La escritora Maria Barbal (Temple, 1949) recibió este jueves el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes. Después de dedicarse a la enseñanza, desde la publicación de Pedra de tartera (Canto rodado en la traducción en castellano) el año 1985, la autora pallaresa se ha convertido en una de las escritoras más reconocidas y traducidas de la literatura catalana, En su obra destaca la presencia del drama de la Guerra Civil y la posguerra y la cuestión de la migración, que ha evocado en Carrer Bolívia. El año 2020 ganó el Premio Josep Pla con Tàndem, una novela donde se plantea la posibilidad de las segundas oportunidades para ser feliz. Con motivo del galardón que reconoce su larga trayectoria, nos sentamos a hablar con ella en una conversación donde hacemos memoria de sus orígenes, temas literarios y trayectoria.

La escritora Maria Barbal en una imagen de archivo/EFE

Quería empezar por sus orígenes. Usted nace en Tremp el año 1949.

Nací diez años después del final de la Guerra Civil. Tremp es una pequeña capital de comarca de unos 5.000 habitantes. Estudié en una escuela de monjas, el Colegio de Maria Immaculada, de las claretianas, porque mi madre que tenía la idea de que allí iban sólo las niñas más ricas de los pueblos, la prefirió en vez de la Escuela Nacional. En ese momento, vivo un contraste entre una escuela en que todo está en castellano, y un pueblo donde todo el mundo habla catalán. Dentro y fuera de casa, en todas partes se hablaba catalán,excepto en la escuela, en la iglesia y todo lo que supone burocracia. Entonces lo vivo sin fijarme demasiado, pero la cuestión empieza a hacerse evidente en casa, porque había libros en catalán. Mi padre y mi tía durante la República ya eran muy buenos lectores, iban al Orfeón, hacían teatro...

Esta actividad cultural había desaparecido o se había castellanizado, supongo.

Todo aquello había quedado sepultado dentro de las casas, y yo me encuentro con que en casa hay libros en catalán y en castellano, que el padre nos lee en voz alta... Aquí empieza el contraste entre la sociedad de fuera y la de casa. Me empiezo a aficionar a la lectura de muy pequeña.

¿Qué títulos recuerda haber leído?

Mi padre para pasar el rato leía las novelas de El coyote, de J. Mallorquí. Y yo con trece años también los leía. Pero te diré otro título que primero nos leía mi padre y que después leí yo: El libro de la selva, de Rudyard Kipling. Aquellos personajes ya tienen un peso imaginativo encima de la lectura. Leo de una manera desordenada, eso lo he hecho siempre.

Pronto tendrá que dejar Tremp...

Cuando llegué a cuarto de bachillerato, acabé la escuela de Tremp. Entonces había una reválida y si querías hacer al bachiller superior, tenías que hacer dos cursos más y una nueva reválida, pero ya en otro lugar. A pesar de que había la posibilidad de hacerlo con una maestra al pueblo y al inicio estaba la idea de que fuera a estudiar a Lleida y hacer una especie de magisterio, por suerte mi tía y mi padre pensaron que podía bajar a Barcelona. Lo hago como lo pasaba en aquel tiempo y en familias de economía justa: ir a casa de unos parientes, que son mi abuela y un tío. En Barcelona hago quinto, sexto y el Preuniversitario al Instituto Montserrat, en la calle Copèrnic. Allí también estudiaba Montserrat Roig, que iba uno o dos cursos por encima mío. Empiezo a abrir los ojos a una realidad un poco más compleja, que, en parte, me asusta un poco y, en parte, me atrae mucho.

En Barcelona empiezo a abrir los ojos a una realidad un poco más compleja, que, en parte, me asusta y, en parte, me atrae

 Para una chica de Tremp, ¿Barcelona fue un choque?

No sé si diría un choque, pero sí que fue una experiencia muy fuerte. Iba desde el hecho de que al principio me perdí volviendo del instituto hacia casa. Es una anécdota, pero si ves las dimensiones de Tremp y las de Barcelona, y además aquella zona de Barcelona entonces poco poblada pero muy amplia... Entonces compro Solitud, de Víctor Català, pero era una cosa que yo hacía por el gusto de leer, no para que yo quisiera estudiar Letras. De hecho, estaba haciendo Ciencias. En casa eran delineantes, mi hermano fue aparejador, y yo seguía este camino. Pero estuvo después del Preuniversitario que decido pasar a Letras.

