Aquisgrán (capital del Imperio carolingio), año 812. El emperador Carlomagno firmaba un decreto que obligaba a celebrar los oficios religiosos en la lengua vernácula de cada uno de los territorios de su extenso imperio. Aquel documento, que menciona la lengua de la Marca de Gotia (actual Languedoc y Catalunya vieja), es el testimonio más antiguo de la existencia de un occitano primigenio que, a caballo entre los Pirineos, ya incubaba el catalán. Esta sería una de las diversas causas que la investigación historiográfica argumenta para explicar la división del patrimonio de Wilfredo el Velloso (897): la Gothalania quedaría fraccionada entre la mitad norte, el Languedoc; y la mitad sur, la Catalunya vieja. Pero aquel catalán emergente, desde un inicio, tendría unas características dialectales diferenciadas. ¿Por qué el catalán de La Seu no era idéntico al de Castelló d'Empúries?

Mapa de los dialectos actuales del catalán en el Principado / Fuente: Atles Lingüístic Català (Veny y Pujol). Institut d'Estudis Catalans

Las barbaridades que se han explicado

La actual división dialectal del catalán, en dos grandes bloques| (occidental y central) tiene un origen antiquísimo que remonta a la etapa anterior a la formación de la lengua. Desde el siglo XIX ha sido motivo de debate, y en su transcurso se han llegado a explicar auténticas barbaridades. Como por ejemplo que el catalán de Lleida no conoce la vocal neutra porque su situación fronteriza, al límite con el castellano de Aragón, lo ha desnaturalizado. O que el catalán de Girona es el más puro porque su centralidad territorial lo ha resguardado de influencias externas. Últimamente el mallorquín Veny i Clar, el valenciano Sanchís i Guarner, y el catalán Bahía i Margarit -lingüistas de contrastadísima trayectoria- han puesto luz a la oscuridad y han explicado el porqué de la cuestión. El catalán, como tantas otras lenguas, tiene una riqueza dialectal que explica la historia del país desde sus raíces más remotas.

El latín que impusieron los romanos

El catalán es una lengua hija del latín. Eso no admite ningún tipo de discusión. Las naciones y las lenguas indígenas del cuadrante nordoriental de la península Ibérica no sobrevivieron a la romanización y a la latinización. Algunas desaparecieron durante la larga dominación de la loba capitolina (siglos III a.C. a V d.C.). Y otras -las más recónditas- serían devoradas, precisamente, por un latín vulgar y singular en tránsito hacia el catalán (siglos IX en XI). Pero lo que nos interesa es con qué particularidades aquellas sociedades indígenas adquirieron el latín. No obstante, no hace falta decir que el latín fue impuesto: primero fue la lengua de los funcionarios y militares de la metrópoli (la única) y de las oligarquías autóctonas colaboracionistas (la de pleitesía). Y después la lengua (la obligatoria) del conjunto de las sociedades urbanas de aquel mundo romanizado.

Condados catalanes hacia el año 1000 / Fuente: Enciclopedia

"Catalanes" del este

Justo en el momento en que la loba capitolina puso sus garras y clavó sus colmillos sobre el nordeste peninsular (218 a.C.), se hablaban varias lenguas. Poco después, aquellas sociedades norte-ibéricas (originarias remotamente de los Balcanes y del litoral del Mar Negro) se convertirían en el resultado de una cultura derrotada militarmente y condenada a desaparecer; pero que, sorprendentemente antes de morir, marcaría el proceso de aprendizaje y formación del latín vulgar de aquellos "catalanes" remotos. En aquel rompecabezas, un primer grupo estaría formado por las lenguas norte-ibéricas mestizas con las de otros pueblos mediterráneos (griegos, púnicos, etruscos): las naciones costeras que se proyectaban hacia el interior: sordones (Rosellón), indiketas (Empordà), layetanos (de la Tordera al Llobregat), y cosetanos (Penedès y Camp de Tarragona).

"Catalanes" del medio y del oeste

En el traspaís de estas naciones costeras, encontramos un grupo de naciones norte-ibéricas estrechamente relacionadas (cultural y económicamente) con las primeras: ausetanos (valle del Ter), bergistanos (valle del Llobregat) y lacetanos (Catalunya central). En cambio, en los Pirineos centrales y occidental catalanes nos encontramos un segundo grupo notablemente diferenciado del primero: el protovasco, las primeras sociedades organizadas de la península que, como mínimo 3.000 años antes, habían ocupado los Pirineos desde la Cerdanya hasta el Baztan. En este grupo encontramos a los ceretanos (Cerdanya, Alt Urgell), andosinos (Andorra), arenosis (Arán), y el territorio oriental de los Iacetanos (Pallars y Ribagorça). Y finalmente un tercer grupo producto del mestizaje entre norte-ibéricos y protovascos: los Ilergetes (la nación indígena más numerosa), en las llanuras de Lleida y de la Franja.

