María Goiricelaya llegó este sábado de Buenos Aires. Pasó el fin de semana en su ciudad, Bilbao, y ayer hizo las maletas para venir a Barcelona, donde pasará toda la semana. A partir de hoy martes y hasta el domingo, su compañía, La dramática errante, ocupará el escenario del Romea intrerpretando su espectáculo Altsasu.
Excelente muestra de teatre documental, Altsasu, obra escrita y dirigida por Goiricelaya, es la historia dramatizada de los jóvenes vascos condenados por terrorismo tras una pelea con guardias civiles de paisano el 15 de octubre 2016 en un bar de la localidad que da nombre al montaje. Un espectáculo que huye del relato único para invitar al espectador a despegarse de sus opiniones. Un extremado y muy sano de generosidad ideológica en sintonia con el título de aquel gran disco que fue This Is My Truth, Tell Me Yours, de aquella gran banda galesa que es Manic Street Prreacher.
"Es un no parar", resopla María Goiricelaya sentada en una butaca del Romea, donde ayer se presentó la breve estancia del espectáculo en Barcelona. "Estamos trabajando con dos espectáculos nuevos. Uno ya lo estrenamos en enero en el Teatro Arriaga de Bibao que se llama Ni flores, ni funeral, ni cenizas, ni tantán, sobre el final de la vida, sobre el buen morir y los cuidados paliativos. Y el año que viene, estrenaremos una libre versión del Romeo y Julieta en el Almagro. Ahora estamos terminando la gira de Altsasu. Es un ciclo que ya se acaba".
¿En qué momento te diste cuenta de que con Altsasu estabas tejiendo un espectáculo especial?
La realidad es que mientras lo escribía no sabía ni si lo íbamos a llevar al escenario. Por supuesto que yo tenía muchas ganas de que Altsasu deviniera una realidad, pero en esos primeros pasos todavía no teníamos financiación para poder hacerlo. Fue cuando terminé el texto que solicitamos subvención al Gobierno Vasco para poder producirlo. Pero el proceso de escritura fue desde la mayor libertad y tranquilidad.
Exacto, trabajar sin saber que aquello dará sus frutos, que por ahora no genera, tiene algo de precario, como todo en la cultura, pero también de máxima libertad.
Pero así es como trabajan la mayoría, o muchísimos, dramaturgos y dramaturgas, que no saben si luego van a ser estrenados o estrenadas. En mi caso, por ahora ha tenido la fortuna de poder estrenar todo lo que he escrito. Pero no siempre tienes la certeza. En el caso de Altsasu trabajé desde una libertad muy tranquila, porque era una historia que formaba parte de Cicatrizar, un proyecto de dramaturgia internacional. Vaya, que ya tuvo un nacimiento muy bonito. Luego, si teníamos la posibilidad de montarlo, fantástico. Y lo que ha pasado después con el espectáculo ha sido como una fantasía. Agradecidas al devenir de la vida que tanto nos sorprende.
¿Qué es lo el proyecto Cicatrizar?
Me llamó José Sánchis Sinisterra (dramaturgo valenciano, gran renovador de escena estatal moderna y uno de los autores más premiados y representados del teatro español contemporáneo) proponiéndome participar en un proyecto internacional de dramaturgia con base, entonces, en el Nuevo Teatro Fronterizo. Era un proyecto en colaboración con dramaturgos colombianos. En aquel momento participaban cinco dramaturgos escribiendo sobre dónde están las cicatrices de la sociedad actualmente. Sanchís abrió el abanico territorial más allá de Colombia y a mí me tocó, lógicamente, hablar de la parte vasca. Su pregunta fue: "¿Qué cicatriz crees que hay ahora en la sociedad vasca?".
¿Cuál fue tu respuesta?
Había muchas cicatrices y, previamente, yo ya había escrito sobre el conflicto vasco, pero en aquel momento, quizás la que estaba más abierta era la de Altsasu. Estaba muy presente a nivel informativo. Mucha gente hablaba de Altsasu, de lo que estaba sucediendo, de las contramanifestaciones... Pensé que era una buena oportunidad llevar un tema tan interesante al escenario.
El corazón de la obra es dejar que el público saque conclusiones. Y también revisar cómo funciona la justicia en el presente
Altsasu, la obra, va mucho más allá de la traslación al escenario de lo sucedido la madrugada del 15 de octubre de 2016.
El corazón de la obra es dejar que el público saque conclusiones. Y también revisar cómo funciona la justicia en el presente.
El artículo 14 de la Constitución, dice que todos somos iguales ante la Ley.
Y la obra habla de cómo está funcionando la justicia actualmente y ver qué tiene que decir la ciudadanía al respecto. Si estamos o no estamos de acuerdo o si hay veces que nos sorprende el devenir de la justicia en una sociedad democrática. Hay palabras, como cicatrizar, que pueden llegar a sonar pomposas. En la obra hablamos del perdón, o del no perdón. El debate de Atlsasu gira entorno a la reflexión. Mucha gente llega al espectáculo con certezas y convicciones, con una mochila cargada de perjuicios sobre lo que pasó ahí: "¿Quién era culpable? ¿Quién no? ¿Por qué?". Y en el espectáculo han tenido la oportunidad de ver la otra cara de la moneda. Y creo que eso también es interesante. Para la sociedad, el hacer ese ejercicio de empatía y y ver hasta dónde llegamos, es algo que también nos ayuda avanzar.
