Marc Vintró (Vilanova i la Geltrú, 1975) se llevó el Premio Mercè Rodoreda el año pasado con su libro de debut. Es Unes ganes salvatges de cridar (Proa), una colección de nueve relatos cortos que exploran escenarios, personajes y tramas muy diferentes, pero que comparten dos hilos conductores: la rabia de los personajes ante un mundo que los supera y la crítica implícita a la creencia –o arrogancia– humana sobre el poder del lenguaje, el cual el autor describe "como una segunda piel". Vintró los ha escrito haciendo gala de un estilo directo y oral, que dice que le viene de la influencia del cine. Deshilachan un crisol de voces y personajes a quienes el autor da la etiqueta de marginales y que viven enfrentadas, desde ópticas muy diferentes, a la hostilidad del entorno que los rodea. La rabia y la literatura como grito son precisamente los elementos clave para entender la forma en que este autor se acerca a la escritura.

Foto: Montse Giralt

¿Escribes desde siempre?
Sí, yo diría que lo empecé a hacer a los 16 o 17 años. Al principio lo haces horriblemente, pero te crea el hábito. Tengo la rutina de cada día dedicarme dos o tres horas a ello. Lo he mantenido prácticamente durante treinta años. La tengo porque si no escribo me pongo de mal humor: lo hago por la mañana, así tengo la tarde positiva (ríe).

Unes ganes salvatges de cridar es prácticamente el primer libro que publicas. ¿Y el primero que escribes?
Si entramos en el disco duro de mi ordenador, encontrarás seis o siete novelas y ochenta o noventa relatos. Y más cosas que no quiero ni mirar por lo que decíamos, te coge un cubrimiento. De los 16 años hasta los 48 que tengo ahora, ha habido todo un proceso. Para Unes ganes salvatges de cridar saqué nueve relatos de la colección que tengo que considero que están más o menos bien hechos. Son de los últimos cinco años más o menos, aunque hay alguna versión reciente de cosas que había escrito anteriormente. Es un proceso de locura de no quedarte nunca tranquilo con lo que haces.

Eres obsesivo a la hora de revisar, pues.
Mucho, mucho. Escribir la primera versión yo creo que me ocupa poco tiempo comparado con la obsesión de revisiones que se van produciendo en el tiempo. A veces puedo haber escrito un relato hace 4 o 5 años, dejarlo allí abandonado y recuperarlo al cabo de dos años y decidir hacerlo de otra manera. Diría que reviso más que escribo.

Si no escribo me pongo de mal humor

¿Qué une los relatos de libro? ¿Qué los agrupa?
Cuando los escogí, pensando en variedad, pero también en que tuvieran algo en común. Diría que hay dos hilos comunes: el primero, el de la rabia contenida y los personajes que están delante de un mundo que los supera e intentan sobrevivir como pueden. Y el otro es la crítica a las limitaciones del lenguaje. En este sentido voy a atacar la arrogancia humana: la creencia que tenemos los humanos que con el lenguaje podemos conocer, que con el lenguaje tenemos el diálogo que sirve para todo. Quería incluso burlarme de estas arrogancias humanas, como creer que el lenguaje es una herramienta que nos hace estar por encima de todo, que no es el caso.

¿Es por eso que escribes con un estilo muy directo y oral en todas las historias?
Intento ser directo y rápido. Si escribes con la idea de cargarte o poner al descubierto ciertas arrogancias quizás es bueno ser contundente. En parte, es una estrategia más para dar el cachete, para decir, 'no nos creamos tanto que los humanos somos un poquito penosos'. También hay mucha influencia del cine. Antes de ser ratón de biblioteca, fui rata de videoclub. Me he tragado mucho cine, de todo tipo, desde las cosas más intelectuales a las cosas más gore. Y claro está, cuando miras mucho cine te queda el estilo directo y la voluntad de buscar las maneras más sencillas de decir las cosas.

