Marsella, 1834. Sinibald de Mas y Sans embarcaba en dirección a Constantinopla (actual Estambul) y, de esta manera, iniciaba un viaje que, con idas y venidas, se prolongaría por espacio de treinta y cuatro años. Durante estas tres décadas largas conoció y describió con una precisión extraordinaria las entrañas políticas y económicas de Oriente Próximo, de la India, de China y de Filipinas. Sinibald de Mas, el Marco Polo catalán, sería el primer embajador español en China y sería un agente secreto al servicio del emperador chino en Europa. Una carrera que, tras su apariencia romántica, oculta muchos misterios.
¿Quién era Sinibald de Mas?
Sinibald de Mas había nacido en Barcelona el año 1809 —durante la dominación napoleónica de Catalunya— en una familia de larga tradición viajera. Su abuelo paterno, también Sinibald de Mas, había sido un piloto de navegación con una intensa y curiosa relación con los corsarios ingleses y turcos. Y había sido, también, el fundador y primer director de la Escuela Náutica de la Llotja (1769). El joven Sinibald creció influido por esta tradición y seducido por la publicación de los viajes de Domènec Badia (Alí Bei, el espía catalán de Napoleón en el Oriente Próximo). Y sabemos que tenía una gran capacidad intelectual: en el transcurso de su vida llegaría a hablar, con más o menos habilidad, una veintena de idiomas.
¿Qué llevó a Sinibald de Mas a China?
Sinibald de Mas era un producto de aquellas élites mercantiles barcelonesas situadas en el umbral de la Revolución Industrial: formadas en las escuelas de la Llotja, emprendedoras, y con una amplísima perspectiva del mundo. El joven Sinibald, en sus horas de retiro, imaginó nuevas rutas comerciales en dirección al misterioso Extremo Oriente. En aquel momento los portugueses estaban tímidamente establecidos en el enclave de Macao, pero las colonizaciones británica de la India y francesa de Indochina, y la apertura del mercado chino ni siquiera tenían la categoría de proyecto. El sueño del joven Sinibald de Mas se anticiparía a las empresas colonizadoras europeas en Asia.
"Págatelo de tu bolsillo"
Sinibald de Mas había trazado un gran proyecto. Pero se equivocó de patrocinador. Sabemos que el año 1834, a través de Fèlix Torres i Amat (el único obispo liberal de España), consiguió que el gobierno del también liberal Francisco Martínez de la Rosa, lo acreditara como representante diplomático español en misión especial. "Pero te lo pagas tú", le debieron decir, porque también consta que en el transcurso de aquel primer viaje a la India (1838) tuvo que pedir caridad para subsistir. ¿Alguien se imagina al comodoro Matthew C. Perry (el norteamericano que, en 1854, forzó la apertura comercial de Japón) mendigando en las Hawai para llegar a Tokio?
¿Cómo era la China que conoció Sinibald de Mas?
Aquella China de 1843 no tenía ninguna semejanza con la actual. Era una sociedad anclada en un pasado medieval típicamente oriental. Y la imagen que proyectaba al mundo era la de un gigante viejo y con achaques que contemplaba a los occidentales como un anciano contemplaría la enfermedad y la muerte. Sinibald de Mas llegó a Pekín un año después del fin de la Primera Guerra del Opio (1839-1842), un episodio bélico que justificaba la percepción que los chinos tenían de los occidentales. La explosión de aquel conflicto había sido provocada —naturalmente, a propósito— por los británicos, que habían introducido ilegalmente grandes cantidades de opio en China, con el objetivo de conducir aquella crisis hacia una guerra.
