"Yo me apunto a hacer deporte porque tengo una condromalacia rotuliana y tengo que hacer cuadríceps y nadar". Marina Sáez se había acabado de instalar en el barrio de Gracia y la piscina del centro de deportes de la calle Perill le quedaba a medio camino entre su casa y el estudio en el que trabajaba. "Fue como, perfecto, aquí mismo", afirma la tarde que quedamos en la cafetería de la librería Finestres. Allí coincidió con las yayas que acabarían dando vida a Acuagim (Mención Especial del Premio Finestre de Cómic en Catalán 2022), una de las novelas gráficas más tiernas, divertidas y concienciadas que han invadido nuestras librerías los últimos meses. Sublime retrato de la cotidianidad de un grupo de mujeres que se encuentran cada día en la piscina. Recortes de su día a día con que la ilustradora acaba perfilando un delicioso descodificador social (y como a tal, también político y activista). "Estaba flipada con estas mujeres, parecían extremadamente divertidas, extremadamente vitales. Hacían mucha gracia. Mis abuelos se murieron cuando yo era adolescente, tenía 14 años. No los llegué a conocer como persona adulta. Con ellas, ha sido la primera vez que, muy probablemente, he tratado con personas mayores siendo yo adulta. Fue muy guay ver que también se puede ser mayor de esta manera".
Aiguagim es un homenaje.
Sí, es un homenaje total. Las yayas de la piscina son mis heroínas.
A pesar de vivir en una sociedad en la que seguramente no prestamos suficiente atención a las personas mayores y a su escala de valores, su manera de vivir...
Sí. De hecho, no fue hasta que empecé a tratar con ellas, que no me di cuenta de que no tratamos con las personas mayores, más en una gran ciudad como Barcelona, en que las personas jóvenes hacemos unos circuitos y las grandes, otros; y hay muy poca permeabilidad entre estas dos burbujas. Estas burbujas y muchas otras, como las de las personas migradas, que están aquí y tienen mucho a decir. Sería muy positivo que hubiera más espacios de intercambio social.
Sería muy positivo que hubiera más espacios de intercambio social
Este intercambio generacional, en el cómic aporta reflexiones interesantes. ¿Te han cambiado o te han aportado otras visiones de tus ideales?
Hay temas como la maternidad, por ejemplo, que sean las que han sido madres y alguna que no, en todos los casos la han vivido de una forma muy estereotipada o muy marcada por el patriarcado. Las no madres con el típico estigma que se les ha pasado el arroz. Y las que han sido madres han tenido que adoptar, muchas veces no voluntariamente, el rol de supercuidadoras. Y ahora, cuando tienen que hacer de abuelas, es donde se ven las fisuras, porque muchas ya están hartas de cuidar: si van los nietos a comer, compran los macarrones en el supermercado, y que las dejen tranquilas, porque están nadando y no tienen ganas de ir a casa a cocinar una boloñesa durante tres horas. No creo que me hayan cambiado la forma de pensar, pero cuando conoces la historia que hay detrás de cada una de ellas y las experiencias que han vivido, entiendes mucho más ciertas posturas y puntos de vista. Comprendes que son personas de un tiempo que han vivido las cosas de una manera... Como la que me dice a la oreja que su hija es lesbiana. Que está superorgullosa. Pero me lo confiesa en secreto porque no quiere que la critiquen.
Aiguagim, explicas, es un proyecto que ha ido creciendo poco a poco.
Lo empecé en el 2018, haciendo trabajo de campo. Y no fue hasta el 2020, con el confinamiento, que tuve tiempo para ponerme a generar alguna cosa. Hice la primera doble página. Un año más tarde, en el 2021, añadí 15 páginas más. Lo envié al concurso de cómics del Ara, pero no me cayó nada. El año siguiente amplié el proyecto a 24 páginas y lo presenté al Premio de cómics en catalán de la editorial Finestres, donde, sin esperarlo, obtuve la mención especial.
Todo un ejercicio de resiliencia.
Era una historia a la que veía un gran potencial. Pero, sobre todo, era un proyecto que quería hacer para mí. Pensaba que si nadie me lo publicaba, yo lo sacaría en formato fanzine.
Y así fue
Sí. Hasta no hace mucho, lo vendí como fanzine, pero me hicieron la mención del Finestres y...