Y el año 1967 entra en la Universidad.

Yo llego a la Universidad en un momento en que la policía entraba y hacía ir las porras, había lecturas poéticas, había gente que te hablaba de libros. Y es un momento que me doy cuenta que la herencia dramática que he recibido de los padres con respecto a la Guerra Civil es compartida. Hay mucha gente que ha vivido lo mismo que nosotros. Aquello que sólo pensaba que nos había pasado a nosotros se habla, hay libros que hablan, hay gente que explica su historia... Además, aunque en la Universidad no me formo en catalán y cuando me licencio en Filología Románica Hispánica, las primeras asignaturas que doy como profesora son lengua y literatura castellanas, mi interés por el catalán va en aumento.

¿De qué manera se forma en su lengua?

Me matriculo en clases de catalán en el CIC, compro libros como Signo, las fichas Ruaix, Guiatge de Artur Martorell... Hay un interés progresivo y cuando están las primeras convocatorias de profesores de catalán, me presento. Son años en que recupero de manera autodidacta lo que no he tenido.

¿Cómo es el encuentro del catalán del Pallars y el de la Barcelona?

Es un hecho notable. Mis compañeras de la Montserrat son conscientes de que no hablo como ellas. Había una compañera, Montserrat Carrió, a quien le hacía mucha gracia porque su padre era de Salàs de Pallars. Hay esta conciencia de hablar un dialecto diferente que hace, entre risa y admiración. En la Montserrat, por cierto, escribo los primeros versos, con una compañera de clase que era hermana de Ramon Solsona. Las dos escribimos y los pusimos en un corcho que había en el Instituto. Nuestra profesora, Carme Pleyán, se dio cuenta de que escribíamos poesía en catalán y nos recomendó el libro de Molas y Castellet, Poesía catalana del siglo XX. Había una serie de pequeños elementos que sumados me llevan a recuperar mi lengua y mi tradición, pero sin demasiada conciencia política, creo yo, en aquel momento.

En la época de la Universidad me doy cuenta que la herencia dramática que he recibido de los padres con respecto a la Guerra Civil es compartida

Maria Barbal/EFE

Entre estos tanteos literarios y tu primera novela pasarán años.

Mi primera novela, Piedra de tartera, ganó a Joaquim Ruyra el año 1984. Pasan muchos años.

Pedra de tartera, una de las novelas más importantes de los últimos cuarenta años, gana un premio de literatura juvenil. ¿Cómo es eso?

Eso forma parte de mi falta de conexión con el mundo literario y mi desorientación. Cuando escribí el libro lo dejé leer a mi marido y algunos amigos. Los amigos me propusieron que lo presentara a algún editor, pero para mí era como una montaña. Sólo conocía los nombres, pero no tenía ninguna relación con ellas. La elección fue exclusivamente por la extensión permitida. La del premio Ruyra era de 90 a 150 páginas y en cambio, el Sant Jordi eran 250. Yo era consciente de que juvenil Pedra de tartera no tenía nada.

Se trata de una pequeña gran novela, sin embargo.

El jurado tuvo un peso muy importante. No sé si fue el Alcotán o en Carbón que me explicaron que dudaron de premiarla o no, pero si hubieran sido estrictos, no lo habrían premiado.

Pedra de tartera, sin embargo, enseguida se convierte en un éxito y gana el Crexells de 1985.

Entonces no era la época de ahora. No había tantos medios y era puramente el boca a oreja que funcionaba. Yo era una persona completamente anónima, desconocida e inédita. Y, además, la obra aportaba la sorpresa de lo que pudría significar la valentía –y no lo era– de hablar de la guerra y la posguerra. Hay que tener en cuenta que la gente no se atrevía a hablar de aquellos hechos, que eran un peso demasiado fuerte.

Además, la historia se explica desde el punto de vista de una mujer.