Primer embajador español en China
No obstante, Sinibald de Mas se convertía en el primer embajador español y el tercer europeo en China. En aquel momento, sólo la Gran Bretaña y Francia, las dos superpotencias de la época, tenían representación diplomática en Pekín. Pero este detalle es muy engañoso: le aceptaron las credenciales no tanto por el hecho de ser españolas —que parece que les importaba un comino—, sino por la admiración que su polifacética figura despertó entre las élites funcionariales de la Ciudad Prohibida. Tanto es así que Sinibald y el emperador Daoguang trabaron una estrecha amistad que explicaría el giro radical que experimentó, posteriormente, su vida.
¿Por qué aquella misión no tuvo éxito?
En aquel contexto, la España de 1843, situada en la segunda división de las potencias europeas, no podía jugar ni el papel de aliado ni el de amenaza. En los últimos treinta años había perdido, prácticamente, todo su imperio colonial. La reina regente María Cristina de Borbón había sido expulsada y exiliada cuando se filtró que dirigía una corrupta red de tráfico ilegal de esclavos. Y el estado español estaba endeudado hasta el cuello con los bancos privados ingleses, hasta el punto de que la política económica de Madrid —la del nuevo regente Espartero— se dictaba en los despachos de la City. Estas serían las causas que explicarían el fracaso de la misión diplomática y comercial de Sinibald de Mas.
La aventura de Filipinas
Aquella aventura no acabó aquí. El fracaso en Pekín llevó a Sinibald de Mas a las Filipinas, entonces —todavía— colonia española. Y en este punto es donde se produciría, definitivamente, el divorcio entre Mas y España. De entrada, y sorprendentemente, las autoridades coloniales españolas no le reconocieron su categoría de enviado especial del gobierno y lo obligaron a malvivir por las calles de Manila. Y de salida, Sinibald de Mas redactaría un informe demoledor que aconsejaba vivamente la independencia de la colonia y la creación de estructuras neocoloniales que aseguraran en España el control del aparato económico filipino. Resultado: Mas fue fulminantemente despedido (1851).
Mas y Prim
Todavía se puede decir que tuvo suerte. Porque, diecinueve años más tarde (1870), el general Prim —entonces presidente del Gobierno— fue asesinado cuando "las ratas de Palacio" filtraron que negociaba secretamente con el gobierno norteamericano la venta de Cuba, a cambio de saldar el déficit español. Cuba y Filipinas se perderían veintiocho años más tarde, y la aventura patriotera española costaría diez veces el déficit público. Este detalle —el del general Prim y la negociación de Cuba— es muy interesante para ilustrar la ideología del poder español de la época —el de la claridad y el de la sombra. Y para explicar el monumental escándalo que provocó el informe de Mas.
Sinibald de Mas, agente chino en Europa
Pero todavía hay otro detalle más interesante. Cuando el emperador Xiangfeng (hijo y sucesor de Daoguang) se enteró de que el gobierno del liberal Juan Bravo Murillo había despedido a Mas, lo fichó. Sí, tal como suena. Le ofreció un salario estratosférico para convertirse en agente chino en Europa. Más concretamente, en Lisboa. Y le encargó la misión de negociar con el rey Luis I de Portugal la devolución de Macao. Desgraciadamente, no pudo completar la misión. Una misteriosa y sospechosa enfermedad que lo conduciría a la muerte (1868, dos años antes del asesinato de Prim) lo sorprendió en Madrid.
La pieza suelta
En toda esta historia hay una pieza que queda suelta. Poco después del nacimiento de Mas, Catalunya fue incorporada al Imperio francés (1812). Y después de la definitiva derrota de Napoleón (1815), las potencias ganadoras redibujaron el mapa de Europa. En aquella mesa se planteó la posibilidad de crear un estado-tapón con el objetivo de frenar futuras aventuras francesas: Catalunya, la Suiza de los Pirineos. Entonces es cuando se plantea una cuestión que quedará —para siempre— sin respuesta: ¿qué habría pasado si hubiera prosperado este proyecto y Sinibald de Mas hubiera llegado a la Ciudad Prohibida con las credenciales diplomáticas de una República catalana independiente?