Pero incluso así, han pasado dos años, hasta que lo has acabado publicando.
Pasa que en aquel momento yo ya tenía consignados dos o tres libros que estaba acabando y no tenía el tiempo físico para poder ponerme con el cómic. 2023 fue el año dedicado a Aiguagim.
No creían que sus vidas tuvieran nada especial
¿Quizás el secreto de este encanto que transmite Aiguagim es que no es ningún encargo, sino un proyecto nacido del alma?
No puedo dar ninguna receta, pero sí que hay como una cosa de hacerlo como si nadie lo fuera a ver, especialmente al principio, cuando pensaba que lo movería en un circuito de cuatro amigos y ya está. De hecho, eso supuso un poco un dilema en el momento en que me dieron el premio.
¿Por qué?
Nunca había pensado que de sopetón tendría este altavoz tan potente como es este de publicar con Finestres. Es una cosa con la cual también me estoy reconciliando.
¿Nuevamente, por qué?
Porque pensaba que estaba haciendo de ladrona recopilando anécdotas que son trocitos de intimidad de estas mujeres que ahora expondría en un libro que podría leer todo el mundo.
¿Te lo pensaste mucho, a la hora de decidir hasta qué grado de realidad o de privacidad volcabas en el libro? ¿Lo comentaste con todas las implicadas?
No sé si lo bastante, pero sí que he intentado mantener el anonimato de muchos de los personajes que aparecen. Muchos nombres los he cambiado. Pero sí, hubo un momento en el cual empecé a ver que lo más honesto era explicar a todas estas mujeres que aparecen que estaba haciendo el libro. Quizás fue un poco inconsciente, por mi parte. Nunca habría creído que ganaría el concurso, cuando me presenté. Pero una vez se lo expliqué, la reacción fue bastante positiva. Todas estaban contentas y sorprendidas, porque no creían que sus vidas tuvieran nada especial.
A menudo, lo más especial es el hecho más cotidiano.
No lo entendían. Recuerdo que una me dijo que no pasaba nada porque no se le vería la cara. Y, aunque dibujada, ¡sí que se la vería! Tenía mucho miedo que alguna de ellas se ofendiera. Que me dijera: "Escucha, yo te he explicado la historia de mi amante alemán, y no sé por qué lo has tenido que publicar en un libro". Pero todas estas anécdotas que he ido coleccionando han pasado por toda una serie de filtros, que no son pocos al final.
¿Cuáles?
Mi subjetividad, mi sistema de valores, la persona que soy, el lugar en el cual vivo, la mano que dibuja. La suma de todo eso ha hecho que el resultado, por mucho que sea absolutamente real, también enseñe una realidad que seguramente se aleja de lo que cada una de ellas percibe de sí mismas. Me gusta mucho el cine social. Me interesan mucho los retratos de historias cotidianas, de historias que están hechas con las cosas que tenemos al alcance. No hace falta ser muy lúdico, ni virtuoso, ni añadir muchos artefactos a una cosa para que sea una buena historia. Esta cosa cotidiana me atrae mucho, porque muchas veces la realidad supera la ficción, que es un tópico, pero es muy real.
No hace falta ser muy lúdico ni virtuoso, ni añadir muchos artefactos a una cosa para que sea una buena historia
Y como relato cotidiano, sin ser panfletario, también tiene mucho de político.
Me dicen que he hecho un cómic feminista y anticapitalista. Pero es que si la persona que lo hace es una persona feminista y anticapitalista, lo más probable es que el resultado sea una cosa que resuena por allí.
¿El arte tiene que ser contestatario?
Creo que soy una persona bastante politizada. Así que supongo que, en mi caso, inevitablemente eso pasa. No me gusta censurar mi discurso o intentar que complazca a todo el mundo. Aunque hay momentos que yo también me río un poco de mí misma, de esta chapa y del dogma.
Hay mucho humor en todo el libro.
Y es muy autoparódico, también. Cuando explico aquello de la pirámide de socióloga con los 'acumuladores' (hombres blancos de mediana edad, separados y con un estatus económico acomodado), me pongo como unas gafitas y una bata blanca como si fuera socióloga, que no lo soy, evidentemente. En todo caso, una socióloga de pacotilla. Pero bien, creo que todo es político. De hecho, el problema es que no lo sea.