Y de una mujer que podría parecer marginal o trivial en una guerra. Y después está la cuestión del lenguaje. ¡Eso sorprende desde el mismo título de la novela, que fuera de los socios del Centro Excursionista pocos debieron saber qué quería decir! (río). Todo provocó una sorpresa. La gente tenía un deseo de reencontrar sus palabras. De recuperar las palabras de casa.

En esta novela, no sólo utilizaba la lengua familiar, sino también la historia familiar.

Sí, evidentemente. Pero yo entonces estaba mucho decidida a esconder que fuera la historia familiar, porque en cierta manera estas cuestiones tan dolorosas se han vivido con vergüenza. Yo, en este sentido, fui atrevida o, quizás más bien, inconsciente. La dediqué a mis padres, pero sé que en el fondo no les gustó. No me lo dijeron nunca, pero hice visible su caso, todo el mundo lo adivinó, todo el mundo en el pueblo lo supo. E incluso creo que hubo algún distanciamiento. Por ejemplo, cuando me invitaron a hablar en un centro de enseñanza encontré unas preguntas incómodas, cuestionando lo que había pasado. ¡La historia que explico es una, pero en la zona hay centenares!

No me lo dijeron nunca, pero se que en los fondos a mis padres no les gustó que explicara su historia en 'Pedra de tartera'

Cuando presentó Al amigo escocés, recuerdo que me explicó que había sido una zona con una gran violencia y represión.

Aquel horror fue obra de un enfermo, de un neurótico como era el general Sagardia Ramos, un militar navarro en la reserva que enviaron al Pallars Sobirà. Hizo matar mujeres, viejos y niños porque no encontraban al marido, o bien hizo violar y matar a una hija porque la madre no entendía el castellano.

Lo más fuerte es que tantos años después se mantuviera la vergüenza de aquel dolor.

Se explica por el hecho de que había estado la complicidad de los otros, que en muchos casos me imagino que era puro miedo.

En Alemania, Pedra de tartera ha tenido un gran éxito.

Allí la lectura siempre ha tenido un gran peso y tienen una tradición lectora mucho más gran que aquí. Los alemanes se han hecho muy suya esta novela, y quizás encuentran muchas cosas de ellos mismos leyéndola. Las guerras producen historias que se parecen.

36 años después del éxito de Pedra de tartera, ¿qué significa esta novela?

Piedra de canchal me convirtió en escritora. Yo no lo era y después de esta novela ya vi que seguiría escribiendo. La novela me pasa de no ser escritora a serlo.

Con Mel i metzines, su segunda novela, ¿empieza a ver que será escritora?

Quería seguir escribiendo, es decir, hay una disposición, pero lo que acabaría siendo no lo sabía. Lo más importante es que quería seguir escribiendo. Si tú estás dispuesto a dedicar parte del tiempo de tu vida quiere decir que hay uno sí muy claro.

Maria Barbal/EFE

¿Por qué escribe Maria Barbal?

En mi caso era muy claro: intentaba poner todos los elementos para entender esta historia que había afectado tanto a mis padres. Porque una historia era la de mi familia materna, pero mi padre tenía su propia historia y pienso creo que este elemento los unió enseguida. Yo empiezo queriendo entender bien qué ha pasado y qué significa lo que ha pasado. Gracias a la novela me sitúo. Es un proceso de escritura que implica conciencia, reflexión...

Los protagonistas no hablaron mucho...

Nada. Mi madre lloraba a menudo, hablaba con mi abuela, pero nunca fuera de casa. Ahora, yo cuándo estaba con ellas, lo oía.

Ha prestado siempre mucha atención a lo que pasaba en su entorno.

Tengo una predisposición para escuchar y observar, que es una buena característica para un escritor. Eso no lo he buscado, me ha venido. Mi hermano vivió lo mismo que yo e, incluso, era más mayor y vivió más de cerca esta desolación, pero él nunca le provocó querer hablar, interesarse, entenderlo...

Tengo una predisposición para escuchar y observar, que es una buena característica para un escritor

Sin embargo, da un paso más y de intentar comprender su historia, pasa a explicar-en otros. Buena parte de su obra se sitúa en el Pallars durante la guerra, pero ha ambientado varias novelas a Barcelona, inspirándose en casos como el de Enric Marco, a En la pell de l'altre, o habló de las relaciones madre-hija, del paso del tiempo... No se ha querido encasillar.