Fragmento del mapa de pueblos prerromanos en la península Ibérica. El área punteada corresponde a los pueblos mestizos vascoibéricos / Fuente: Universidad de Lisboa

Una primera línea dialectal

Si trazamos una línea sobre el territorio que separa el grupo primero (norte-ibéricos mediterráneos y su traspaís); de los grupos segundo y tercero (norte-ibéricos mezclados con protovascos o protovascos puros), sorprendentemente coincide -en gran medida- con la línea que, desde la formación de la lengua catalana (siglos IX y X) ha separado los dos grandes dialectos: el central y el occidental. Esta teoría, que de entrada puede parecer una soberana poca-soltada, ya la sugería el furibundo anticatalán Ramon Menéndez Pidal, a principios del siglo XX, cuando quería explicar la raíz protovasca de las lenguas aragonesa y castellana y su influencia en la formación de sus diferentes dialectos. Posteriormente, el lingüista valenciano Manuel Sanchís Guarner, descubriría que el elemento protovasco había influido, también, en la creación de los dialectos del catalán (el occidental) y del occitano (el gascón o aquitano).

Una primera raya dialectal

Eso delata que el latín impuesto, por ejemplo en Illiberis (Elna), Indiken (el barrio indígena de Empúries), Barkeno (Barcelona), Tarrakon (Tarragona) o Sikarra (Prats de Rei); fue adquirido por sus sociedades indígenas con una fonética genuina y diferenciada respeto a las de Iltirta (Lleida), Arse-dugui (la Seu d'Urgell) o Kerre (Llívia). El territorio de los Ilercavones (valle catalán del Ebro), queda, momentaneamente, fuera de esta división. Sin embargo, estos ejemplos también delatan las debilidades iniciales de esta teoría: la Cerdanya -a pesar del origen protovasco de sus sociedades primigenias- habría derivado hacia las formas propias del latín adquirido por los norte-ibéricos mediterráneos; y las sociedades primigenias del Ebro catalán no se mezclaron con los protovascos. En este punto, esta teoría ya chirría por todas lados. Y, todavía más cuando sabemos que con el gigantesco éxodo hacia el reino de los francos, provocado por la invasión árabe (717), se rompió el hilo de la historia.

Mapa de los pueblos prerromanos peninsulares. En verde claro, los norte-ibéricos / Fuente: Indo-European, Languages, Cultures & Peoples

¿Y la invasión árabe, qué?

Y sabemos, también, que la escasa población indígena que quedó sobre el territorio (concentrada, principalmente, en los valles bajos del Segre y del Ebro) fue arabizada. Pasados los primeros siglos de dominación islámica, no quedaba ningún vestigio de aquel latín vulgar y tardío que estaba a punto de iniciar el camino hacia las lenguas nacionales postlatinas: la lengua habitual (la de las calles y de las casas) de Làreda (Lleida) o de Turtuxa (Tortosa) -incluso la de Morbiter (Sagunt) o de Balansiya (València)-; eran batiburrillo locales resultado de un sincretismo casero entre el árabe, el amazig y un remoto latino vulgar; que no tenían ningún tipo de relación ni semejanza con el catalán, el aragonés o el occitano, que nada más empezaban a emerger. Aquello que el valenciano actual es la evolución de aquellos dialectos locales árabes, sí que es una soberana poca-soltada. Aliñada con una formidable dosis de mala hostia.

La memoria del pasado indígena: ¿nostalgia o identidad?

¿Cómo se explica todo? Pues en este punto es donde entran en juego los resultados de las investigaciones de los historiadores Nadal y Prats (de la Universidad de Girona). Explican que hacia el año 800, cuando los carolingios empiezan a empujar a los árabes hacia la raya del Ebro, la cultura norte-ibérica estaba totalmente desaparecida. La romanización (siglos III a.C. a V d.C.), la postromanización visigótica (siglos V a VIII), y el formidable éxodo hacia el reino de los francos (siglos VIII e IX) que había provocado la invasión árabe (717) habían soterrado las lenguas y culturas indígenas, pero no habían borrado la memoria de un pasado que se conservaba como un elemento de identidad. Los límites de los primeros condados y de las primeras diócesis catalanas (siglos VIII a X) están, sorprendentemente, trazados sobre las rayas de aquellas antiquísimas naciones norte-ibéricas y protovascas.

Mapa diocesano de Catalunya (1690) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

¿Qué quiere decir todo eso?

Pues, lisa y llanamente, que aquellos primeros condes proyectaron la expansión hacia la Catalunya nueva, siguiendo el mapa norte-ibérico. El Penedès y el Camp de Tarragona (X y XI), serían repoblados con gente del Pirineo oriental catalán y de la Catalunya central. Y las llanuras de Lleida y del valle catalán del Ebro (siglos X a XII) con gente procedente del Pirineo central y occidental catalán. Y si bien es cierto que aquel catalán que proyectaban no era el mismo que el latín vulgar anterior a la invasión árabe (el éxodo en el reino de los francos había provocado un mestizaje con el occitano primigenio y cierta unificación dialectal) también lo es que el latín vulgar de la población indígena que, en lugar de escoger el camino hacia el norte se había refugiado en los Pirineos centrales y occidentales catalanes, a partir del 785 se aproximaría y se integraría con el catalán primigenio que llegaba por el nordeste, pero conservaría los rasgos dialectales históricos.

Imagen principal: Fragmento del Mapa Hispaniae Antiquae (1482). Está inspirado en un mapa anterior de Ptolomeo (siglo II) / Fuente: Cartoteca de Catalunya