Madrid, 29 de septiembre de 1868. Culminaba la Revolución Gloriosa, liderada por los generales Prim, Serrano y Topete, y el nuevo gobierno progresista decretaba el destronamiento y la expulsión de Isabel II. Prim había proclamado que los Borbones eran "el obstáculo mayor a la democratización y a la modernización de España". Aquella cita revelaba que el poder tenía conocimiento de la existencia de una espesa trama de corrupción que operaba —como mínimo— desde 1833 (año de la muerte de Fernando VII), y que estaba liderada por María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (la viuda de Fernando VII). Y sería precisamente Prim quien haría pública la existencia de un fondo reservado (un bolsillo secreto) con cargo en el erario público que había sido el instrumento de enriquecimiento de la camarilla de Palacio (un contubernio de políticos, militares y financieros que orbitaban en torno a la figura de la reina madre). Y lo embargaría.
El origen del bolsillo secreto
Durante medio siglo (1833-1868) María Cristina fue la reina de la corrupción. La digna heredera de su marido, el rey Fernando VII, que había amasado una considerable fortuna a partir de la venta de la corona española a Napoleón (1808), y que el estado francés nunca recuperó, aunque el régimen postbonapartista sería quien lo apuntalaría, de nuevo, en Madrid (1814). Nunca se han revelado las compensaciones políticas que obtuvo París a cambio de aquella renuncia; sin embargo, en cambio, la investigación historiográfica confirma que el primer saldo del bolsillo secreto procedía de la manda de Fernando a favor de María Cristina y de las dos hijas de la pareja (la futura reina Isabel II y su hermana Luisa). Detalle que revela que el alcance de aquella red de corrupción —cuando menos, en su origen— implicaba la totalidad de la familia real. Naturalmente, aquel bolsillo secreto nunca constó en la contabilidad oficial del Reino de España.
El secreto del bolsillo secreto
El bolsillo secreto era un secreto a voces entre las clases oligárquicas españolas. Pero su existencia no se reveló hasta el año 1840. Concluida la Primera Guerra Carlista (1833-1840), y en un escenario dantesco de posguerra, el general Espartero (el gran aliado de María Cristina en el conflicto) exigió disponer del bolsillo secreto. La sorpresa sería cuando Manuel Gaviria —tesorero real— se lo negó. María Cristina de Borbón era la reina regente de España a la espera de que su hija Isabel (la heredera al trono y nacida en 1830) alcanzara la mayoría de edad. Gaviria cambió de escondite el bolsillo secreto, y Espartero lo dejó pasar con el pretexto que aquello podía dinamitar el régimen surgido de la guerra carlista. No obstante, Martín de los Heros, responsable nombrado por Espartero, estimó que contenía unos 78 millones de reales (el equivalente a 750 millones de euros).
El estallido del bolsillo secreto
Pasados veintinueve años, y en el contexto de la primera gran crisis financiera española (1866) que había impulsado la Revolución Gloriosa (1868), el general Prim (presidente del gobierno) ordenó disponer del bolsillo secreto. Isabel II y María Cristina habían sido facturadas al exilio. Cada una en su momento. Y en aquel escenario y con aquellos actores, la prensa hizo correr como la pólvora que, durante medio siglo, una espesa y opaca red de corrupción había desviado fraudulentamente grandes cantidades del erario público y las había destinado a oscuros negocios que habían particularmente enriquecido hasta la indecencia a sus componentes. En aquella pirámide de corrupción figuraban María Cristina de Borbón —y, naturalmente Isabel II— en la cumbre; y en un segundo nivel Agustín Muñoz (segundo marido de la reina madre), el general Narváez— (presidente del gobierno en siete ocasiones), y el banquero José de Salamanca (promotor, entre otros, del barrio que lleva su nombre en Madrid).
¿Cuáles eran los negocios "limpios" de María Cristina de Borbón?