Es muy difícil hablar cuando hay heridas y más habiendo pasado tan poco tiempo.
Pero también creo que es bueno que sea un suceso relativamente reciente. Si dejamos pasar mucho tiempo, menos posibilidades hay de enmendar las cosas, también. Solemos decir que el tiempo lo cura todo, pero a veces no somos capaces de darnos cuenta de que, por mucho tiempo que haya pasado, seguimos en el mismo lugar. Me parece que es una gran oportunidad atrevernos a meter las manos en la arena del presente. Afortunadamente, están apareciendo casos como los de Jauría, abordando el caso de La Manada, o el nuestro. Creo que tenemos que atrevernos a abordar estas historias.
Estamos viviendo una eclosión de teatro documental.
Y me encanta escribir esto, pero también me encanta dirigir Madre coraje y sus hijos (una de las piezas teatrales más relevantes en la obra de Bertolt Brecht y Margarete Steffin). Aunque en nuestro caso, el de La dramática errante, es una compañía muy ligada a la temática social y al deseo de intentar sacudir un poco el mundo. Esta es nuestra identidad como actrices y creadoras. Nos interesan las cosas que nos incomodan. Si algo nos molesta profundamente, por qué no hablar de ello.
La dramática errante es una compañía muy ligada a la temática social y al deseo de intentar sacudir un poco el mundo
Es una pregunta Mr. Wonderful, pero... ¿el teatro puede cambiar el mundo?
No sé si el teatro puede cambiar el mundo. Pero lo que sí puede hacer es invitarnos a pensar. Remover conciencias. Quizá no tanto como nos gustaría. Pero yo me quedo satisfecha si a la salida del teatro hay corrillos o hay gente que se va a tomar algo al bar y a discutir un rato sobre lo que han visto. Eso ya me parece que es un éxito. Y Altsasu lo consigue constantemente.
Para la escritura del espectáculo transcribiste el juicio. Un trabajo monumental.
Sí, solo la transcripción del juicio eran como 300 folios. Pero también había millones de artículos publicados en medios de comunicación. Yo fui periodista durante muchos año. Trabajé para informativos. Hay una parte de toda esta contaminación de los medios de comunicación que me seduce mucho. Y me gusta mucho jugar con eso, no con con la manipulación de los medios, sino en cómo se presentan las diferentes noticias en los distintos medios. Esto también está presente en el espectáculo: cómo los medios son un altavoz de los grandes sucesos de la historia de la humanidad y cómo consiguen modificar la opinión masiva de las personas. A mí me gusta mucho informarme y desinformarme. Leer qué decía este periódico del caso Atlsasu y qué decía este otro con una línea editorial totalmente opuesta. Porque las líneas editoriales van peleando por su relato político.
¿Te encontraste con muchas mentiras?
Se publicaron muchas mentiras porque también hubo muchas contradicciones. Hubo muchas divergencias, y creo que también eso es lo que hace que sea un caso tan particular. Altsasu es la lucha de un grupo de personas buscando la aprobación de su verdad. No hay un único relato. Es imposible, incluso indeseable, plantear un espectáculo como este desde una única posición. Aquí las fuerzas están constantemente en pugna. Y este es el reto, no caer en un relato único. El gran reto es intentar desapegarte de tus opiniones. Mi opinión frente al caso no es interesante. Lo interesante es lo que piensa al público o lo que el público es capaz de extraer después de ver el espectáculo. Para ello hay que hacer un ejercicio de generosidad.
Es imposible, incluso indeseable, plantear un espectáculo como este desde una única posición. Aquí las fuerzas están constantemente en pugna. Y este es el reto, no caer en un relato único
Cada actriz y cada actor representa a más de una veintena de personajes a lo largo del espectáculo. Su trabajo interpretativo es increíble. Y el tuyo como directora, también.
Hablamos mucho con las actrices y los actores. Debíamos llegar a ese punto en que sus emociones no se comieran al personaje. Ha sido duro, pero lo he disfrutado mucho. Lo he pasado muy bien. Una vez en la que ya todos entendimos cuál era el código: ir al servicio de cada personaje y de cada verdad, no de cada relato, lo disfrutamos muchísimo. Han hecho un trabajo de interpretación excelente. Han sido exageradamente generosos dejando de lado sus pensamientos o su ideología política para contar una historia que que tiene una visión muy poliédrica y muy contrastada. Más cuando constantemente están saltando de un personaje a otro, yendo entre posturas que son irreconciliables.
¿Por qué?
Nuestras credencias son las que nos conforman como personas. Esto soy yo con mis pensamientos, con mi ética, con mi moral, con lo que yo creo que es bueno en la vida. Y cuesta mucho asimilar que lo que es bueno y verdad para ti no es lo es para otras personas. O cuando pensamos que mi dolor es mayor que el tuyo. Cuando nos ponemos a medir este tipo de cosas, cuando este tipo de situaciones se imponen o se tratan de imponer sobre la otra persona, es cuando surgen los los grandes conflictos. Por eso, para mí también es muy interesante hablar de cuando las posturas son irreconciliables: "Vale, tú y yo pensamos diferente, nunca nos vamos a encontrar, pero podemos sentarnos hablar de que tú y yo no nos vamos a encontrar". Yo creo que eso sí que debería ser posible en una sociedad democrática. Tendríamos que ser capaces de sentarnos y hablar de de las diferencias sin necesidad de herirnos.