Es una cuestión de libertad de creación. Con todo aquello que se me interesaba y me apetecía me ponía. Quizás un poco inconscientemente, pero me parecía el más natural. ¡No he programado mi obra, porque si lo hubiera hecho lo habría hecho mejor!

¡Ahí es nada!

Hay varias obras que hablan del mismo tema en tiempos diferentes, pero no las he hecho ordenadas. Pedra de tartera, País íntim y A l'amic escocès están relacionadas entre sí, hay personajes que aparecen en el uno y el otro. País íntim tenía que ser el último y lo escribí hace veinte años. Hay autores que hacen trilogías muy pensadas, pero no es mi caso. El ciclo del Pallars es una estrategia editorial, pero no responde a ningún plan, las obras hablan de un tiempo y de un escenario ni tienen nada que ver entre ellas.

Su obra trata de la historia pequeña, de personajes que no son grandes héroes.

Me fijo en este tipo de personaje. Son, de hecho, los que me atraen.

Hay una novela que tiene que ver con su tarea de profesora en una escuela del barrio del Besòs y con la inmigración como tema, poco escrito en catalán, Carrer Bolívia.

Calle Bolívia es fruto de mi experiencia como profesora, pero sobre todo de mi interés por las personas que hemos crecido en un ambiente y nos hemos trasladado a otro completamente diferente. Es mi caso, el de la Conxa de Pedra de tartera, que deja el pueblo para ir a una portería de Barcelona, o el de Lina y el Néstor de Carrer Bolívia, que se marchan de Linares para instalarse en el barrio del Besòs. Este es un tema de base que me interesa y que ya aparece tanto a Mel i metzines como Cànfora, que recoge la gran emigración de montaña. Aparte, yo había trabajado en el Besòs en una escuela nocturna, donde muchos alumnos eran andaluces, murcianos, etc. y era un momento muy vital como la Transición. Un momento en qué los profesores y alumnos salíamos en manifestación porque no había nada en el barrio. Faltaban escuelas, autobuses, de todo... Era un momento de reivindicaciones importantes en que pasan cosas fuertes, como el caso de obreros que pierden la vida en manifestaciones.

Querría hablar de su última novela, Tàndem. Una obra bastante optimista que se interroga sobre el derecho a la felicidad y las segundas oportunidades. Me imagino que después de un tiempo tan difícil como el que hemos vivido, tocaba un cierto optimismo.

Creo que ha sido una novela oportuna sin buscarlo. Plantea esta posibilidad de volver a empezar cuándo inicias la jubilación y tiras hacia la vejez. Ahora hay muchas oportunidades y actividades, pero quizás mucha gente vivimos este momento como un final de fiesta. Tàndem plantea este interrogante, si interiormente podemos hacer como esta gente que hace yoga y se rejuvenece. Quería plantear este tema porque es una cuestión que afecta casi a todo el mundo en este tramo de la vida. ¿Existe la posibilidad de hacerlo diferente y romper la rutina que tantos años de costumbres y miramientos te han puesto encima?

Cuando nos llega la jubilación mucha gente vivimos este momento como un final de fiesta

Maria Barbal/EFE

Usted ha tenido muchos reconocimientos a obra publicada y a la trayectoria, que ahora tienen como colofón el Premi d'Honor de las Lletres Catalanes. ¿Si mira hacía atrás, como ve esta carrera?

He sido una persona muy afortunada en este sentido. Puedo decir que he tenido una carrera que no ha sido planificada, porque la mayoría de premios que he recibido no han sido buscados. Sólo he tenido tres premios a los cuales me he presentado. No me queda ningún pesar, al contrario.

Se añade a las mujeres premiadas con el Premi d'Honor, que soy pocas pero de gran relieve: Mercè Rodoreda o Teresa Pàmies.

No habría pensado nunca que yo podría añadir mi nombre a una lista donde está Mercè Rodoreda. En eso también he sido afortunada, porque vivimos en una época donde hay voluntad de premiar escritoras. Durante años esta voluntad no sé si no era o, como hablábamos de las rutinas, no se hacía.

