La Universidad de Cervera, creada por la administración borbónica después de la derrota catalana de 1714, fue instaurada con el objetivo de adoctrinar a los cachorros de las élites catalanas en la ideología autoritarista, despótica y unitarista del régimen borbónico. La antítesis del sistema político y cultural catalán desbaratado dramáticamente en 1714. Su fundación, precedida por el cierre de las siete universidades catalanas, obedecía a un plan diseñado por Felipe V y sus ministros Macanaz i Patiño para acabar con el sistema universitario catalán, lo que el régimen borbónico consideraba núcleos de formación de rebeldes. Y vino inevitablemente acompañada de un formidable espolio documental que tenía el claro propósito de borrar la historia y despersonalizar el país. Daniel Gotthilf Moldenhawer, director de la Biblioteca Real de Dinamarca entre 1788 y 1823, diría de la Biblioteca Nacional de España, creada en 1711, que "la mayor parte de sus fondos documentales procedían de Cataluña, porque se consideraba sediciosos a los catalanes [y cuando] destruyeron los palacios y las universidades, enviaron libros y manuscritos a Madrid".
El falso mito de la Cervera borbónica
Antes de entrar en materia hay que aclarar una cuestión —un falso mito elevado a la categoría de estigma— que tradicionalmente ha relacionado Cervera con su adscripción al bando borbónico. Los profesores Agustí Duran i Sanpere, Josep Benet i Morell y Josep Llobet i Portella han demostrado repetidamente que en Cervera no había más borbónicos ni tenían más peso político que en Vic o en Barcelona, para poner dos ejemplos de plazas demostradamente austriacistas. Explican y demuestran que lo que pasó en Cervera es lo mismo que lo que pasó en Vic. Que, en los días previos a la ocupación borbónica, se produjo una silenciosa transferencia de poder entre las facciones locales, con el propósito de salvar vidas y bienes. Lo que nos puede parecer una traición a los esfuerzos de las clases populares en la defensa la causa, era muy habitual en aquella época. Por toda Europa. No olvidemos que estas decisiones eran exclusivas de las élites representativas. En cambio no lo eran las declaraciones de resistencia a ultranza, que prueban que en Barcelona las clases populares se habían apoderado de su destino y marcaban la agenda política de la clase dirigente.
La universidad borbónica de Catalunya
Dicho esto, queda claro que el nuevo poder habría podido establecer la universidad borbónica de Catalunya en Vic o en Barcelona. En aquella decisión política, sin embargo, pesaba también otro factor: el modelo universitario castellano. En Castilla las grandes universidades (Salamanca, Alcalá o Santiago) estaban fuera de los grandes centros del poder político (Madrid) o económico (Sevilla). En la historia castellana había una reveladora tradición que consistía en separar, cuando menos geográficamente, los centros de cultura y los centros de poder. Cervera estaba situada en un punto relativamente equidistante entre los dos grandes centros universitarios catalanes anteriores a la Guerra de Sucesión (1705-1715): Barcelona y Lleida, que, a la vez y por este orden, habían sido los dos grandes centros políticos, demográficos, económicos y culturales del país. Y aunque podría parecer que el régimen borbónico pretendía hacer una "cosa" nueva con los restos de las dos viejas y liquidadas, la relación de los primeros cancilleres —el equivalente a los rectores— y de los primeros catedráticos, nos revela que el mundo académico catalán fue objeto de una profunda y horrible purga política.
Una universidad política
Las prisas para desbaratar lo que en la ideología del régimen borbónico se consideraban nidos de formación de rebeldes —sobre todo la Universidad de Barcelona, porque la de Lleida había sido reducida a cenizas en 1707— era tanta que se dio carta de naturaleza universitaria a un pintoresco campus formado por habitaciones convertidas en aulas y repartidas por las principales casas de Cervera. El 7 de enero de 1715, tres meses y pico después de la caída de Barcelona, empezaban las clases con tantos catedráticos como estudiantes. La documentadísima correspondencia que en aquellos días intercambian catedráticos de la nueva universidad y elementos del nuevo poder político y militar nos revela que el cuerpo docente fue nombrado a dedo por las autoridades del régimen, en un esmeradísimo proceso de selección donde prevalecían los criterios claramente políticos. El aparato docente de la Universidad borbónica de Cervera sería provisto de borbonistas convencidos y de elementos que durante el conflicto sucesorio no habían manifestado su postura y que, acabada la guerra, se habían convertido en entusiastas divulgadores de las virtudes personales del primer Borbón hispánico y de su régimen político.
