Marina Rossell fue la última nota en la progresión de acordes de la Nova Cançó. Una voz esencial en nuestro devenir musical, autora de una obra fonográfica que esconde capítulos referenciales. Un catálogo discográfico que la cantautora del Penedès ampliará el próximo mes de octubre, con la publicación de un nuevo disco trabajo de que probablemente adelantará alguno de sus temas en el concierto que el día 20 de agosto ofrecerá al festival Som de Mar de Lloret. Nos encontramos con ella para revivir una trayectoria vibrante musical y vitalmente.
-Yo, a esto que hago lo llamo oficio. La música es mi trabajo. Soy una trabajadora de la música. Un oficio artesanal, pero un oficio. Mi trabajo empieza con el silencio y acaba con una canción. Un oficio, eso sí, que sólo puede aprenderse haciéndolo
-Tenía 12 o 13 años cuando empece a escuchar los primeros cantautores de la Nueva Canción. Con el tiempo hice realidad el sueño de ser compañera de oficio y amiga de todos aquellos que de adolescente compraba sus discos.
-inicié mi carrera como cantautora al final de la dictadura. Mi primer disco, Si volíeu escoltar, lo publiqué el año 1976. Todavía estuve a tiempo de sufrir la censura.
-Me eduqué en un 'colegio nacional' donde te enseñaban el mínimo. Por la mañana, cuando entrábamos, teníamos que cantar el 'Cara al sol'. Nos parecía divertido porque no sabíamos qué quería decir.
-Durante el confinamiento, leí mucho. Un par de años atrás me había comprado un libro en La Central del MUHBA, en la Plaça del Rei, sobre leyendas de la ciudad de Barcelona durante los años de la peste. Descubrí que estas pandemias acabaron siendo un impulso para la regeneración de la ciudad. El Eixample de Barcelona, por ejemplo, nace de la peste. Espero que después del coronavirus venga un nuevo renacimiento.
-Creo en la ciencia. De hecho, yo soy enfermera. No acabé la carrera pero estudié enfermería.
-De pequeña ya me apasionaba la música. Cantaba en las 'caramelles' de la Gornal, el pueblo donde nací. Después mis padres se mudaron al Vendrell y canté al Coro Parroquial y los Pastorets musicales. La atracción por la música era brutal. Me fascinaba. Siempre supe que de la música quería hacer mi vida.
-Mis padres eran campesinos. Crecí en permanente contacto con el campo, el bosque y la viña. De allí donde eres te configura. Te hace ser.
-Algunas de las cosas más importantes que conozco las he aprendido a través de la música. Descubrí la obra de Espriu por el disco Cançons de la roda del temps de Raimon. Un álbum exquisito, excelente, fuera de lo normal. Un trabajo en que te sobrepasa la pureza de la música, las imágenes y la voz telúrica de Raimon. Y por Ovidi Montllor conocí a Vicent Andrés i Estellés. Y por Maria del Mar Bonet, Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Y así podríamos ir siguiendo, siguiendo y siguiendo.
-Mi madre murió muy joven, pero me pudo venir al primer concierto que di en el Palau de la Música. Eran unos padres especiales. Cuando se casaron hicieron aquello tan clásico de ir a Montserrat. Pero después cogieron un avión y se marcharon de viaje a Copenhague. Habían vendido una viña para poder pagarse el viaje.
-Recuerdo estar mirando la RAI, la televisión italiana. Era un día a principios de marzo del 2019. Allí ya estaban confinados. Se me quedó grabada una imagen. Era una niña pequeña que salía a un balcón de una callejuela. Llamaba a un niño de un balcón de delante: "Tutto andrà benne". De repente, empezó a salir gente a todos los balcones vecinos. Todos gritaban lo mismo: "Tutto andrà benne". Fue una polifonía maravillosa que me acompañó durante toda la pandemia. Una sensación que he querido captar en una nueva canción que justamente se llama 'Tutto andrà benne'. Un tema que parece muy optimista, pero que en el fondo no lo es tanto porque habla de que ya nada volverá a ser lo mismo.
-Este otoño publicaré un disco nuevo. Se dirá 300 crits. Lo he acabado de grabar ahora hace unos días.
-La música es un ente vivo. Es un latido, está viva. La música es como la sangre que corre por las venas: palpitante.
-Siento una gran responsabilidad cada vez que subo a un escenario. Delante tengo mucha gente que ha preferido venir a verme en lugar de quedarse en casa mirando una serie de Netflix. En cada concierto tengo que cantar como si fuera la penúltima vez de mi vida.
-Trabajo mucho la memoria. Nunca me he olvidado de una letra entera tocando en directo. De algunas frases, sí. Cuando pasa, improviso.
-La música todavía puede cambiar el mundo. Tenemos muchos retos colectivos por los cuales luchar.