los describen como grupos formados entre dos y diez docenas de personas, lideradas por un líder que, en ocasiones, se hacía llamar "conde" o "duque", vestidas con ropas muy exóticas y dedicadas al espectáculo artístico: principalmente danzas con animales o sin y adivinación, que causaban una gran admiración por allí donde pasaban. Incluso, mucho antes de la aparición del falso mito del gitano ladrón, el mismo conde-rey Alfonso V que había firmado el salvoconducto a Joan d’Egipte, reveladoramente, ordena a la justicia de Aragón que “a dom Thomas d’Egipte li siguin tornats dos gossos de gran valor que li havien estat robats pels aragonesos” (1425).
De la admiración a la persecución
Pero esta admiración que despertaban al inicio, pronto se transformó en difamación y persecución. El año 1460 (medio siglo después de la primera llegada) el Consejo Municipal de Igualada todavía emitía un salvoconducto a favor de "lo egregi comte en Jacme (referit al patriarca gitano Jaume), crestià e catholic verdader del Menor Egipt, ab cert nombre de homens e donas e moltes criatures anant a caminat en romeria del glorios Sant Jacme de Gallicia”. Pero la difamación y persecución ya se incubaba: en 1484 el Consejo Municipal de Castelló de la Plana ordenaba la expulsión de los gitanos que transitaban por la ciudad, “per quant la gent dels bohemians fa gran dany a la Vila e terme de aquella”.
De Alfonsp el Magnánimo a los Reyes Católicos
Los setenta y cuatro años que separan el salvoconducto de Alfonso el Magnánimo (1425) de la Pragmática de los Reyes Católicos (1499) explican los grandes cambios que experimentó la relación entre el poder y la comunidad gitana, y de rebote con la sociedad en general. Fernando el Católico es uno de los pioneros del estado moderno que encuadra y uniformiza a la sociedad, y dicta: "“Enviem als egipcians que vaguen pels nostres regnes i contrades amb les seves dones i fills (...) que cadascun d’ells visqui per oficis coneguts i millor sàpiguen aprofitar-se’n estant en els llocs on acordessin assentar-se o prendre vivenda de senyors a qui serveixen (...) i no vagin junts viatjant pels nostres regnes”.
Del sedentarismo al nomadismo
Esta pragmática fue renovada e intensificada con más de trescientas leyes que, desde Fernando el Católico hasta Carlos III (siglos XV al XVIII), los monarcas hispánicos dictaron contra la cultura y la identidad del pueblo gitano: "Los que fueran encontrados en hábito, habla o vida de gitanos o bohemios tendrían penas de galeras los hombres y azotes las mujeres" (Cortes de Monzón, 1587). Lo más revelador es que esta represión —similar a las que se había aplicado a la minoría judía, o que se aplicaba a la minoría morisca— afectaba tanto a las comunidades sedentarias como las itinerantes. Porque, en Catalunya, una buena parte de la comunidad gitana había pasado a formar parte del paisaje social y económico del país.
¿A qué se dedicaban los gitanos catalanes?
El nomadismo gitano es otro falso mito que la investigación moderna ha desterrado. Los gitanos catalanes y valencianos se van sedentizaron durante la centuria de 1500 y pasaron a formar parte del paisaje social y del tejido económico de sus ciudades. Otra vez las fuentes nos revelan que las comunidades gitanas se dedicaban a múltiples actividades: tratantes de mulas y caballos, fabricantes de artículos de mimbre (cestos, baúles, sillas), trasquiladores, tejedores o a los trabajos agrícolas, como jornaleros o como arrendatarios. El mundo gitano catalán no era más que una reproducción a escala de la sociedad de la época: con buenos y con malos, con ricos y con pobres, “amb rossos i amb negres”.