Una universidad dirigida por el poder
El primer canciller oficial, nombrado personalmente por Felipe V, sería, reveladoramente, Francesc de Queralt i de Xetmar. Era el 11 de mayo de 1717 y habían pasado dos años y medio de la caída de Barcelona y un año y medio de la publicación del Decreto de Nueva Planta. El primer canciller era descendiente directo del conde de Santa Coloma, virrey hispánico de Catalunya, que en los años previos a la Revolución de los Segadores (1640-1652) había convertido su oficina en una guarida de contrabando y corrupción y que, durante la festividad del Corpus de Sangre (1640), había ordenado a los Tercios de Castilla disparar contra la multitud que reclamaba la liberación de los dirigentes políticos del país encarcelados. Los Santa Coloma habían estado históricamente al abrigo del poder central hispánico, 1640 y 1705. Sería canciller de la Universidad hasta 1725, año en que se firmó la paz política entre Borbones y Habsburgo y retornó parte del exilio catalán de 1714. El primer canciller murió en circunstancias misteriosas a los treinta y ocho años, y sería reveladoramente sucedido por su hermanastro Narcís de Queralt y de Rearte después de un nebuloso interregno.
Una universidad doctrinaria
Los sucesores del clan Santa Coloma no desmerecerían la naturaleza —elevada a categoría— de aduladores del régimen borbónico que imperaba entre el cuerpo docente de la Universidad de Cervera. Era condición sine qua non para ejercer. Ni hay que decir que en las aulas de las facultades de Teología, Cánones, Leyes, Medicina, Filosofía y Humanidades, que se fueron inaugurando progresivamente, el catalán era una lengua humillada y desprestigiada a propósito y proscrita académicamente, recluida en el ámbito informal de relación entre estudiantes en el patio, en la taberna o en la casa de "tahúra" (de juego y prostitución). En aquellas aulas se haría difusión por primera vez de la ideología —fabricada en la administración borbónica— que relacionaba la lengua y la cultura catalanas con la gente rústica e iletrada, que representaban el pasado y la derrota. También en aquellas aulas se ahogaría, por primera vez, la historia y la identidad catalana, y se instruiría —se adoctrinaría— en la ideología borbónica que enaltecía la figura de un rey, máxima representación de un régimen político que había destruido el aparato político y económico de Catalunya y que había causado la ruina, el exilio o la muerte de miles de catalanes.
Una universidad propagandista
El arte es el reflejo del pensamiento de una época. Y una poderosa arma de propaganda política. Esta fue la divisa del régimen borbónico cuando asignó, consecutivamente, la construcción del edificio definitivo a los arquitectos Soriano, Marín y Cermeño. Era el año 1726, once años después de la inauguración del primer curso académico, cuando se terminaba la fachada principal. El estilo barroco inicial, evolucionado hacia unas formas neoclásicas, nos revela no tan solo las preferencias arquitectónicas que imperaban en la corte de Madrid, sino también una fuerte carga ideológica que se quería proyectar hacia la sociedad, relacionada con el contra-reformismo católico y la pretendida ilustración borbónica dominada por la Inquisición. La Universidad de Cervera fue diseñada como un edificio que tenía que ser totalmente hispánico, no tan sólo en la doctrina ideológica que se impartía en las aulas, sino también constructivamente en el aspecto estético. La Universidad de Cervera fue concebida por el régimen borbónico como un efectivo instrumento de adoctrinamiento de las clases destinadas a ser las élites del país.
Un siglo XVIII en blanco
Por la Universidad de Cervera pasaron miles de estudiantes, cachorros de las clases dirigentes catalanas surgidas de la derrota de 1714, que se convertirían en las élites científicas, académicas y mercantiles catalanas del siglo XVIII y primera mitad del siglo XIX. Este es el gran activo, innegable, que la Universidad de Cervera lega a la historia contemporánea de Catalunya. Hasta que cerró definitivamente en 1842, coincidiendo con la reapertura parcial de la Universidad de Barcelona, cuna del Renacimiento cultural y político catalanes de la centuria de 1800. Algunos de estos elementos, curiosamente, tuvieron una destacada participación en los conflictos independentistas de las colonias hispánicas de América. Posicionados en el bando independentista o en el bando colonialista. Ninguno de estos elementos, sin embargo, recogió el testimonio de la derrota de 1714. La supresión del sistema universitario catalán y su centralización en Cervera, perpetrada con el propósito de acabar con los pretendidos nidos de formación de rebeldes, haría buena la cita que dice "Piensa el ladrón que todos son de su condición".