¿A qué cree que se debe?

Muchos hombres no leían novelas porque las consideraban muy costumbristas, muy femeninas, sentimentales... Si, además, eran escritas por una mujer, todavía creían que sería más sentimental o costumbrista. Por suerte, eso ha cambiado.

¿Cómo se sigue escribiendo después de un Premi d'Honor que parece que convierta el premiado en un clásico del canon?

Este tipo de premio a la trayectoria dan sensación de final adelantado. Parece que se cierre tu trayectoria y no se espere nada más de ti. Los premios son importantes y este lo es mucho, pero no te tienen que afectar de una manera negativa. Seguiré escribiendo y puedo hacer obras que no gusten e incluso fracasar sin que eso desmerezca el premio ni a mí. A veces las circunstancias te favorecen y de otras veces no. No pienso renunciar a la escritura.

Seguiré escribiendo y puedo hacer obras que no gusten e incluso fracasar sin que eso desmerezca el premio ni a mí

¿Cómo es el proceso de escritura de Maria Barbal?

Ha habido libros que he dedicado mucho tiempo a documentarme, como A l'amic escocès, y otros han surgido por experiencias propias o ímputs que han venido de lados diferentes. Cada libro es un diálogo que tú tienes con una historia y que te viene de maneras diferentes. A veces te llega por un protagonista, de otros por una historia que quieres explicar. Yo siempre he tenido un interés especial por acabar de entender alguna cosa, como la perplejidad que me causó el caso de Rosario Endrinal, que me inspiró Emma, o el caso de Enric Marco.

¿La actualidad catalana le podría inspirar una novela?

El caso de los presos para mí es un peso demasiado grande, una experiencia que cierne sobre la vida de mucha gente de este país. No dudo de que habrá escritores que entrarán en este tema, porque tiene mucho interés, especialmente en caso de la reflexión política e histórica. Pero no me siento inclinada. Ahora, lo que antes me atraería es la figura de Jordi Cuixart en la prisión. Las clases de cerámica que hace, con a quien se encuentra, a quien ha conocido, de las que habla... Este tema tendría para mí más interés literario que los grandes acontecimientos. Me interesa la historia más pequeña, quizás para llegar a hablar de una cosa más general.

¿Y cómo lee Maria Barbal?

Leo por gusto y procuro estar un poco al día de los autores y autoras catalanes. En cada momento estoy leyendo más por gusto y en otros momentos, más para conocer a alguien que me interesa como persona o como escritora. Tengo una gama de lecturas muy diversas. He llegado a leer muchas traducciones, por curiosidad, para estar al día...

¿Cuáles son los autores preferidos?

Me gusta muchísimo la Carson McCullers, porque tiene una intensidad impresionante.

¿Empezó escribiendo poesía, ha escrito más?

Aquello quizás no era ni siquiera poesía, eran versos de juventud. Hace unos años escribí algunos poemas y se quedaron en una libreta guardada en un cajón. He tenido una especie de temor a la poesía. La encuentro excelsa: todo tiene que cuadrar muy bien. Como he tenido mucho trabajo pendiente, no me le ha podido dedicar.

¿Cómo ha compaginado su vida como profesora, escritora y madre?

Este ha sido un grave problema para solucionar en una época de mi vida, que al final resolví pidiendo la excedencia. Iba pasando con permisos, pero cuando hice Carrer Bolívia a mis hijos eran adolescentes y tenía también adolescentes en clase y vi que eso no podía ir bien. Escogí y escogí la escritura.

En la rueda de prensa de presentación del Premio de Honor dijo que si una escritora que no había podido aprender su lengua había acabado escribiendo en catalán y ganando premios quería decir que había esperanza...

Pienso que sí que nos queda esperanza. Las personas y las sociedades, a pesar de las injusticias y las dificultades y sentirnos como a minorías, somos capaces de ir adelante. La persona tiene una voluntad que muchísimas veces supera las dificultades. Si yo estaba destinada, como mucha gente de mi generación, a no leer en catalán y he sido capaz, sin hacer un gran sacrificio, aprender mi lengua y escribirla, pienso que mucha gente será capaz de superar los retos de todo tipo. Saldremos adelante.