Durante medio siglo, la reina madre y la camarilla de Palacio —desde su atalaya de poder— se autoadjudicaron casi todos los grandes negocios (limpios y sucios) que se hicieron en España durante buena parte del siglo XIX. La escandalosa manipulación de algunas de aquellas concesiones —a través de testaferros y de sociedades fantasma—, popularizaría la cita "no hay negocio en el que la Reina madre no tenga intereses". La conjura del bolsillo secreto se autoadjudicó concesiones de explotación de salinas, de extracción de carbón, y de trazado ferroviario. En 1845 —con Narváez como presidente del gobierno— se autoadjudicaron la construcción y explotación de la segunda línea de ferrocarril peninsular, la de Madrid a Aranjuez, hecho que delata la gran capacidad financiera del bolsillo secreto. Y en 1846 —con Pando (hijo de un elemento de la camarilla del difunto Fernando VII) como presidente del gobierno—, se autoadjudicarían la prolongación de la línea hasta Alicante.
¿Cuáles eran los negocios "sucios" de María Cristina de Borbón?
Pero el bolsillo secreto tenía una funesta sombra que iba mucho más allá de los dominios peninsulares borbónicos. María Cristina de Borbón creó un gabinete permanente de desestabilización de gobiernos (es decir, una fábrica de golpes de estado) que se alimentaba con el bolsillo secreto. No contenta con desestabilizar permanentemente los gobiernos españoles que pretendían limitar la autoridad y la opacidad de la corona, se atrevió con una operación de altos vuelos y de alcance internacional. En 1846 diseñó una costosa y ambiciosa operación que consistía en reinstaurar la monarquía en las excolonias y, entonces, repúblicas independientes del Ecuador, el Perú y Bolivia en la figura del primogénito de su segundo matrimonio: Agustín Muñoz Borbón, que tenía que ser coronado emperador del Reino Unido de los Andes. Aquella carísima y estrambótica operación, financiada por el bolsillo secreto, fue desmontada por los servicios secretos de medio mundo.
¿Cuáles eran los negocios "más sucios" de María Cristina de Borbón?
La operación Reino Unido fue desmontada cuando quien sea reveló que, tan sólo, era la primera fase de un plan que perseguía la restauración del viejo imperio colonial hispánico en la América: el sueño húmedo de la corrupta María Cristina. Esta reveladora ideología es, también, la que explica su participación en la peor de las tramas que se le descubrieron. En 1857 se destapó que María Cristina de Borbón era la capo de una trama ilegal de captura, transporte y venta de personas. El comercio de esclavos era ilegal desde 1815. Pero la tenencia, no. En aquel contexto, los grandes latifundistas del Caribe y del sur de los Estados Unidos, tenían que confiar en el crecimiento vegetativo de sus masas de esclavos. O en aquel trasiego ilegal, una sórdida cadena formada por armadores catalanes, vascos y andaluces; elementos del bolsillo secreto borbónico, y la parte más corrupta del aparato militar colonial español en Cuba.
¿Qué pasó con Prim?
Cuando las Cortes españolas votaron a Amadeo de Saboya (1870) —el candidato de Prim— en sustitución de "el obstáculo mayor a la modernización y la democratización de España", se desataron todos los demonios en la fábrica borbónica de golpes de estado, entonces deslocalizada en París. El general Prim fue emboscado y tiroteado el 27 de diciembre de 1870 y murió, oficialmente a causa de una septicemia, el día 30. Pero la investigación moderna desmiente esta versión y apunta a que Prim fue asfixiado en su residencia oficial, mientras se recuperaba del atentado. La policía señaló la oposición republicana, pero la prensa de la época apuntó directamente a un triángulo formado por el ambicioso Montpensier (cuñado de Isabel II y yerno de la reina madre), los esclavistas de Cuba y el general Serrano. Una reveladora comunión formada por el bolsillo secreto, y el antiguo socio y entonces gran rival político de Prim. No se condenó nunca a nadie.