Hay casualidades que dicen más que mil palabras. Como que en Barcelona, la mejor tienda del mundo, en un mismo miércoles hubiera un concierto propiciado por un acontecimiento corporativo mundial que se celebra al día siguiente en el Palau Sant Jordi, en el que las vecinas no tienen posibilidad de acceder ni pagando, y otro donde el contexto de las canciones habla de cómo poco a poco los turistas colonizan los espacios que un día fueron nuestros. Hablamos de la justicia poética que se dio este miércoles; mientras The Killers daban un concierto sorpresa a casi cien euros en Razzmatazz, aprovechando su estancia en la ciudad para actuar en una acontecimiento privado de McDonald's, Maria Jaume tomaba la Sala Apolo con su celebrado tercer álbum, Nostàlgia Airlines.
Peregrinar aquella noche dirección Paral·lel era un acto prácticamente político, pero sobre todo, un acto de buen gusto. El lado correcto de la historia. La de Mallorca se ha convertido en una de las piezas más brillantes de la nueva escena catalanohablante de esta generación. Solo hay que ver cómo consiguió hacer sold out en la 2 de Apolo y trasladó su concierto a la sala principal. Así que, a las nueve de la noche, bien puntuales, una marea humana, que iba desde el más joven de las Baleares al más habitual de Apolo, se congregó en la sala donde todo artista nacional desea tocar. En el escenario, una banda completa de batería, bajo, guitarra, y sinte; delante suyo, un público dispuesto a dejarse llevarse por la nostalgia más bailable. Y entonces, bajando por una pequeño elevación al ritmo de Xin xin i bye bye, Maria Jaume se alzó elegante con un vestido de encaje y unas botas de Estudio Campo negros.
La velada de la nostalgia siguió con su gran éxito Autonomia per principiants y con un tranquilo y meloso Un bon berenar. Demostrando que su alma lo puede todo, se puso la guitarra y tocó al último single antes de Nostàlgia Airlines, El que romp es coret. Y si alguien dudaba que aquello personal es político, la cantante procedió a explicar como las siguientes canciones intentaban retratar aquella Mallorca que poco a poco ha ido desapareciendo. La Mallorca donde los turistas podían ser amigos y no los causantes de la desaparición de un paisaje, de una manera de vivir. No podía ser de una otro manera que con el combo Cala Rajada 1964 y Hoteles, solo y playa con Pau Debon, quien no pudo aparecer. El sentimiento de añoranza de una realidad que nunca volverá se vivió como algo universal cuando todo el público cantó ambas canciones como una misa tropical.
El concierto, por gozo de los fans de todo la vida, abrió temas más acústicos como 2008 y Com te n’has anat?. Pero la auténtica locura fue cuando abrió el Nostàlgia Airlines en su máximo exponente. Primero, cantando al unísono con el público Resaca a sa platja, y después, junto con Clara Vinyals aka. Renaldo & Clara, cantando Super Mala Pinta. No faltó Ella sempre crema y Pura geografia para conquistar la pista de baile. Renovación del balearic sin duda. Y aunque Julieta no pudo estar, Trista a Miami resonó por todo el Apolo. Y cuando pensábamos que se había bailado todo, hizo una versión eurodance de Ni Picassos Ni Dalís. La noche cerró con un encore donde se pudo disfrutar de Balada de Trast en Mar Grimalt y un final de fiesta con Mala Via. Una noche donde su perfil más propio de cantautora dejó paso a una nueva energía contagiosa. Más bailable y electrónicamente pop que nunca, puso a bailar a toda la Sala Apolo a ritmo de la nueva nostalgia balearic.