¿De qué forma eres escéptico con lenguaje?
Digámoslo de otra manera: soy escéptico respecto del potencial de los humanos. Pienso que somos una especie que nos hemos creído divinos, que hemos creído que teníamos unas facultades superiores. Nos hemos subido a este caballo de la arrogancia, de pensar que podemos conocer la verdad, qué está bien y qué mal, que somos escogidos por Dios... Partiendo de este punto, aquello que es distintivamente humano es el lenguaje. Cuando decimos que somos más inteligentes porque podemos conocer la verdad lo hacemos con el lenguaje. El lenguaje es la etiqueta del humano, que cree que tiene la ventana a la verdad, a la moralidad, a la estética, etc. Apunto a las limitaciones del lenguaje porque soy crítico con el ser humano.

Foto: Montse Giralt

¿Es por aquí que entran las 'ganas salvajes de gritar'?
Sí, pero volver al mundo salvaje es una ideal bonito y atractivo, pero es imposible. Creo que el ser humano está demasiado lejos de eso. El humano ya no puede volver al bosque realmente porque tiene el lenguaje. Si vamos al bosque y talamos uno claro para construir una cabaña, la construimos con una técnica que necesita del lenguaje. Para volver a la vida salvaje real tendríamos que dejar el lenguaje.

Eres escéptico, pues, respecto de la idea que el lenguaje no solo nos comunica, sino que incluso crea la realidad.
Me quiero reservar la palabra realidad para alguna cosa que se nos escapa. El lenguaje crea una ilusión, una segunda piel, una segunda superficie sobre la superficie de la realidad. Y constantemente nos relacionamos con esta capa o costra. Y con Internet ya, es una costra de la costra. El lenguaje, a pesar de ser una herramienta que nos permite mover por el mundo, también nos lo aleja.

A los personajes que protagonizan las historias los describes como voces marginales o apartadas.
Hay una idea de fondo en prácticamente todos los relatos que es la de un mundo hostil y un personaje que se siente atacado o amenazado por la sociedad, por el entorno, por la familia, etc. Todos se acaban convirtiendo en personajes marginales, pero como lo somos muchos.

La vida te hace cargarte de rabia y tristezas; eso va llenando el depósito y se tiene que canalizar hacia algún lado

Decías al discurso del Premio Mercè Rodoreda que la rabia no solo es uno de los hilos conductores de los relatos, sino una de las cosas que te impulsa a escribir. ¿Cuál es la relación que hay entre escribir y la rabia?
Tirando fácil: la vida te hace cargarte de rabia y tristezas, eso va llenando el depósito y se tiene que canalizar hacia algún lado. Es un tópico pero es verdad. Mi percepción de la vida humana es que estamos abocados a una situación hostil. ¿Cómo gestionas la tristeza y la rabia, que en realidad es tristeza llevada a la máxima expresión? Una manera de hacerlo es escribir y especialmente escribir al respecto. También viene de la necesidad de escribir sobre lo que uno mismo conoce y yo por motivos 'x' conozco la rabia.

¿Entiendes la rabia solo como una cosa negativa o la ves de forma más compleja, con aspectos también positivos?
Evidentemente es una cosa negativa, porque si parto de la idea de que la rabia es una tristeza en la máxima expresión es así. Pero también es verdad que acaba siendo una herramienta de supervivencia. La rabia bien llevada o bien dirigida, que no sé exactamente qué quiere decir, es una herramienta para sobrevivir. A los personajes del libro, la actitud de enfrentamiento, que en parte es negativa porque es dolorosa, les permite encontrar su bosque, su rincón, su vida a pesar de todo. Por lo tanto hay un punto de autoafirmación o de darte la energía para mantener tu dirección.

Si el mundo es hostil, la rabia nos defiende.
Sí, a veces lo he dicho: somos una especie de estoicos salvajes. El mundo no lo puedes controlar, funciona solo. Y tú te tienes que centrar en tu respuesta delante de él. En este sentido, la rabia es una fuente para alimentar esta capacidad de respuesta.

Foto: Montse Giralt