Magia. Probablemente es la palabra más acertada para describir el cúmulo de sensaciones que se desprenden después de asistir a un concierto de una mujer que cambiará los esquemas de la música actual. Para ver a Marina Herlop se tiene que ir sin prejuicios, con la mente a punto para recibir estímulos viscerales. Pocos elementos le hacen falta para atraparte en el nuevo espectáculo que acaba de presentar y que lleva por nombre Pairidaeza, un término persa para describir el concepto de paraíso y que las culturas antiguas asociaban con el jardín, un espacio de naturaleza inexplicable que queda limitado y arreglado por la mano humana a través de unos procedimientos que podríamos catalogar de artísticos.
Y aunque el piano y su voz son suficientes para llenar el escenario de la sala Montoliu de l'Auditori de Barcelona, el espectáculo diseñado por el estudio de arquitectura Takk, nos coge de la mano y nos traslada no tanto en un jardín, sino en un bosque encantado poblado de seres mitológicos, elementos coherentes que armonizan el relato, y que en ningún caso distorsionan el mensaje. Este bosque espeso, al ritmo de la danza de las bailarinas Laia Duran i Lorena Nogal de la compañía la Veronal, se convierte en un espacio que invita a la libertad creativa.
Puesta en escena
Hay siete personajes en el escenario liderados por Marina, una especie de diosa donde se clavan todas las miradas del público. Además de las dos bailarinas de la Veronal, lo acompaña un bajo (Òscar Garrobé), un percusionista (Toni Llull) y dos voces más (Marta Torroella y Helena Ros). Un compendio de artistas que, guiados por su mussa emprenden el trayecto metafórico de la creación y la fertilidad, y lo hacen a través de la mirada, el cuerpo y la perspectiva femenina, que se convierten en el hilo discursivo del relato inspirado en la mujer y la creación.
Sin duda, Marina tiene la capacidad de hibridar entre música y escena y hacerlo de la manera más exquisita. Y de sorprender, porque prácticamente toda la música que sonó en el concierto de este sábado era inédita, hecho que le ha aportado una áurea por sorpresa y misterio muy excitante. Las canciones de este espectáculo las recogerá en el tercer disco que saldrá publicado al principio de 2022.
Herlop domina el ritmo, te deslumbra, sabe equilibrar perfectamente la poesía y la belleza estética y convertir la música en un viaje trepidante. Cuando lo observas, sientes una especie de privilegio de poder estar cerca y formar parte de lo que ha creado, aunque sea desde la butaca.
Los sonidos más carnales
Las nuevas composiciones que acaba de estrenar, están a caballo entre el neoclasicismo y la música experimental, pero al mismo tiempo poseen un punto perturbador e inquietante que no te permite apartar la mirada del escenario. Marina concibe la música desde una perspectiva muy personal, de una manera muy mística. Fluctúa entre las armonías clásicas y los sonidos más carnales que afloran de la intimidad más profunda y le dan este sello tan propio.
Su música no está al alcance de todo el mundo, pero tampoco es fácil describirla ni clasificarla. Puede transportarte incluso a la meditación, te permite entrar en un estado de contemplación y espiritualidad muy místico, quizás clerical, pero al mismo tiempo es capaz de romperte por dentro y sacudirte todo el cuerpo.
Una de las particularidades de algunas sus canciones es que el idioma que utiliza es inventado, son letras que no hablan de nada en concreto, pero no hace falta que lo hagan. A veces no hace falta explicar nada cuando cantas, sencillamente canalizar la voz y trasladar al oyente la tarea de desgranar las emociones que deslizan y filtran a través del sonido.
James Rhodes se fijó en ella
Marina Herlop es cantante, pero por encima de todo es pianista. Su primer álbum, Nanook, grabado en el 2016, lo publicó desde Instrumental Recuerdos, la discográfica de James Rhodes. Que el prestigioso músico británico se fijara y la fichara no cuesta mucho de imaginar. Quizás por su delicadeza, quizás por la suya ve cálida, melodiosa y evocadora, quizás porque tiene un don especial por la composición, quizás por su criterio estético o simplemente porque cuando lo escuchas, te enamoras.
Después de Nanook (Instrumental, 2016) y Babasha (Aloud, 2019), donde se podía captar el vanguardismo y el clasicismo, inicia ahora una etapa aproximándose a los sonidos de la electrónica con "MIU", single publicado a través del sello alemán PAN. Un single que ha producido basándose en ritmos carnáticos de la India y un riff que sirve de mantra, a partir del cual se añaden capas sonoras que lo envuelven.
Detrás de una apariencia de fragilidad y vulnerabilidad, brota una fuerza y una energía descomunales. Marina Herlop no busca gustar, tiene demasiada personalidad para hacerlo, huye del 'mainstream', va más allá, se adentra en un mundo creativo que, celebro, comparte generosamente con un público cautivado por su delicadeza y al mismo tiempo grandiosidad. Es emocionante ver talento tan joven, tan versátil, con tanto empuje e imaginar qué nos ofrecerá en un futuro próximo. Probablemente más magia.